A 45 años del golpe,  mujeres y resistencias

A 45 años del golpe, mujeres y resistencias

Este año, al cumplirse 45 años desde el golpe de Estado, vivimos un momento político y social tensionado por las memorias del golpe de 1973 y de la dictadura cívico militar.

Hemos visto fracasar los esfuerzos por silenciar, por dar vuelta la página, por atenuar la polarización de quienes cuentan con recursos de poder (en el Poder Ejecutivo, en el poder judicial, en los medios de comunicación) para que las cuentas con el pasado pierdan su presencia política. Se escuchan voces fuertes y poderosas que piden sanción a los responsables de las violaciones a los derechos humanos y que reponen en la agenda pública temas para el futuro de nuestra sociedad y nuestra cultura.

Si bien existe un acuerdo generalizado en la mayoría de la sociedad y de la clase política chilena, sobre la condena al terrorismo de Estado y la necesidad de sancionarlo, permanece una minoría que reivindica el golpe militar y la dictadura que se ha visto fortalecida y que se ampara en discursos y acciones recientes de la autoridad política (en la campaña presidencial, en las palabras de un cuasi ministro y de algunos parlamentarios).

Siguiendo a Elizabeth Jelin[1], lo que se toma el escenario y entra en conflicto, no son las memorias de los hechos del pasado, sino los sentidos de esos hechos del pasado. Porque hablar de memorias significa hablar de un presente, del pasado que se actualiza en su enlace con el presente y con un futuro deseado en el acto de rememorar, de olvidar o silenciar. Se trae el “espacio de la experiencia del pasado” al presente, que construye expectativas. El pasado ya pasó, no puede cambiarse, pero el sentido de ese pasado está sujeto a reinterpretaciones ancladas en la intencionalidad, en las expectativas hacia el futuro.

Se trata de sentidos activos, elaborados por actores sociales, en confrontación y lucha frente a otras interpretaciones, a menudo, contra silencios y borramientos públicos, contra posibles políticas de olvido: de los crímenes, de la tortura, de la represión, de la violencia, etc. Son procesos subjetivos en que individuos y grupos construyen significaciones, en interacción con otros, agentes activos que recuerdan y que intentan transmitir -y aún imponer- sentidos del pasado a otros, que pueden tener o no la voluntad de escuchar. En este transmitir y compartir resulta clave la dimensión intersubjetiva de la experiencia y de la memoria.

La transmisión intergeneracional de las memorias sociales ligadas a la dictadura adquiere entonces, no sólo una dimensión de conocimiento, sino una función pedagógica de futuro, porque lo que se hace en un escenario y un momento dado con las imágenes y sentidos del pasado condiciona sus desarrollos futuros, abriendo o cerrando posibilidades. Asimismo, se legitima o avala ciertas voces, se autoriza o deniega algunas temáticas como es el caso de la violencia sexual en la tortura.

Consciente de las luchas por la memoria, y con el anhelo de construcción de un orden democrático, igualitario y feminista, basado en la vigencia de los derechos humanos, como Observatorio de Género y Equidad recuperamos en este Boletín las memorias de distintas mujeres

[1]Elizabeth Jelin, Socióloga argentina, Premio a la trayectoria en Ciencias sociales 2013, en Las luchas por el pasado. Cómo construimos la memoria social. SigloXXI Editores, Argentina 2017.

 

Gloria Laso, actriz: “El recuerdo y la sensación que viví con ellas no se va, está ahí presente”

“Nos llevaron a un lugar de detenidos desaparecidos, era Cuatro Álamos. Ahí sí pudimos conversar, estábamos en una celda con dos camarotes, dormíamos de a dos o tres por cama, envueltas en unas frazadas. Todo el mundo con la ropa puesta, éramos seis mujeres”. La reconocida actriz y directora de teatro Gloria Laso rasguñó piedras, sobrevivió a la dictadura y contó su verdad; se contactó con las familias de sus compañeras de celda, muchas de ellas aún desaparecidas. Sus vidas quedaron entrelazadas para siempre.

Con casi media década de trayectoria en las tablas, televisión y cine, y a 45 años del golpe de Estado, la intérprete saca una hoja en blanco y anota sus comentarios al margen a propósito de su vivencia en los centros de detención José Domingo Cañas y Cuatro Álamos, y de los diez años que la mantuvieron en el exilio. No se considera una víctima y le gusta su vida, sin embargo, esta se quebró y perdió la alegría, pero no su sonrisa ni satírico humor.

Una máquina del tiempo directo al pasado

Gloria Laso quiso retomar su vida en Chile y regresó tras vivir en Francia, España y Cuba. Aterrizó y, según sus palabras, sintió que volvió a 1957 porque no solo su visión del país cambió irremediablemente, ella no era la misma. Recuerda que cuando era una niña “el norte de las mujeres era casarse bien, o sea, con un tipo con plata, que tuviera una buena situación económica y social”. Con todo, lo explica como un asunto formal que “se replicaba en todas las clases”. “Los hombres engañaban a las mujeres y les pegaban por igual; en la clase alta era como si no pasara nada y en las bajas las mujeres no denunciaban porque sentían que a nadie les importaba”, ejemplifica.

