Contra todas las violencias

Contra todas las violencias

No ha sido fácil para las organizaciones de mujeres y feministas en el mundo, instalar social y políticamente que la violencia de género contra las mujeres se expresa en distintos contextos y de múltiples maneras. Tampoco ha sido fácil que, quienes hacen las leyes, diseñan e implementan las políticas públicas comprendan que la raíz de este problema son las relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres, que se alimentan de un ordenamiento social que delimita las posiciones que hombres y mujeres ocupan en las estructuras y condiciona sus proyectos de vidas.

Las entrevistas que presentamos a continuación son un aporte para la comprensión de aquello.  Dan cuenta del continuo de violencia que vivimos las mujeres en nuestro país y de lo urgente que es una nueva institucionalidad que promueva y garantice el derecho de las mujeres a vivir una vida libre de violencia.

Una institucionalidad que tenga un fuerte componente en la urgente transformación cultural, que permita erradicar el machismo que se produce y reproduce a través de la educación, los medios de comunicación, las relaciones familiares y comunitarias y reduzca el poder de las iglesias en la construcción de imaginarios sexistas y que subordinan a las mujeres.

Estamos convencidas que el Estado es un actor fundamental para transformar la vida de las mujeres. Para ello el Estado debe contar con funcionarios y funcionarias con capacidades de observar y actuar frente a la violencia de género y no que sean parte de los contextos de impunidad que permiten y refuerzan esta violencia.

La entrevista a Camila Rojas nos entrega claridad en que no basta una sociedad que anima y garantiza oportunidades de acceso a las mujeres a espacios de poder y de toma de decisiones. Es fundamental generar las condiciones para el ejercicio del poder y el desarrollo del liderazgo de las mujeres. La violencia que se expresa en los partidos, movimientos sociales, federaciones, centros de alumnos/as, centros laborales, sindicatos, en el mundo de la música, entre otros, es determinante para ello.

No podemos retroceder en lo que hemos conquistado. Mas todo sigue siendo insuficiente si no contamos con una ley que dote al Estado de recursos y de capacidades para hacer frente a la violencia machista.


 

Diana No denuncia a los hombres del Punk: “Quieren pasar piola con su vida nefasta de progre en lo público y machos dominadores en espacios privados”

Diana No (No como su apellido) es diseñadora, baterista y fundadora de “Ellas No” una banda Punk integrada por tres mujeres, que nació en 2010 y que le dice no al machismo y al patriarcado. “El nombre surge de la idea de que en la sociedad las mujeres son concebidas como el sexo débil, personas frágiles y creadas para ser madres. Nosotras decimos no a eso. Vamos por el ruido, por algo totalmente negado, por la resistencia. Yo no decidí ser artista, decidí ser un sujeto político para poder expresarme y salir de la jaula de la sociedad que nos oprime”, sentencia. Diana además fue co-fundadora de “Por mi culpa” una de los primeros dúo de la escena del Punk nacional, reconocida como una revelación del underground. Ese proyecto duró diez años y terminó por la seguidilla de abusos sexuales perpetrados por su compañero de banda.

Por culpa de un parásito llamado abuso

Según datos de la Fiscalía Nacional una de cada tres mujeres ha sufrido violencia sexual y un 64% de los abusadores es conocido por la víctima, tal como le ocurrió a Diana.

Su historia se enmarca en la lógica de la manipulación y una violencia que le costó mucho percibir. Sin notarlo se vio envuelta en esa situación. Diana y Roy se conocían desde los 11 años y pololearon desde los 15 a los 19, luego de eso siguieron siendo amigos y tocando en la banda. Ella no volvió a tener una relación seria con un hombre. Solo parejas mujeres, situación que Roy nunca aceptó, que lo frustró y lo llevó a una serie de cuestionamientos que desencadenaron abusos sexuales durante una década.

“Cuando terminamos yo tuve un tumor y prometimos que si me sanaba seríamos hermanos. El tratamiento funcionó y así fue: nuestra relación se transformó en una amistad profunda, que poco a poco comenzó a albergar el parásito del abuso sexual. Yo tengo un carácter fuerte, mido 1.80, no tengo características para ser abusable, sin embargo, existen otros lenguajes y tramados invisibles. Él siempre intentó seguir teniendo sexo conmigo, lloraba cuando no lo dejaba acercarse y cada vez que estaba borracho se aprovechaba de su condición. Me tomaba de la cintura como si fuera su polola cuando estábamos en público y en privado todo era peor. Para mí era más simple correrlo que preguntarme por qué me agarraba así. Son límites a los que una va cediendo sin notarlo”.

Diana relata que muchas veces sentía lástima por él, por haberse enamorado de ella siendo lesbiana. “A veces cedía y era terrible. Lo más complicado es que era una persona cercana. En un principio lo normalizaba, pero él se aprovechó de la confianza que le tenía. El abuso sexual durante 10 años no tiene nada que ver con una violación amordazada, son otras lógicas pero el desenlace es el mismo: la dominación. Era mi enemigo pero le resté importancia, porque me costaba ver el abuso y solo veía a una persona deficiente”.

