Ana Carcedo, feminista: «Las mujeres que viven violencia son capaces, fuertes, sanas y éticas»

Ana Carcedo, feminista: «Las mujeres que viven violencia son capaces, fuertes, sanas y éticas»

Especial Día Internacional de las Mujeres · Tatiana Hernández conversa con Ana Carcedo

En el marco de la XIV Conferencia Regional de la Mujer de la CEPAL que se desarrolló a fines de enero 2020, conversamos con Ana Carcedo. Madrileña-costarrisence, activista feminista y una vida dedicada a erradicar la violencia contra las mujeres. Es cofundadora del Movimiento para la Liberación de la Mujer (MLM) en 1977 y del Centro Feminista de Información y Acción (CEFEMINA) en 1980. En 1988, junto a otras mujeres, inicia en Costa Rica un programa pionero en la región “Mujer No Estás Sola”, basado en grupos de autoyuda para  mujeres viviendo maltrato y violencia. A partir de él, elaboraron y defendieron iniciativas como la ley que penalizó de la violencia contra las mujeres, la primera en el mundo en considerar el femicidio. Carcedo además es académica e investigadora y ha sido docente de la maestría Centroamericana en Estudios de la Mujer y en el curso «Investigación judicial de la violencia femicida» en Centroamérica y Sudamérica.

 

Los estados fallan, las mujeres no

TH: Partimos haciendo memoria de una frase tuya en la Sexta Conferencia sobre Feminicidio / Femicidio en el marco del del Diálogo Bi-Regional (UE – CELAC) “¿Por qué siguen fracasando los estados?”. Dijiste que fallan, y que las organizaciones de mujeres y las mujeres no lo hemos hecho en la lucha contra la violencia ¿Qué quisiste decir?

AC: Esa frase la he usado en diferentes ocasiones. Pero la primera vez, fue al principio de toda la movilización contra la violencia hacia las mujeres, ojo yo hablo de violencia contra las mujeres, la violencia de género no sé muy bien qué es. La violencia contra las mujeres ha nacido en el continente y así le pusimos las feministas y todo intento de quitarle la palabra mujeres siempre ha sido perjudicial. Por eso hablo de violencia contra las mujeres, que es un concepto complejo, por cierto, ya sabemos lo que tiene detrás. Por eso es tan difícil trasladarlo a lo judicial.

La primera vez que lo plantee fue porque no teníamos ningún tipo de política pública en ningún país, tampoco en Costa Rica. La movilización en contra de la violencia hacia las mujeres se basa mucho en lo que las sobrevivientes de la violencia han y hemos compartido, examinado, analizado y propuesto. CEFEMINA que es mi organización, es la primera organización de Centroamérica que tiene y ha tenido un programa para mujeres que viven y han vivido violencia y lo hace a través de grupos de autoayuda.

Somos mujeres que han vivido violencia o hemos sobrevivido a ella, hablamos entre nosotras. Entonces en ese espacio fue donde nos dimos cuenta de las lógicas, las dificultades, los obstáculos que encontrábamos en las instituciones, las barreras que había que vencer y cuáles eran las cosas que teníamos que proponer como política pública. Los grupos de autoayuda empezaron en el 89 y ya en el 91 hicimos una reunión regional para definir propuestas de políticas públicas. Nos dábamos cuenta que las leyes fallaban, las policías fallaban y las instituciones, y que las únicas que realmente estábamos respondiendo éramos las mujeres: las mujeres hablando, analizando; las mujeres proponiendo y saliendo a la calle, las mujeres exigiendo y no eran las feministas. No hay movimiento que haya movilizado más mujeres que no sean feministas, que el movimiento contra la violencia que, además, nos ha igualado y tiene una convocatoria gigantesca. Por eso, las mujeres hemos cumplido.

Toda esa sabiduría compartida entre mujeres, los costos altísimos en el terreno económico, en el personal, en el  familiar, en el terreno laboral; mujeres que han renunciado a sus trabajos para que el marido no las encuentre o el ex no las encuentre. Eso debe ser reconocido como la base de todo lo que hemos construido después. Para mi todo, es de las sobrevivientes y de las que mujeres que la están viviendo. Ahora en Centroamérica, el gran desafío que tenemos, es volver a hacer ese proceso con otras expresiones de violencia que no son las que se dan en relaciones de pareja.

TH: En Chile, las mujeres estamos viviendo violencia en otros contextos como el narcotráfico que se registra con mayor crudeza en las poblaciones, enfatizando o profundizando la violencia que viven las mujeres.