Leer más 

 

 

 

Fanny Pollarolo, ex diputada: “Reírse del guanaco era reírse de Pinochet, una le tenía odio, miedo, pero también nos reíamos”

A sus 83 años todavía recuerda con gracia las actividades y capacidad de elocuencia que le nacían cuando participó en Mujeres por la Vida desde 1984. Siendo una informante clandestina del Partido Comunista y habiendo participado activamente en el movimiento feminista, Fanny Pollarolo reconoce que pocas veces sintió miedo en dictadura. Muchas veces fue detenida, pero eso no la atemorizó, al contrario, siguió luchando por lo que ella y sus compañeras creían justo: la libertad y democracia para Chile.

“Fui la primera profesional mujer de mi familia” cuenta. Desde joven sintió el llamado al servicio social, por eso estudió medicina y luego se especializó en psiquiatría. Mientras estudiaba se casó y tuvo 3 hijos. Siempre se sintió simpatizante de los movimientos de izquierda, pero no militaba. Al salir electo presidente Salvador Allende, se sintió muy identificada con su pensamiento pero aún así no quería integrarse a la actividad política partidaria. Colaboraba desde lo que podía. Bajo el gobierno de Allende, sintió que había esperanza “se veía posible la posibilidad de transformar la sociedad en algo más justo donde la pobreza no fuera una diferencia que separara al mundo ni la vida, había una cosa más solidaria más cercana”.

La calle, un rasguño a la dictadura

Sin embargo, tras el golpe de Estado fue expulsada del hospital donde trabajaba por ser profesora de psiquiatría en la Universidad Católica y en la Universidad de Chile. Junto a su familia deciden exiliarse a Argentina en 1973. La detención de su esposo el día del golpe en un incidente poco claro y la cercanía de su hija mayor al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), les obligó a tomar la drástica decisión de irse del país.

Leer más 

 

 

Maryalice Mena, dirigenta PAC: “Las mujeres pobladoras luchamos desde la cama, la casa y la relación con el hombre”

Maryalice Mena tiene un nombre con un origen histórico, inspirado en dos mujeres que murieron durante las jornadas de protesta en defensa de los derechos laborales y la reivindicación de las ocho horas de trabajo en Estados Unidos, un 1º de Mayo pero de hace más de un siglo. Hoy, a 45 años del golpe de Estado, repasa las páginas de su bitácora de vida escrita con una vigorosa pluma definida por el golpe militar y su empoderamiento femenino. Su biografía se sitúa en laoficina salitrera María Elena, en la capital de Tocopilla de la región de Antofagasta. Ella la recuerda con añoranza, dice que ahí se respiraba “vida de barrio y sentido de vecindad”, lo que según sus palabras “se perdió con la dictadura”.

Ellas, las que se tomaron de las manos

“Muy complicado”. Así recuerda Maryalice Mena el 11 de septiembre de 1973. Ella prefiere no recordarlo extendidamente porque vivió momentos muy duros y fue detenida durante al menos seis meses en Chacabuco. “Es que ahí la pasada fue súper complicada, después nos trajeron a Santiago. Había solo mujeres y eran del norte, del sur y de Santiago”. Como no representaba la edad que tenía porque era delgada y baja en estatura, todas sus compañeras la protegieron.

Estaban ahí, juntas, tapadas, no tenían idea a quién tenían al lado, pero se conocían las voces y se tomaban de las manos, se consolaban. Una unión que hoy es llamada sororidad y que no comenzó precisamente cuando estaban detenidas en los centros de tortura.

Leer más 

 

 

Bibiana Reibaldi, argentina: “Como hijas tenemos la obligación de tomar una posición ética, no se puede estar a favor de los crímenes de lesa humanidad”

“¿Dónde estaban los cuerpos de los desaparecidos?”, le decía Bibiana a su papá Julio Reibaldi, un “caza subversivos” en época de la dictadura Argentina. Siempre vivió en Buenos Aires, ciudad que acogió su vida marcada por ser hija de un represor y la rebeldía ante los mandatos y silencios familiares, a los que nunca hizo caso. Instó en innumerables oportunidades a su padre para que confesara los crímenes de lesa humanidad que había cometido. Nunca lo logró.

El 3 de junio de 2017, Bibiana Reibaldi de 61 años, caminaba como muchas personas por la Avenida de Mayo hacia la concentración de la marcha de Ni una Menos. Pasaba por medio de las miles de asistentes. Lo hacía con dificultad: sus piernas tiritaban. Ese recorrido hacia la marcha marcó un antes y un después. Ni un paso fue en vano. Y a pesar del miedo y los nervios que podía llegar a sentir, marchó firme hasta sus compañeras de Historias Desobedientes, levantando con orgullo su bandera y encarando a la masa: “Hijas, hijos y familiares de genocidas por la memoria, la verdad y la justicia.”

Incrédulos asistentes y la prensa captaron a ese pequeño grupo de mujeres que, tras esa bandera que ahora era de lucha, habían sufrimiento, dolor y años de silencio. Ellas decidieron no callar más, enfrentaron a sus padres que fueron genocidas en época de dictadura en Argentina. Hicieron frente a su historia y decidieron no heredar los crímenes. Así, cambiaron la ley para poder testificar en su contra y entregar nuevos antecedentes a las investigaciones. Algunas cambiaron su apellido para no “torturarse” con sus orígenes. Hicieron público su rechazo y repudio hacia sus familiares, y reclaman justicia para madres, abuelas, familiares y sobrevivientes de la dictadura militar Argentina.

Leer más 

COMMENTS