Diana solo se dio cuenta de que estaba viviendo violencia años después cuando trabajó en la producción, musicalización y escenografía de la obra “Otras”, que representa las dificultades que tienen las mujeres en un mundo masculino y patriarcal. “Ahí noté que tenía a un violador cerca. Estaba en un estado de negación hasta que me vi retratada en una escena de la obra. Hay formas en cómo se presentan los abusos en los oprimidos que no siempre corresponden a violencia. Fue fuerte darme cuenta de mi situación en algo externo y sentirme pillada retratándome a mí misma y cuando ya sabes, no puedes pasarlo por alto”.

Luego de eso, cuando volvió a ocurrir, Diana dijo basta. Le recriminó que él era un agresor sexual, pero Roy negó todo y nunca lo entendió o prefirió no hacerlo. Desde ese momento, ella cortó todo vínculo con él. “Una vez le pregunté por qué creía que la banda se estaba acabando y él me respondió que por todas nuestras diferencias. Ahí me di cuenta de que él no entendía nada, solo me repetía que no era un violador, pero sí lo fue”.

Roy para intentar retenerla utilizaba a la banda como nexo para no cortar el lazo. “Me dijo que no podía matar un proyecto de 10 años y yo como soy rebelde, lo hice y formé “Dispar”, otro dueto. Ahí entendí que la banda “Por mi culpa” era un hijo no querido y preferí que muriera junto al padre. Me fui de todos los lugares donde teníamos gente en común porque no me sentía cómoda habitando esos espacios. Tuve que rehacer mi autoestima. Él era el músico, quien sabía todo y yo siempre estaba sujeta a su última palabra. Desde que él se fue, mi vida se arregló”, recuerda.

De vez en cuando, Diana y Roy se topaban en tocatas o círculos en común y se saludaban de lejos, por cortesía, pero cuando Diana develó el abuso sexual nunca más tuvo que cumplir con ese saludo. “Lo más problemático es que él fue un culiao conmigo, pero en la vida es un perfecto amigo, compañero, hijo y humano. Hemos mitificado la imagen del abusador, dándole una connotación del inframundo. Estos hueones tienen una doble vida, en una especie de esquizofrenia, porque ni siquiera se dan cuenta de su disfraz, en sus conciencias no están siendo malos siquiera”.  

Cuando Diana comenzó a develar su historia muchos amigos del mundo del Punk reprocharon su actitud. “Me decían que cómo iba a cagarle la vida al Roy contando esto y ni siquiera me preguntaron cómo estaba yo. Es difícil créelo, pero la gente no se queda solo en la duda, sino que te increpan. Hay una construcción de una mujer que está silenciada, casi que adecuada para el abuso. No me da vergüenza asumir que esto pasó durante mucho tiempo y que no dije nada, lo importante es que ahora lo digo. A todos les incomoda que estas cosas se hablen, porque creo que todos esconden abuso sexual en sus cuerpos”.

El cuadernillo de los machos progre

La baterista actualmente está trabajando en un proyecto personal muy importante para ella, que es un cuadernillo con relatos de abuso sexual, una idea que surgió cuando, circunstancialmente, se enteró de que una amiga fue abusada por un músico reconocido como el “más progre y resuelto de la escena hardcore Punk”. Al contar su historia comenzó a destapar y enterarse de casos similares al suyo en su círculo de amigos de la contracultura. Sabiendo eso, Diana dejó de ir a las tocatas de todos los abusadores que fue descubriendo, hasta que se dio cuenta que en su mundo el abuso sexual estaba muy minimizado y que tenía que revertir la situación.

“La idea de mis escritos es mostrar cómo el Punk dejó en ciertas mujeres un mal recuerdo. No
quiero que sea un libro como tal, porque este es un micro mundo y me interesa develarlo a las personas que están dentro, no quiero acusar a otros que no habitan estos espacios. Ubiquémonos también, el Punk surge producto de una opresión social y promueve las relaciones sociales, colectivas y humanas y oprimir a otro en este contexto es brutal. A fin de cuentas, el hombre Punk tampoco se cuestiona sus privilegios y se comporta con las mismas lógicas patriarcales de cualquier otro porque tiene poder. Hablan en contra de las iglesias y la sociedad, pero ¿qué es más fascista que no homogenizar las luchas? No existe empatía con los compañeras”.

Acumulando tronos, coronitas y medallas

Diana No espera que este proyecto sea un recurso de largo plazo. Cree que visibilizar estas prácticas es un gran aporte para erradicarlas, entendiendo contar la experiencia propia como una ayuda a otras mujeres que han tenido vivencias similares. “Con este cuadernillo me interesa ponerle cara al abuso, relatado por alguien que se siente en desmedro. Ellos tienen 30 o 40 años y no se van a morir, van a seguir en sus tronos acumulando coronitas y medallas. Entiendo que la funa es un espacio muy importante cuando se logra comunicar bien y romper la lógica del cagüinillo. El problema no es que nosotras hablemos, es que esto pasa y si ese paradigma no cambia, esto no se va a detener. Lo privado es político y cuando eso se asume, se deja de amparar al abuso”.

Diana dice que ha recibido amenazas, presiones y exclusión de espacios colectivos para que no siga recopilando relatos de sus compañeras, pero eso no la amedrenta en lo más mínimo. Las advertencias han sido un impulso para seguir en la cruzada. “Esto lo hago por una reivindicación con mi historia, por darles cara a estos lobos disfrazados de oveja y visibilizar su miseria. No les tengo miedo porque son unos cobardes. Me parece fantástico ser molesta, llegar a un lugar, que miren para abajo, se avergüencen y se vayan, cagarles la fiesta cuando quieren pasar piola con su vida nefasta de hombres progre en lo público y machos dominadores en espacios privados. No creo que a nadie le pertenezcan los espacios porque son lugares llenos de parásitos, pero la idea es incomodar”.


