Andrea Ocampo y el feminismo gordo: “Para mí es tan político ir al gimnasio como ir a una marcha” 

Andrea Ocampo y el feminismo gordo: “Para mí es tan político ir al gimnasio como ir a una marcha” 

Por Josefina Espinoza Escárate

En Chile el 75% de la población tiene sobrepeso, obesidad u obesidad mórbida. Es decir 3 de cada 4 chilenos o chilenas habitan un cuerpo gordo. Sin embargo, siguen siendo cuerpos completamente invisibilizados. A pesar que esas cifras evidencian la precarización de la vida en el país, los medios de comunicación tradicionales, los gobiernos, el mercado, la publicidad no parece tocar jamás el tema más allá del punto de vista de la salud. Se siguen censurando esos cuerpos para hacerlos desaparecer y dejar el cuerpo delgado. Andrea Ocampo tiene una larga trayectoria en lo profesional y en el tema, es comunicadora, filósofa, escribe poesía, hace talleres con jóvenes y trabaja en Londres 38. Es una destacada activista del feminismo gordo, trabajando principalmente con adolescentes y jóvenes en talleres, pero también usando sus propias plataformas sociales para difundir y exponer una problemática tan invisible.

Lo político en los cuerpos

Andrea Ocampo define el feminismo gordo como un movimiento social, cultural y político que nace en Estados Unidos y baja a América del Sur a través de la poesía, “de una manifestación cultural, de la expresión y la experimentación del lenguaje, desfondando los límites del lenguaje y de los significados y resignificando, por lo tanto, la expresión corporal del lenguaje. Nos permite nuevos modos de sentir, de interpretarnos como mujeres; de autoexpresarnos, autorrepresentarnos, autocomprendernos en un mundo que no está hecho a imagen y semejanza de estos cuerpos diversos. Y que se opone a algo muy acotado, pero que es un muy amplio al mismo tiempo, que es la gordofobia”.

La comunicadora se refiere a la gordofobia como un dispositivo de control “que no solamente lo he llamado yo, sino muchos y muchas teóricas lo han indicado y súper subrayado como un sistema de control sobre nuestros cuerpos; un disciplinamiento de nuestros cuerpos para poder controlar no sólo eso sino que también nuestros deseos y pensamientos”.

Andrea realizó un largo camino de estudios que la llevaron a mezclar en diferentes áreas su activismo. “El primer apronte que tengo, viene con la poesía, de que yo aparezco en el mundo de la literatura a través de la poesía, de esa más experimental que tiene que ver con el cuerpo, con las borraduras; con todo el extra de las mujeres feministas, pero también con la filosofía con Foucault”. Cuando estudia en la universidad Arcis aprende sobre feminismo, con quien declara fue su maestra más importante, Guadalupe Santa Cruz (escritora feminista chilena 1952 – 2015). Además realiza su tesis sobre los cuerpos desmedidos a través del libro “Los viajes de Gulliver” de Jonathan Swift. “Ahí hablo de cómo el cuerpo va cambiando sus dimensiones dependiendo del lugar y contexto en el que está, y cómo en algunas partes el cuerpo es gigante dependiendo de la isla en la que tú te encuentras y en otros lugares eres pequeños si es que esa isla es gigante”.

Luego se va a vivir a México donde conoce a Virgie Tovar, activista gorda estadounidense marrón “ella es descendiente mexicana, lo que significa en EEUU ser doblemente estigmatizada, doblemente discriminada. Nos conocimos, comimos, nos compramos ropa, que era algo que yo no había hecho por los mismos miedos que significaba ser una mujer XXL en un mercado que no te ofrece nada más que nada”.