AC: Nosotras les llamamos los nuevos escenarios de violencia: la trata, los grupos delincuenciales, la policía represiva. Desde hace unos 25 años, estamos identificando estas situaciones alarmantes, cuando comienza a aparecer chicas adolescentes asesinadas en Honduras. Con las compañeras del CEM-H tuvimos la oportunidad de hacer la investigación “No olvidamos ni aceptamos” acerca del femicidio en Centroamérica donde teorizamos acerca de los nuevos escenarios que se están convirtiendo en dominantes. Si dejamos la violencia solo a nivel de las relaciones de pareja no solo vamos a tener un registro que a la vez es creciente sino que no vamos a ser capaces de mostrar que hay feminicidos en otros contextos, no los vamos a identificar, no los vamos a contabilizar y no vamos a hacer nada con ellos.

Nosotras en CEFEMINA, CEM-H en Honduras, somos de la  idea de  recuperar lo que hicimos con los grupos de autoayuda y todo lo que se moviliza a partir de eso: rescatar la experiencia y sistematizar la sobrevivencia de las mujeres, tenemos que rescatar esa sabiduría ahora. Las mujeres están sobreviviendo en condiciones que una dice cómo lo hacen, con toda la mara alrededor que las tiene amenazadas, que las tiene más controladas que un marido porque además es la colusión entre la mara, la policía, el ejercito, el narco, el marido, el hijo…  o sea, el continuo de la violencia que hablaba Liz Kelly (británica, doctora en sociología, una de las pioneras en diseñar cursos para profesionales sobre violencia a las mujeres y la niñez). Los actores que ejercen violencia sexual contra nosotras son múltiples y tiene variadas formas de relacionarse con nosotras como un continuo.

En esos nuevos escenarios de violencia, ellas se aconsejan. Por ejemplo “no negocies con la mara nunca”, porque en algunos barrios la mara les dice “si es por violencia intrafamiliar entonces nos avisan y dejamos entrar a la policía”, entonces una compañera lo ve como un logro y otra, de otro barrio, le advierte “eso no lo hagan, el día que hagas eso, ya estás atrapada por la mara y va a pedir algo de vuelta, no se dejen atrapar por la mara”. Y otra dice que hay que tratarlas como otra ong de la comunidad y que esa (la mara) es la fundamentalista. Con situaciones así han sobrevivido, haciendo ese juego del poder, puro Foucault, poder que se ejerce, que se cede, que se moviliza.

La Unidad de Género del Observatorio de la Violencia del Instituto Universitario en Democracia, Paz y Seguridad (IUDPAS) registra las muertes violentas de mujeres y los femicidios. La mayoría son femicidios que no están considerando el asesinato de una mujer por parte de la mara. Ellas se apegan a la definición de femicidio que esta en la ley, que tiene tortura, desmembramiento, ensañamiento, violencia sexual.

Será mucho más difícil juntar esta experiencia. Vamos a contrapelo. Antes éramos las feministas las que íbamos adelante. Ahora que tenemos todo este aparataje, que hasta Naciones Unidas y la CEPAL, que todo el mundo sabe qué hacer, pero enmarcado en violencia de pareja. Con lo que nos ha costado sacarnos de encima la loza de la violencia intrafamiliar. Cuando dicen que esta es la segunda generación de leyes, digo ¡no! Las leyes contra la violencia hacia las mujeres (también en estos nuevos escenarios) vienen de la primera ronda; las asambleas legislativas no nos dejaron definirla así.

Universidades, complacencia con el hostigamento sexual

TH: Acá la violencia sexual y el acoso aparecienron como un fenómeno nuevo en las universidades y se ha traducido fuertemente en que las mujeres jóvenes, de distintas edades funan (scratching) a quienes indentifican como acosadores.

AC: El fenómeno que es nuevo es la respuesta de las chicas, porque el acoso sexual siempre ha existido. En Costa Rica he acompañado a las jóvenes a la asamblea legislativa porque van a presentar un proyecto de ley y en Honduras están haciendo lo mismo. Con el scratching ellas reproducen el slogan“no denuncies, los scrachamos”, porque la denuncia no sirviría para nada. Hay mucha responsabilidad cuando haces una denuncia pública, es una cosa muy seria y tendrías que tener la seguridad de que lo que dices, es así. Las chicas están reaccionando con un mecanismo con el que sienten que tienen impacto. Son  jóvenes que van por la vía de las redes sociales; son chicas que no han sido educadas en que las redes sociales tiene su responsabilidad y su peligro, como los hombres no han sido educados en el consentimiento.