 

Camila Rojas, diputada electa: “Es falso cuando dicen que el Frente Amplio es feminista porque los espacios de poder están en disputa”

La violencia política contra las mujeres tiene como sustrato la discriminación que se manifiesta en relaciones de poder desiguales entre mujeres y hombres, acceso limitado a cargos de mayor responsabilidad; asimetrías que las sitúan en posición de subordinación respecto a los varones y una cultura hegemónica marcada por la desigualdad. Algunos ejemplos son la restricción de recursos materiales, económicos y humanos en periodos de campañas, exclusiones de listas electorales o en el trabajo político partidario y acceso limitado a herramientas comunicacionales y medios. En general, estas acciones  terminan menoscabando o limitando los derechos de las mujeres para participar en política, ser electas y designadas en funciones públicas.

Según datos de Lupa Electoral sobre financiamiento, del total de aportes, los hombres reciben en promedio el doble de dinero que las mujeres. En el caso de candidatos a diputados, la mayor diferencia se aprecia en el acceso al crédito, donde reciben tres veces más recursos que las candidatas. Desde los partidos el escenario es similar; a los varones aspirantes a la Cámara se les entrega aproximadamente un 40% más de recursos, mientras que en el Senado se les otorga un 66% más que a las candidatas.

Camila Rojas Valderrama (26) recién electa diputada de Izquierda Autónoma (IA) por la Región de Valparaíso comenta en esta entrevista su experiencia en las pasadas elecciones y episodios de discriminación y exclusión que ha presenciado durante su carrera política.

El camino político: de la pastoral al Congreso

Camila creció en San Antonio y desde su etapa escolar fue muy activa socialmente: participaba en la pastoral y el coro, y durante la revolución pingüina derrocó al centro de estudiantes de su colegio, transformándose en la representante de su generación. Estudió administración pública y tiene un Magíster en Gestión y Políticas Públicas de la Universidad de Chile. En 2011 comenzó a asistir a los plenos de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (Fech) y a mitad de ese año ingresó formalmente como militante a Izquierda Autónoma. Fue consejera de la Fech en 2012 y delegada del Centro de Estudiantes de su carrera en 2013. Al año siguiente fue electa representante del Senado Universitario y en 2016 se convirtió en la quinta presidenta de la Federación, espacio desde donde además fue vocera de la Confederación de Estudiantes de Chile (CONFECH).

Transitando por ese periplo de cargos universitarios notó la resistencia que se instala cuando una mujer hace política y optó por el feminismo como estilo de vida. “Hay un momento en que abres los ojos y lo empiezas a notar en otros ámbitos de tu vida y ese fue el primer lugar donde me sentí discriminada. Hasta el 2011 en el movimiento estudiantil no había ninguna discusión al respecto y eso acarreaba hartas invisibilizaciones y naturalización de ciertos papeles de las mujeres. Y menciono ese año porque a partir de esa fecha se crearon las secretarías de género en la universidady se pudieron problematizar ciertas prácticas. La verdad es que antes de eso tampoco habría sido capaz de darme cuenta de que las mujeres hablábamos menos o asumíamos el rol de tomar actas en asambleas. A mí me tocó un contexto donde el Pleno de Federación tenía la mitad de presencia femenina, en teoría era un espacio paritario, pero me acuerdo de plenos álgidos en que yo llamaba la atención para que la gente se callara y era menos tomada en cuenta que mis compañeros hombres cuando lo hacían. A ellos no les costaba lograr que se hiciera silencio o les hicieran caso. Cuando pasaba eso yo lo decía y recién ahí la gente tomaba conciencia. Pero tienes que hacerlo notar, no es automático”, explica.

Camila comenta que lo más difícil de ser presidenta de la Fech fue cuando tenía que plantear temas ante las autoridades de la universidad en el Consejo Universitario, conformado por decanos y las principales autoridades de la Chile. “Son espacios bien hostiles, donde estás siendo constantemente evaluada por lo que dices y el desafío es plantear ciertos temas de una forma adecuada y darles énfasis. Ahí todo era mucho más palpable, por el lenguaje, por cómo te trataban, hay cierta infantilización hacia los estudiantes que se acrecentaba en el caso femenino”.

Recuerda que cuando estaba a la cabeza de la Fech una de las situaciones más difíciles que le tocó enfrentar fue la explosión de denuncias por acoso sexual al interior de la universidad y desde la Federación levantaron una mesa transversal con autoridades y de trabajo en conjunto con la Oficina de Igualdad de Oportunidades de Género. “Desde la Oficina nos señalaron que faltaba que los estudiantes nos metiéramos en estos temas y eso hicimos. Fue un año intenso de trabajo con la secretaría, con abogados y autoridades. Hubo mucha disposición inicial pero en el camino tuvimos que formar a los fiscales y a quienes tomaban las actas porque no tenían perspectiva de género. Al principio hubo resistencia de los profesores, no querían tratar el tema porque decían que iban a creer que todos son acosadores y también porque le restaban importancia. Si ellos no colaboraban era difícil avanzar teniendo los hechos sobre la mesa y un protocolo. Las secretarías de género hicieron inducciones para que los mechones (estudiantes de primer año) supieran qué es el acoso sexual. Creo que eso es muy bueno para los cabros cuando entran y se podría replicar para los funcionarios porque es un contexto donde es muy simple replicar la violencia de género”.