Fue después de ese encuentro que Andrea Ocampo empieza el camino como activista feminista gorda. “Me hace más sentido con mi cuerpo, que es un cuerpo más específico, que tiene otras clases de violencias y otra clase de experiencias y de biografía que yo nunca había compartido con nadie, principalmente porque las violencias son puntuales y únicas, pero la violencia que sufre un cuerpo gordo no es la misma violencia que sufre un cuerpo flaco, ni un cuerpo negro, ni un cuerpo indígena. Es otra violencia que además está invisibilizada y muy higienizada, como que es legítima, incluso el sistema de salud lo permite y está súper bien desaparecer el cuerpo gordo”.

Sudor, reggaetón y el goce de los cuerpos

Andrea estuvo concentrada en los estudios y los libros desde el colegio, pasando por la universidad y lo extendió luego trabajando en El Mercurio, escribiendo columnas y participando en talleres de poesía. Sin embargo, hubo un momento en que empezó a interesarse por la música. “Empecé a escribir en revistas, entonces nunca he abandonado como esa faceta de la revista, me interesó mucho hasta que la música tocó mi puerta, creo que más bien por la influencia de Mauricio Redolés y toda su locura. Empecé a colaborar con Vice, sigo colaborando ahora mucho más periódicamente”.

Además había despertado un especial interés por la música urbana y reggaetón porque escribió un libro sobre tribus urbanas («Ciertos ruidos. Nuevas tribus urbanas en Chile», Editorial Planeta). “Desperté una gran pasión por el reggaetón luego de trabajar con los pokemones, me enamoré de esta tribu urbana porque pude vivir mi segunda adolescencia, que no había vivido porque estaba metida leyendo sobre filosofía, ahí yo pude redescubrir mi sexualidad”.

En su viaje a México descubre la escena underground del género y reelabora todo lo que tiene que ver con música urbana. Una vez que vuelve a Chile participa en un reportaje realizado por TVN y en su barra de información la nombran como ‘experta en reggaetón’. “Hasta el día de hoy sigo un poco con ese estigma. Después seguí trabajando cubriendo lo mismo, empecé hacer talleres con adolescente en Balmaceda, trabajé en NAVE también, que es como un centro de residencia de danza en Barrio Yungay, y empezamos a hacer el taller de feminismo y reggaetón en colegios con la coreógrafa Ana Albornoz, que es la coreógrafa de la Denise Rosenthal, Franco el Gorila, Paloma Mami, entre otras artistas. Es una experiencia hermosa, llegan muchas dudas, y todas quieren bailar. Finalmente a lo que van las cabras es a pedir permiso para poder bailar reggaetón tranquila”.

Anteponerse al bullying que generó la etiqueta del reportaje de TVN, le permitió ser este año jurada de los Premios Pulsar en la categoría de música urbana, logrando combinar reggaetón, música, feminismo y activismo.

Salud y Body Positive: Otros discursos

La defensa de la liberación de los cuerpos y la lucha contra los estigmas de los cuerpos gordos ha generado principalmente dos reacciones en la sociedad: un rechazo gordofóbico que utiliza la salud como argumento y una tendencia que busca llegar a la aceptación de las mujeres desde el amor propio que es el Body Positive.

Para Ocampo el discurso crítico al movimiento desde el discurso médico no entraría en la discusión que se está levantando. “Nosotras no vamos a hablar de obesidad, vamos a hablar de cuerpo gordo. Porque la palabra obesidad ya es un término médico, es hablar del padecimiento de una enfermedad. Cuando hablamos desde la estigma de tu cuerpo o desde la desobediencia, del indisciplinamiento, desde el desorden incluso de ese cuerpo, más que de la enfermedad de ese cuerpo. Porque si -por ejemplo- ves una revista de moda, ese cuerpo hegemónico, flaco, rubio, de ojos claros, esbelto puede ser un cuerpo sidoso, pero nadie lo está viendo, no obstante es un legitimado, puede ser un cuerpo enfermo, anoréxico y no obstante sigue estando legitimado. Pero hay otros cuerpos que pareciera que por el puro hecho de existir, y de ser visto están inmediatamente enfermos, como si la pura inspección visual inmediatamente te diera un diagnóstico biológico”.