Hay una realidad compleja. Empecemos por entender que el día que me tome una foto desnuda con quien sea, va a aparecer en las redes, si lo deseas hacer con quien sea, debes estar preparada porque será pública. Y salvo que a vos no te importe tu desnudez, lo vas a pasar muy mal, porque te van a caer encima y te van a decir de todo, porque la victima vas a ser vos, la culpable vas a ser vos y la única que va a aparecer sos vos, solo vas a ser vos desnuda en las redes sociales.

Para mí la parte del respeto hacia personas, es un principio absoluto; la inocencia mientras no se demuestre lo contrario. Con la alegría del “yo te creo hermana”, las chicas ya empezaron a hacer listas por escrito y ¿quién responde por esa denuncia? Hay que educar en la responsabilidad. Esa es la parte que a mí me parece complicada.

TH:  Que las jóvenes no denuncien tiene que ver con que hay una crisis de legitimidad con  la institucionalidad que  crea los procesos de denuncia, investigación y sanciones o tiene relación con que ellas sienten que las sanciones no son suficientemente justas.

AC: En la universidad ha sido muy difícil que los mecanismos que existen para investigar, perseguir y sancionar el acoso sexual, sean efectivos. En Costa Rica empezamos la primera etapa en que cualquiera persona que era denunciada metía una denuncia contra todo el equipo que estaba investigando, contra toda la comisión de abuso sexual. Hicieron denuncias penales  y obligaba a la contraparte a poner  abogados, a gastar plata. La gente estaba aterrorizada y no querían formar parte de las comisiones, y así empezamos.

Los reglamentos son flojos. No puede haber una sanción. La mayoría son notas graves, ¿Cuándo es grave? Cuándo es muy reiterativo, porque cuando es violación pasa a nivel penal. Cuándo ha habido mucha intimidación. Para demostrar que esa intimidación es grave y se desvincule a la persona denunciada sin responsabilidad patronal, por ejemplo, es dificilísimo.

Cuando una chica llega a la universidad a poner una denuncia por acoso sexual es muy complicado si no hay cuatro chicas más que se atrevan a denunciar, es ella contra todo un sistema y al final es la que se termina yendo. De verdad entiendo que ellas no encuentran solución dentro de la universidad. Ahora las chicas de la Universidad de Costa Rica van a presentar un proyecto de ley para reformar lo que existe. Están tomando al menos el camino del debido proceso para ver si realmente las cosas funcionan. Pero va a seguir siendo muy difícil porque hay mucha complacencia con el hostigamiento sexual.

Nuevas violencias

TH: Volviendo a estos nuevos escenarios de la violencia contra las mujeres. Esto de ir rescatando cómo ellas han sobrevivido. La psicóloga Vikki Reynolds tiene una construcción bien bonita desde la lógica de la opresión y de las conversaciones que va teniendo con un grupo o con una persona. Va haciéndole notar a las personas las estrategias de sobrevivencia, más que el trauma mismo, y ahí se van generando espacios de justicia que no lo van a encontrar en tribunales. Se generan espacios de justicia porque se ve que  sí hizo cosas, no desde la pasividad o de la víctima.

AC: Mi experiencia en los grupos de autoayuda es exactamente lo contrario de la víctima, siempre; ni que trauma, ni que mi abuela, que la compañera llore cuanto antes y se libere de ese peso y entramos en otra onda, y salimos todas muertas de la risa. Conocí a la Tití (María Teresa) Rodríguez recorriendo el continente con Isis (Centro de Documentación de las Mujeres de América Latina) haciendo un mapeo de quiénes trabajábamos en violencia y ella me dijo que el trabajo de autoayuda debíamos hacerlo en Chile. Pero me advirtió que no sabía quién podía tener tanto sentido del humor para que facilite, porque nos estamos riendo todo el rato.

Llegue a tener una red de 13 grupos de autoayuda en Costa Rica que es un país chiquitito y he formado 200 facilitadoras de grupos en Centroamérica. Las mejores facilitadoras son las sobrevivientes, y ojalá no tengan ningún título de nada. Afortunadamente soy física matemática, no soy abogada, no soy socióloga, no soy psicóloga, no soy antropóloga;  entré en un grupo de autoayuda y soy una mujer más, sé contar dos más dos cuatro, esa es la diferencia. En los grupos de autoayuda el encuentro es horizontal, si no, no funciona. Es más siempre hemos dicho que los grupos de autoayuda no se deberían hacer desde una institución, porque ya la persona que entra ahí y que tiene el título de una institución, deja de ser  horizontal con esa compañera, nosotras practicamos la horizontalidad incluso en el lenguaje corporal cuando facilitamos grupos de autoayuda: sentaditas en el sillón como el resto, ni se te ocurre ponerte de pie. El 67% de las mujeres del grupo de autoayuda salía de la relación de agresión. Salían, hablo en pasado porque los primeros estudios de impacto los hicimos hace muchos años. Son súper efectivos, muy eficientes.