Más mujeres al poder

Camila Rojas resultó electa con un 4,6% de los votos de su distrito, el equivalente a 12.337 votos, es la integrante más joven de la Cámara y una de los 20 representantes del Frente Amplio que romperán la hegemonía que mantuvo por años Chile Vamos y la Nueva Mayoría. Sus principales objetivos políticos son la recuperación de derechos sociales, la descentralización y la equidad de género. Tres son sus prioridades en su agenda de género: violencia contra las mujeres, educación no sexista y aborto libre.La política es un contexto muy duro y hay que tener cuero de chancho para lidiar con las discriminaciones que existen por ser mujer porque estás en juicio constante”, dice.

Durante su campaña en Valparaíso y San Antonio reafirmó su percepción sobre la discriminación de género en los espacios políticos. “La gente no está acostumbrada a que las mujeres tengamos posturas y defendamos temas, te encuentran agresiva por plantear tus convicciones y me pasó en los debates en que participé, y a veces entras en este juego y te lo cuestionas. En campaña estaba con un compañero en Valparaíso y otro en San Antonio y la gente creía que eran mis pololos (novios). Esas cosas dicen mucho de que tenemos nociones muy machistas”.

En 2015 se promulgó la Ley de Cuotas que establece que las candidaturas, tanto de hombres como de mujeres no pueden superar el 60% del total. Según datos de Unión Interparlamentaria, Latinoamérica es la región con mayor presencia femenina parlamentaria, con un 28% y está sobre el promedio mundial que es de 23%. Bolivia tiene un 53% de mujeres en la Cámara Baja y 47% en la Cámara Alta, seguido de Cuba con un 49% (unicameral) y Nicaragua con 46% (unicameral). En contraste, en Chile hubo un 16% de mujeres en la Cámara de Diputados en el periodo comprendido entre 2014- 2018, mientras que para los próximos cuatro años será de un 22%. Se redujo la brecha, pero la diputada electa por IA Camila Rojas es crítica.

La Ley de Cuotas da cuenta de la situación de discriminación y naturalización de excluir a las mujeres de ciertos espacios y eso es violencia, porque estamos menos presentes en la militancia y en la organización, porque son lugares hostiles y se replican ciertas prácticas que te encasillan en determinados roles y eso significa no poder a acceder a cargos. Nos hacen batallar desde las trincheras y se genera una bola de nieve que determina una baja representación femenina en el Congreso y las alcaldías y si no se ponen medidas paliativas pasará mucho tiempo para tener un porcentaje representativo de mujeres en el poder. Al final cumples con la cuota pero las barreras continúan”, advierte.

La diputada electa cree que el ingreso de las mujeres a la política democratiza y aporta otra mirada en las discusiones. “Me interesa que no nos encasillen para hablar de ciertos temas como lactancia materna y aborto, porque nos puede negar otros espacios para poder posicionarnos. El feminismo no se puede asumir como una lista de temas si no que como algo estructural para dejar de reproducir roles. Es importante hablar de todo, los temas de las mujeres no los ven solo las mujeres. La violencia contra las mujeres y la discriminación, son deudas importantes a saldar”.

Camila Rojas apuesta por el trabajo colectivo en la lucha por los derechos de las mujeres. “Me cuesta entender que hayan mujeres que no luchan por ellos, sé que hay un trasfondo político y que luchar o no, es decisión de ellas en su plenitud, pero no hacerlo es seguir aportando a que se perpetúe el machismo y el patriarcado. Que asumamos cargos es un aporte, pero también tiene que tener un techo y sumar”.

Las falencias del Frente Amplio

En Izquierda Autónoma hay iniciativas que han permitido avanzar en equidad como la creación de las secretarías de género y un mecanismo de inclusión de mujeres para la composición de la dirección ejecutiva. En el Frente Amplio las vocerías son paritarias y también se realizan periódicamente encuentros feministas en distintas regiones.

“En campaña fui súper critica de situaciones que se replicaban. Por ejemplo, al revisar en detalle las listas del conglomerado a nivel nacional se cumple con la cuota pero no hay mujeres a la cabeza. Hay un intento de, pero también un resabio que hay que disputar constantemente. Tenemos un programa feminista, tuvimos una candidata presidencial en la misma línea, pero se siguen replicando otras prácticas que dan cuenta de que hay poca confianza en la capacidad de las compañeras como lo que pasó con el notorio apadrinamiento que hizo Giogio Jackson y Gabriel Boric a la campaña de Beatriz Sánchez. Ellos se proyectaron como impulsores de su candidatura y eso potencia e instala en el imaginario colectivo que las mujeres necesitan estar acompañadas y respaldadas por un hombre que les dé soporte y valide socialmente y, en este caso en específico, tuvo que ver también con que ellos son los “líderes” del movimiento y eso es machismo. Es violencia política creer que los espacios de poder te pertenecen y no dejar entrar en plenitud a las mujeres”.