Cree que esto ocurre porque es un argumento mercantilizado a favor de la industria y el capitalismo. “Está a favor de un sistema que nos oprime y que nos ha hecho creer que no podemos vivir el presente sino que la vida está puesta en un más allá. Que vamos a ser queridas, que podremos vestirnos ese día, al final; que es casi cuando llega Dios: desde el feminismo gordo decimos que la vida está ocurriendo y que quizás si tú no te sientes bien hoy, igual te tienes que vestir y de que si quieres bailar, y si quieres andar en bicicleta, bajar de peso vo’dale, pero eso no te quita la necesidad y el derecho humano a tener dignidad y el derecho a acceder a cosas, a la educación, el derecho a ser tratada con respeto, a no ser insultada, a no ser violada, a no ser maltratada por tu padre, maltratado por tus compañeros de colegio, por cualquiera”.

Respecto al Body Positive lo diferencia con el feminismo gordo como una tendencia más que un movimiento social. “Pienso que el feminismo gordo es un asunto político y el body positive es un asunto estético, es como agarrar la forma más que el fondo”. Además considera que se ha prestado para un asunto más de marketing pero que tampoco lo critica del todo. “Creo que hay un riesgo en el empezar embalsamar todo bajo ese tinte, pero creo también que no puedes hacerte la lesa. De que la publicidad va a estar siempre, que la industria va a estar siempre y de que las, les y los gordos van a tener que vestirse siempre. A mí -por ejemplo- me llegan todos los días mensajes preguntándome dónde comprar sostenes, y es una realidad. Estoy conviviendo todos los días en un balancín, por un lado tengo esta cuestión política y colectiva súper fuerte desde la izquierda, y al mismo tiempo hablando con niñas que no saben donde comprarse sostenes y calzones y yo sé que eso es sobrevivencia, que tiene que ver con tu identidad, con tu dignidad y con tu autorrepresentación, y pienso que eso también es política”.

Reconoce que desde el feminismo gordo deben saber sobrellevar esos temas y no caer en un feminismo obceco. “Trato también de abrirme a las nuevas generaciones, aquellas que llegan por el body positive, y de entregarle los materiales para construirse como una persona política, sin abandonar aquellas militancias políticas de antaño. Trato de hacer esa traducción porque si tú te cierras a las nuevas generaciones, no vas a ser capaz de traducir, y pienso que una gran labor que tenemos las feministas o aquellas que militamos en el feminismo: es traducir”.

El peor momento de los medios de comunicación

Con lo que sí es muy crítica es con los medios de comunicaciones tradicionales. “Tenemos que reinventarlo todo, el duopolio, todas las cosas que nosotras ya sabemos; no sé si hay un momento peor para los medios de comunicación del que estamos ahora. Creo que estamos encerradas”.

Para eso asegura que las comunicadoras feministas tienen una labor muy grande que es ir más allá de hacer las cosas que están pasando en las pautas, sino reinventar esas pautas. “Tenemos que llegar a una política en donde los lazos sean más que los desacuerdos, tenemos que tener esos lazos sí o sí y llegar a una red real de coordinación de comunicadoras, que sepamos dónde llegar porque si nosotras entre comunicadoras no sabemos bien a quién tenemos que acudir para publicar tal o cual nota, qué pauta relevar antes que otra o nuestros compañeros y los editores que no nos juegan bien, está súper difícil que lo podamos lograr. No veo mucha entrada, lo veo complejo. O sea, sé que el día de mañana puedo contar más con los medios de farándula para subir mis cosas que con los noticiarios, y eso me parece terrible, como puede ser más fácil llegar a Intrusos (La Red) que llegar a un noticiario, y te estoy hablando desde los derechos humanos, es terrible”.