En el libro “Mujeres contra la violencia, una rebelión radical” hablo de los pilares que tenemos en los grupos de autoayuda, una concepción de violencia, una concepción de mujer maltratada y una concepción de cómo acompañar, son las tres cosas: la violencia como un problema social en una relación de poder desigual. Las mujeres que viven violencia son mujeres capaces, fuertes, sanas y mujeres éticas que toman decisiones correctas, que conocen muy bien su contexto y que toman buenas decisiones aunque nosotras no las entendamos. Lo que sí, abrumadas por la cantidad de obstáculos, por las responsabilidades que tienen y lo que enfrentan. Un acompañamiento que escucha, da información sobre sus recursos, no estoy instruyendo. En una institución estatal, el Estado debe y la mujer pide. En CEFEMINA estuve 15 años facilitando un grupo de autoayuda todas las semanas, nunca me he quemado porque nunca he sentido que en mis espaldas hay una mujer. Mi responsabilidad es que haya un espacio donde las mujeres puedan llegar, sea seguro, sea tranquilo, sea respetuoso. Como facilitadora no doy lecciones,  no explico,  no sustituyo,  no me ofrezco para…

La violencia que nos identifica a todas

TH: ¿Cómo ha sido el impacto de la iglesia fundamentalista para tu trabajo concreto con las mujeres?

AC: A nosotras nos afecta muchísimo. No por la falta de recursos porque la cooperación se fue de Costa Rica hace muchísimos años. CEFEMINA no tiene recursos pero mantenemos un grupo de ayuda en San José pero se nos fundieron en el resto del país porque aunque la facilitación de los grupos de autoayuda  es voluntaria, de todas formas, el sostenimiento entre todas, el efecto red, hay que sostenerlo. Las mujeres ya crecieron, ofrecimos el primer grupo de autoayuda en el 89, han pasado muchos años, entonces sostener eso con mujeres que se han enfermado, que están abueleando, que se han muerto, es la parte que nos ha afectado y la pongo primero para quitarlo del medio. Porque lo que nos ha afectado más es la institucionalidad.

Costa Rica es un país donde la gente confía mucho en sus instituciones. Entonces si de salud le dicen por ahí; por ahí se van las mujeres. La cooptación de las mujeres por parte de las iglesias, y están las fundamentalistas, pero también las católicas con las que tuvimos un poquito de brecha, con curas que les decían a las mujeres que si se querían divorciar que se divorciaran. Pero con la ofensiva de las iglesias neo pentecostales y la iglesia católica tratando de sostenerse, ha habido un re atrape. Creo que esta presencia tendrá un impacto de décadas, de mucha dificultad para que las mujeres puedan volver a hablar sin sentirse que traicionan al marido. En Costa Rica, ya estamos viendo a las mujeres que se atreven a denunciar a los pastores por violencia sexual. Pero las mujeres lo han pasado fatal. Lo metieron a la cárcel y otras mujeres van a la cárcel a verlo, confiando en él y cuando salió, lo volvieron a acoger.

Vamos a tener que trabajar para evidenciar que estos tipos (los pastores, curas) son perjudiciales para la vida de las mujeres. En los grupos de autoayuda participaron chicas seducidas por pastores, entregadas por sus familias. Recuerdo a una chica peruana que se fue a estudiar a Costa Rica seducida y embarazada por el pastor. En el grupo contó que le dijo a dios “a este hijo no lo voy a poder tener estará mejor con vos y se lo entregué.” Abortó. La mujer no podía ni hablar porque la iban a echar de la iglesia de la que dependía. La violencia nos identifica mucho a todas. Hay compañeras que todavía hablan de que no hay ningún derecho a vivir así o asá, te sueltan esos discursos. Pero dios no te puede estar pidiendo que te maltraten.

La población católica es más una cooperativa, como dice Mirta Kennedy (del Centro de Estudios de la Mujer de Honduras) entonces hay intereses económicos de por medio. Probablemente no veré el decaimiento de estas iglesias, las chicas jóvenes sí. Porque nada justifica la violencia, la felicidad es posible y la merecemos. Nuestros lemas primero, así nos juntamos con un cura o una pastora  y montamos un seminario acerca de la violencia contra la mujer, con mujeres de fe, feministas, pastoras y teólogas. Tenemos un grupo en Costa Rica que es un grupo político y son fantásticas y han hecho un trabajito. Les digo por qué no hacen una iglesia ustedes. ¡Dénse prisa!

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