Otro episodio polémico del Frente Amplio fue la divulgación de un audio enviado por Alberto Mayol a Natalia Castillo –ambos candidatos por el Distrito 10-, que sepultó la candidatura del sociólogo y alzó a Castillo como diputada luego de que fuese apoyada por su colectividad. Para Camila Rojas se trató de un episodio frenteamplista que le gustaría borrar de su historial político. “Fue una polémica súper pobre y mala. Creo que Mayol le hace mucho daño al Frente Amplio y me cuesta separar esa mirada que tengo de él con lo que pasó. Si me toca evaluarlo creo que es terrible porque estás en una organización y somos compañeros que respetan ciertos acuerdos y principios que asumes cuando estás en la militancia y la situación en sí misma fue conflictiva, pero efectivamente hubo una magnificación del problema y se usó porque no había necesidad de filtrarlo y llevarlo a la prensa”.

Para ella estas situaciones evidencian que al Frente Amplio le falta plasmar el discurso en la práctica, porque teniendo un programa feminista no lo replica. “Es falso cuando dicen que el Frente Amplio es feminista, porque los espacios de poder están en disputa. En el fondo se hacen esfuerzos pero es difícil que sea un espacio feminista en una realidad tan machista. La militancia como tal es un espacio dondelas mujeres estamos menos convocadas que los hombres, por lo tanto, propiciar la participación, la formación y compartir experiencia es clave. Ya no eres tú sola haciendo notar ciertas situaciones, sino que somos varias, no es una necesidad personal e individualizada, sino que es de empuje colectivo. En el movimiento queremos hacernos notar y potenciar que hay mujeres; podemos y somos capaces. Estoy de acuerdo en que pusimos una agenda e instalamos temas pero en la reflexión interna se puede hacer harto más y tener espacios feministas es una de las formas más genuinas de seguir avanzando”.


 

Herminda González de Fundación Margen: “También es violencia no reconocer el trabajo sexual”

Herminda Gonzalez antes de los 90’ ya luchaba fervientemente por los derechos laborales de las trabajadoras sexuales chilenas y migrantes. La fundadora y presidenta de la Fundación Margen es madre de hijos profesionales, proveedora; una mujer independiente y aguerrida que extendió su entusiasmo a lo largo de la región y entre sus compañeras a través del trabajo en la Red de Mujeres Trabajadoras Sexuales de Latinoamérica y el Caribe (RedTraSex), misma donde. Hace poco días, fue elegida para integrar la junta directiva de la Red.

Hoy, tiene la convicción de que las nuevas autoridades, principalmente las del próximo Congreso Nacional, se harán cargo de mejorar la seguridad, el acceso a la salud y tantos otros aspectos que actualmente están restringidos para las trabajadoras sexuales en Chile. En esta entrevista Herminda González se refiere a su perspectiva sobre el trabajo sexual; cuenta historias de violencia y da cuenta de la realidad que evidenció el estudio elaborado por Fundación Margen y RedTraSex sobre la violencia institucional que viven en cada jornada de trabajo y la vulneración a sus derechos más fundamentales.

Ni alcohólicas, delincuentes o narcotraficantes

De manera autodidacta, las trabajadoras sexuales de Latinoamérica y el Caribe se organizaron y realizaron una encuesta y posteriormente un informe para conocer el estado de sus derechos. Asi recabaron datos fiables de la realidad “laboral” en la que se desempeñan. Se trata de un documento que las respalda como un colectivo de mujeres activas que buscan abolir el desconocimiento alrededor del gremio y, de esa forma, instruir a las autoridades para influencias las políticas públicas que les conciernen.

En el caso de Chile, más de cuatroscientas mujeres de la Región Metropolitana fueron encuestadas para conocer cuáles eran las condiciones en que ejercen el trabajo sexual y los tipos de violencia a las que están expuestas a menudo. Agresiones que no sólo tienen por responsables a clientes o patrones (SIC) sino que además a funcionarios públicos y fiscalizadores de distintas instituciones del Estado.

Herminda Gonzaléz recuerda una madrugada en particular, después de la habitual ronda que realiza Fundación Margen por Santiago Centro: dos mujeres de nacionalidad extranjera que se encontraban en plena jornada de trabajo fueron detenidas en un clásico allanamiento de rutina. Ambas trasladadas hasta el cuartel Borgoño en la comuna de Santiago. Asegura que fueron violadas y amenazadas. Según el relato de la presidenta de Margen, los sujetos registraron sus datos y, entre insultos, las obligaron a guardar silencio porque si hablaban serían deportadas.

Ese episodio de violencia sexual aún no cumple tres años y Herminda González está segura que no es un hecho aislado y le inquieta la impunidad en la que prescriben estas situaciones porque genera una sensación de “normalidad” entre las trabajadoras sexuales ante este tipo de ataques. “Cuando (las mujeres migrantes) llegan a Chile no se percatan de la magnitud de la violencia a las que están expuestas. Ellas creen que es natural y cuando se dan cuenta de la gravedad del abuso no saben qué hacer”.

Las trabajadoras sexuales extranjeras representan el 59% de las encuestadas. Ellas, según el Informe Nacional sobre Vulneración a los Derechos Humanos de las trabajadoras sexuales de Margen y la RedTraSex, se enfrentan a una doble discriminación por su etnicidad y por ser mujer. “Al igual que las compañeras que son transexuales, son doblemente violentadas”, advierte.