Activismo en un cuerpo voluminoso, político y popular

“Es que es tan político ir al gimnasio como ir a una marcha”. Andrea Ocampo ha llevado el activismo en su diario vivir, tomó la determinación de no volver a esconderse porque a otros les moleste, lo que la lleva a estar constantemente expuesta a violencia principalmente online. En varios episodios realizó denuncias o “funas”, como el caso de los memes de ‘History in Tofo’ y uno de los episodios que llegó más lejos con el recurso de protección contra “PortalNet” y “Welcome to Chile” por vulneración de derechos a su honra y dignidad. Si bien el escenario parece agotador, para ella es fundamental continuar con lo que hace. “Me parece que restringir el uso de mis redes sociales es darle todo el control a ellos, y restringir el uso de mi cuerpo, dejar de exhibir mi cuerpo porque a ellos les carga mi cuerpo gordo -porque yo creo que eso es gordofobia, es violencia- es darle la razón y yo no les voy a dar en la razón.  Soy de las pocas gordas que se empelotan y hay algo de goce en ese cuerpo que está ahí”.

Desde una conclusión individual, como en conversaciones con sus compañeros y compañeras de los colectivos, cree que la visibilización de estos cuerpos es el primer paso  “Es raro decirlo, porque los cuerpos gordos somos súper visibles y al mismo tiempo somos invisibilizados, somos un cuerpo voluminoso y por todas partes nos ven, pero al mismo tiempo es como que no existieramos, no tenemos voz. Es importante que el cuerpo gordo se exhiba por sí mismo para que otros niños, niñas y adolescentes gordos sepan que se puede seguir siendo gordo, que hay un futuro, que no por ser gordo no puedes ser lo que quieres ser”.

Agrega que por otra parte se debe entender que ese cuerpo gordo es un cuerpo político. “O sea, no es un exhibirse por exhibirse, en primera instancia, y segundo, que ese talento o esa profesión o práctica que tú haces al momento de ser profesional o de usarlo de forma política, tiene un sentido. Y tercero, el trabajo colectivo, juntarse con un amigo gordo siempre va ser un primer paso, un excelente paso”. Esto último lo atribuye al que sistema busca siempre aislar a los cuerpos gordos para dejarlos sin voz. “El sistema, el capitalismo funciona a través de clases sociales y nuestro cuerpo es un cuerpo popular. Para arriba, para las clases sociales altas, el cuerpo gordo es un cuerpo cortado, es mucho más golpeado, si es que no ha sido ya desaparecido o recortado y tijereteado, una serie de intervenciones quirúrgicas que son torturas al final. En cambio en las clases más bajas te das cuenta de que el cuerpo gordo popular es un  cuerpo masivo, sin tiempo libre, con un sueldo base muy escaso en el que la mujer, que tiene dos hijos, está sobreviviendo, es más fácil comprar kapo que hacer comida gourmet porque no es que no tenga la plata para comprar una lechuga, es que no tiene el tiempo, ni tiene la educación y la cultura para hacer eso; no le da la vida porque la precarización de la vida y del trabajo llega hasta esa médula, llega rendida y esa es la historia de mi vida. Como vas a ‘elegir vivir sano’ si no puedes elegir en qué trabajar, cuánto ganar, como vivir”.

Toda este camino parece tomar sentido para Andrea Ocampo al recibir los comentarios de niñas y adolescentes que no pueden vivir una realidad distinta a la que le tocó a ella, “Lo que yo hago le ayuda a un montón de cabras chicas. Cuando chica nunca vi a una mujer gorda y si yo hubiera visto a una mujer gorda hubiera sabido a mis 12, 13, 15 años que yo no era un monstruo. Me hubiera encantado que hubiese sido así porque finalmente lo que estoy haciendo -y esto es muy personal- es decirle a la Andrea de 13 años que no era el monstruo que fue violado por haber sido monstruo sino que mi cuerpo era mío y que no le pertenecía a nadie más. Que no merecía haber sido tratado como yo fui tratada, que era hermosa, que tenía que mirarme en el espejo y saber reconocerme con la dignidad que yo tenía, que merecía ser linda y que merecía todo lo que no tuve”.

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