Independiente de la nacionalidad de la trabajadora, un 74% de las entrevistadas declara haber sido detenida por revisión de antecedentes y controles de rutina. De esa cifra, un 63% de las mujeres que vivieron algún tipo de violencia no denuncia formalmente por miedo a represalias. “Quisimos hacer el acompañamiento para entablar una denuncia, pero las compañeras estaban muy atemorizadas y no quisieron hacerla. Una de ellas, incluso, fue parte del Taller de sensibilización con la Fiscalía pero, pese a contar su testimonio, prefirió mantener su decisión”, relata Herminda González respecto a una de las situaciones que viven las mujeres detenidas.

La urgencia que exige Fundación Margen es que quienes cometen actos de violencia de género dejen de actuar en función de sus prejuicios. “No queremos que la policía esté encima de las trabajadoras sexuales porque ellas no son mujeres alcohólicas, delincuentes ni narcotraficantes. Si ellas se arriesga a trabajar en la calle o lugares públicos para hacer contacto, es porque no se quiere estar escondiendo porque no está cometiendo ningún delito”, Herminda González, recientemente elegida integrante de la junta directiva de la RedTraSex.

La liga contra la desconfianza y la desinformación

Desde 1992 que las trabajadoras sexuales en Chile se organizan en una asociación que aboga por los derechos de las mujeres: “Ángela Lina”, el primer sindicato en el país que se conformó tras el asesinato de la joven que lleva su nombre. Así como con Ángela, se continúan viviendo situaciones de discrminación y violencia que las empujan a la clandestinidad. Mujeres que muchas veces son motivadas por la desconfianza y el permanente temor, que guardan antecedentes aún más alarmantes: Una constante invisibilización de sus derechos humanos y la impunidad que ronda a los culpables de delitos “por tratarse de agresores con alto poder adquisitivo”. Estos fueron los porqués que impulsaron el estudio de Fundación Margen avalado por la RedTraSex.

“Lo que queremos abolir no es el oficio si no que las situaciones de violencia. La violencia también es no reconocer el trabajo sexual y el desconocer que muchas mujeres ven esto como una fuente laboral”, enfatiza Herminda González. Por eso Fundación Margen está en permanentemente contacto con quienes ejercen el trabajo sexual. Protegen sus derechos, principalmente, mediante capacitaciones contra la violencia hacia las mujeres y rondas por distintas comunas, informando y entregando material útil para que ellas “se puedan defender el día de mañana si están en una situación de violencia o de abuso de poder”. Asimismo, cada año hacen campañas de adherencia para que las trabajadoras hagan valer sus derechos como mujeres y trabajadoras.

El estigma, la primera causa de vulneración

Son mujeres y sujetas de derechos como cualquier otra pero que acusan una estigmatización permanente que las envía a la marginalidad. Muchas de ellas no se esconden, tienen familias y se enamoran, son madres, hijas, dueñas de casa que, por distintas circunstancias, optaron por el oficio conocido como el “más antiguo del mundo”.

De acuerdo con los datos sistematizados en el estudio, el 28% de las trabajadoras sexuales completó su enseñanza media y el 6,9% entró a la educación superior; sólo el 0,7% logró terminar su carrera. Por el contrario, el 31,4% no logró egresar de cuarto medio pero alcanzó sus estudios secundarios. “Hoy vemos a universitarias que están ejerciendo el trabajo sexual porque no tienen cómo pagarse los estudios. Sobre todo, cuando hay más hijos estudiando y a los padres no les alcanza. Ellas se ven obligadas a buscar por sí mismas los recursos para financiar sus carreras”.

Así, se derriba un gran mito para Herminda González: las jóvenes que se desempeñan en este rubro no son mujeres sin escolaridad o analfabetas. “Llama la atención que el grupo mayoritario sea el con más años de estudio, lo cual advierte una mayor capacidad de decisión por parte de las mujeres que optan por dedicarse a este oficio”, se explica en el informe.

Para la presidenta de Margen también quedó atrás la antigua idea de que las trabajadoras sexuales sólo están en “prostíbulos de mala muerte”. “Como todo en la vida, es un oficio que ha ido evolucionando”, dice. Aunque el 36% de las encuestadas declara que se desenvuelve en las calles de Santiago haciendo el contacto con sus clientes y el 19,4% reconoce que lo practica en Night Club, Prostíbulos o Casa de Citas. También se usan otras vías para comunicarse como páginas web, apps móviles, teléfonos.

Una ley para un trabajo sexual digno

En la entrevista con el OGE, Herminda González reitera que la ley chilena no penaliza el “acto sexual consumado entre dos personas adultas”. Porque según explica eltrabajo sexual no tiene relación con las niñas que son explotadas sexualmente en redes de trata de personas con la que muchas veces son vinculadas.

Para clarificar todos estos asuntos con las autoridades, con los agentes de seguridad y fiscalizadores, la Fundación Margen cuenta con un equipo de abogados y sociólogos con quienes se asesoran para elaborar y presentar ante el próximo Congreso una propuesta de ley. Asegura que “es un proyecto que escuchó la voz de las trabajadoras sexuales y que busca que se abran espacios para ejercer el trabajo sexual dignamente”.

Queremos que sea el Ministerio de Salud quien fiscalice y resguarde que sean lugares limpios, bien cuidados y equipados, que cuenten con calefacción para las compañeras en invierno. Queremos que puedan armar cooperativas entre ellas cuando exista un jefe para que puedan hacer valer sus derechos como trabajadoras como celebrar contratos o tener jornadas laborales definidas”, reclama.

“Hay funcionarios que todavía están haciendo abuso de autoridad y no les corresponde. Ellos llegan y piden obligatoriamente el carnet de sanidad por hacerse los ‘macanudos’ como una forma de ejercer poder y hostigamiento en contra de las trabajadoras. Hoy día el control de salud sexual para las trabajadoras ya no es obligatorio. Lo que nosotras hacemos es hacer conciencia de la importancia que tiene asistir a los controles por el autocuidado que se requiere como mujer para evitar enfermedades”, denuncia González.

Este año la contienda se hará más lenta porque nuevamente deben comenzar de cero. Las trabajadoras sexuales y sus representantes saben que se trata de “un trabajo de hormiga” pero aún conservan la disposición para conocer y conversar de sus problemas más urgentes con cada una de las autoridades que ocuparán puestos ejecutivos y escaños en las salas del Congreso, a partir del 11 de marzo: tal como asegura la presidenta de la Fundación Margen, “gobierno que venga, las compañeras van a trabajar igual”.


 

Teresa Valdés, jefa de la Unidad de Género del MINSAL: “La violencia de género contra las mujeres es un problema cultural que requiere un trabajo intersectorial”

La socióloga conversó con el Observatorio de Género y Equidad para hablar sobre el cambio de perspectiva que busca impulsar MINSAL con relación a la violencia de género contra las mujeres, un problema social que afecta mayoritariamente a las mujeres y que hasta hace poco era tratado como un asunto de salud mental.

Teresa Valdés es Socióloga de la Pontificia Universidad Católica de Chile y actualmente trabaja como Jefa de la Unidad de Género del Ministerio de Salud, donde una de sus últimas misiones ha sido la de promover un cambio de mirada sobre la violencia de género hacia las mujeres para que esta sea percibida como un problema de salud pública y no de salud mental.

“Chile es un país en el que una de cada tres mujeres sufre violencia de pareja al menos una vez durante su vida adulta, lo que se evidencia en la gran cantidad de casos que se registran anualmente”. Agrega que “esta es una razón que justifica abordarla como un problema de salud pública. No es algo que hayamos inventado nosotras, es una mirada que la misma Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud han ido desarrollado durante los últimos años y que recién ahora se está tomando en cuenta en el país”.

La evidencia científica muestra que el perfil epidemiológico de las mujeres que viven violencia tienen riesgos asociados como estar propensas a cierto tipo de enfermedades en una proporción distinta a las mujeres que no la sufren. Esto es motivo suficiente para que “se cambie la mirada sobre el tema de violencia y deje de ser visto como un problema de salud mental, sino que como un problema de salud en toda su extensión”.

Sin embargo, la violencia no sólo trae consecuencias en la salud de las mujeres que sobreviven a ella sino que también impacta a nivel comunitario e interpersonal. “La violencia va destruyendo a la mujeres y a todo su entorno”, asegura la socióloga. Por ello, no es lo mismo decir que se trata de una enfermedad. “La investigación social revela que no existen “hombres violentos” que ejercen violencia contra las mujeres si no que hombres que en un contexto cultural y social se sienten con derecho a resolver sus problemas por la vía de la violencia ”. Teresa Valdés aclara que “esto sólo pasa con personas que el agresor identifica como inferiores y no pasaría, por ejemplo, con la hija del patrón”. La razón, es que la violencia de género siempre se da en el contexto de relaciones de poder, como sería la relación entre un profesor y una alumna, un jefe y la secretaria.

También se debe hacer una diferencia entre violencia de género con violencia común. “No es la misma violencia la que se produce porque la víctima pertenece a determinado género con la que se produce en una pelea de personas borrachas”. Es por esta razón que cuando hablamos de este tipo de violencia nos encontramos con una víctima que lo es sólo por su condición de género, “en que las cifras muestran que un 80% de quienes viven esa violencia son mujeres”, enfatiza la Jefa de la Unidad de Género del MINSAL.

El género como determinante social de la salud

Para avanzar en el abordaje de la violencia, la Ministra de Salud instaló una comisión, integrada por representantes de las subsecretarías, divisiones y departamentos relacionados con la temática, que formuló este cambio de mirada. Analizó la violencia de género con una perspectiva ecológica, con la mujer inserta en relaciones de pareja, familiares; en una comunidad, una sociedad y con una perspectiva de curso de vida. Es decir, que a lo largo de su desarrollo y de su vida, la mujer está situada en distintos espacios, tiene necesidades diferentes, vive conflictos y problemáticas específicas. El resultado es una política integral que considera el orden de género como determinante social de la salud. “Es primera vez que este enfoque se tiene en el Ministerio de Salud”. Teresa Valdés enfatiza sobre la urgencia de instalar esta perspectiva: “Se requiere una mirada diferente, ya que actuar sobre el individuo – en este caso las mujeres – no es suficiente para recuperar la salud o para obtener el bienestar que este necesita”.

Este bienestar está relacionado con factores como la pobreza, la generación y la condición de vida. “Antes que todo, estos factores son espacios de relaciones de poder, en donde tienes acceso o no tienes acceso, tienes calidad de vida o no, esa distribución de las desigualdades, en el caso de las relaciones de género es, en sí misma, una relación de poder”. Es por ello que se debe incorporar la perspectiva de género al diseño de políticas, entendida esta perspectiva como un determinante social de la salud. La violencia de género es “la expresión más visible y brutal de esas relaciones de poder y existe en todos los espacios, culturas e instituciones”. Entender esto, permitirá comprender mejor los factores que se asocian para que se produzca violencia.

Violencia de género y atención primaria de salud

Las mujeres que viven violencia acuden a los centros de salud familiar, pero lo hacen por problemas o enfermedades asociadas a la violencia como es la depresión. No dicen que sufren violencia, pero esa es la raíz de su problema de salud mental. O llegan al dentista con dientes quebrados y no dicen que ello es producto de violencia física.

Una de las actividades asumidas por Salud es la de capacitar a los profesionales de la red y de la atención primaria para que puedan identificar los síntomas de la violencia aun cuando no haya sido declarada y dar atención integral a esa mujer, reparar su dentadura, pero también otros apoyos para que pueda elaborar lo que vive y dar los pasos para salir de esa situación de violencia. “La semana pasada asistí a una actividad del Servicio de Salud Metropolitano Sur, donde se cerraba más de un mes de campaña contra la violencia, con seminarios, talleres y diálogos en los distintos consultorios, hospitales y en el servicio mismo. La capacitación sobre violencia apunta a eso, a que en cada nivel este tema se tome como propio y que desarrollen sus propias actividades”.

“Cuando decimos que la violencia de género es un problema de salud pública, lo que proponemos es transversalizar el tema en todos los programas de salud”. Explica Teresa Valdés que la salud se debe trabajar en distintos ámbitos, desde la promoción de la salud hasta la prevención, la detección precoz, la atención y la reparación de las consecuencias de la violencia. “Eso quiere decir que se puede intervenir en todos esos niveles y la forma de hacerlo es a través de los distintos programas, por ejemplo, de infancia, de adolescencia, de personas adultas mayores; que cuentan con instrumentos que permiten una detección precoz de la violencia”.

El programa Chile Crece Contigo es otro ejemplo. Este cuenta con una ficha de diagnóstico psicosocial que se completa al momento de acudir al primer control de embarazo. “Es una ficha en donde se pregunta sobre un conjunto de factores de riesgos en que se encuentra esa mujer, uno de los cuales es si vive violencia”, explica.

Como opera actualmente sistema, a la mujer que advierte que está viviendo violencia, se la puede visitar un par de veces, pero después suele quedar a la deriva; no existe prevención secundaria, es decir, un seguimiento adecuado con una atención integral que incluya el abordaje de la violencia y sus consecuencias para su salud. Por ello, Teresa Valdés cuestiona que el único camino sea la denuncia “porque queda sola, denunció, la pareja ya sabe que lo denunciaron y tiene que seguir en la casa, sin contar con los apoyos necesarios para enfrentar la situación. Los procesos judiciales son lentos, y ella no tiene los recursos personales para afrontar las consecuencias de la denuncia”. Agrega “nuestra preocupación es cómo acompañas y fortaleces a esa mujer para que ella tome las decisiones en el momento en que se siente preparada para ello, resguardando así su autonomía”. Las recomendaciones de expertos señalan que se debe acompañar y seguir un proceso junto a las mujeres que no estén en condiciones sociales favorables.

Relaciones igualitarias en el centro de la Salud

Para contribuir a la reducción de la violencia, el Ministerio de Salud también puede actuar a través de sus acciones de “promoción de la salud” y entenderla en un sentido amplio, que tiene que ver con la construcción de relaciones igualitarias y no sólo con la alimentación saludable, la reducción del tabaquismo u otros problemas que aparecen como más relevantes a la hora de destinar recursos y fortalecer los programas. “Nosotros hemos instalado que promover relaciones igualitarias tiene que ser el centro; como la mejor forma de prevenir la violencia de género. Hay que aprender a reconocer al otro como igual y que si quieres a alguien lo tienes que cuidar, tienes que sentir empatía y resolver los conflictos de una manera no violenta”.

Teresa Valdés cuenta que este enfoque se viene trabajando desde los años 70 y que aún así la prevalencia de la violencia de género contra las mujeres sigue siendo la misma “con las mismas 120 mil denuncias anuales, que en su gran mayoría quedan en nada”. “Se debe ir a las raíces y estas tienen que ver con las relaciones de género y de poder que se producen y reproducen desde la infancia”. De esta forma, el trabajo del Ministerio de Salud ha sido “activo en ocupar todas las llegadas y programas que tiene y así generar espacios para que efectivamente quienes vivan violencia puedan contar y recibir apoyo”. Para ello, desde 2017 se incorporó un módulo de promoción de relaciones igualitarias y prevención de la violencia de género y del embarazo en adolescentes en todas las “escuelas de gestores sociales en promoción de la salud” que implementa el Ministerio. Estas escuelas funcionaron en todas las regiones del país, con dirigentes sociales y con funcionarios de salud”.

La apuesta ha sido un cambio en la manera de abordar la violencia de género en la salud pública y en sus profesionales. Si el próximo gobierno de la coalición de derecha en Chile debiese significar una amenaza para esta iniciativa, Teresa Valdés cree que “el gobierno de Sebastián Piñera mantendrá la preocupación por la violencia de género porque es una necesidad colectiva”. Sin embargo, sí teme que se vuelva a abordar la violencia de género como en su primera administración: “En aquél entonces, la violencia de género fue abordada como un tema privado, que se solucionaba con psicólogos, a diferencia de nosotros que entendemos que este un problema cultural y social que requiere un trabajo intersectorial y en diversos espacios”.

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