Susana Huenul: “Siempre tenemos problemas con las normativas que no favorecen a las oprimidas”

Susana Huenul: “Siempre tenemos problemas con las normativas que no favorecen a las oprimidas”

Por Catalina Arenas

No se considera como una socia activa de la Red de Mujeres de Lafquenmapu porque, según aclara, no participa de las reuniones y labores que ellas realizan en el campo. Sin embargo, desde su trabajo en la Municipalidad de Tirúa se encarga de facilitar los distintos procesos para las actividades de la Red y cumplir con los objetivos que ellas se proponen. Susana Huenul Colicoy se dedica a desplegar acciones como la protección del agua, la semilla y la reforestación del bosque nativo y hoy, profundiza en los alcances de la interseccionalidad.

La interseccionalidad es un enfoque que en el último tiempo ha destacado en los discursos feministas. A fines de los 80, este concepto lo acuñó la abogada feminista afrodescendiente, Kimberlé Crenshaw. Desde ahí la académica y activista estadounidense reveló la dicotomía que despertaba la violencia de género dentro de las comunidades “negras”. Esa paradojal situación se dirimía entre no denunciar a los abusadores líderes del movimiento negro y sí denunciar los abusos y la violencia que de las mujeres, en sintonía con las mujeres feministas.

En nuestros tiempos y en contextos latinoamericanos, quien denunció la violencia contemporánea contra las mujeres indígenas en sus comunidades fue la antropóloga feminista Rita Segato, quien realizó una serie de charlas organizadas por la Universidad de Chile y la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres. Para Susana Huenul en la interseccionalidad se cruzan tres elementos clave cuando se identifican los actos de discriminación contra las mujeres: la clase, la cultura y la territorialidad.

Pasos para el debate sobre las violencias

“En Tirúa existe la violencia contra la mujer en el contexto de parejas”, asegura Susana Huenul. En la comuna de la provincia de Arauco, no hace mucho que se identifica este tipo de violencia “puertas adentro”, en las casas y en manos de un conocido: conyugue o conviviente. A150 kilómetros hacia la costa de Tirúa está Collipulli, donde ocurrió el femicidio número 23 de 2019 según los datos recopilados por la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres. Lorena Quindenao fue asesinada por su conviviente con un disparo en la cabeza y su fallecimiento fue consignado como accidental por las autoridades luego que se consumara un incendio y se hallaran dos cuerpos. El femicidio se constató cuando se entregaron los resultados de la autopsia y se encontró la escopeta. Andrés Parra, el femicida, murió por la inhalación de monóxido de carbono. Se dice que fue suicidio.

Un caso que conecta con otro tipo de violencia de género visible en la región. “Algunas personas cuentan que cuando las mujeres denuncian haber vivido situaciones de violencia y han llamado a Carabineros, no llegan”, describe la comunicadora de Tirúa. El retraso en la respuesta de las policías, la incredulidad de las autoridades ante los hechos y el cuestionamiento hacia las mujeres que logran acercarse a las comisarías para denunciar; todas estas acciones y actitudes, en suma, vulneran a las mujeres constituyendo lo que se considera violencia institucional. “La excusa que los carabineros dan es que hay zonas que ellos denominan de conflicto y que solo entran allí con tanquetas. Por eso ellos no llegan, aunque a la zona urbana de Tirúa tampoco”, agrega Huenul.

Comenta que si bien es cierto que hace cuatro años la municipalidad detectó violencia intrafamiliar, en la comuna de Tirúa ya no existe un órgano estatal de atención especializada para las mujeres que sufren violencia. “No hay herramientas o un decreto que obligue a los municipios a contar con una instancia que acoja a las víctimas y se trata de lo mínimo que el Estado debería garantizar. La actual ley de femicidio todavía es muy débil”.

La militarización del territorio Wallmapu es otro tipo de violencia institucional que se acentúa en las mujeres, tal como lo sucedido con Lorenza Cayuhan, obligada a parir a su hija engrillada en una clínica de Concepción en 2016. Cayuhan era dirigente de la comunidad mapuche Mawuidanche y fue condenada por un supuesto robo; cargos de los cuales fue sobreseída. “Siempre tenemos problemas con las normativas que no favorecen a las oprimidas y a los oprimidos”, sentencia Susana Huenul.

“En el lanzamiento del libro ‘Mujeres en defensa del territorio’, la presidenta de la organización de tejedoras de la Relmu Witral se refirió, en presencia de hombres y autoridades, a la desprotección en que están las mujeres. Esos son pequeños pasitos para poner estos temas en el debate”, comenta. Huenul, autora del texto la ‘Importancia de la memoria y los saberes locales frente a la profundización del modelo económico’, dice que estas violencias responden a un problema mayor como es la violencia de carácter colonial. Una percepción que se explica de la perspectiva decolonial que implica la superar la matriz de poder frente a la liberación de quienes pertenecen a la comunidad mapuche.

Mujeres en red

“Les entrego información para que puedan gestionar sus tiempos y conversen con sus maridos, para que ellos ya no les controlen las salidas cuando van a reuniones” cuenta Susana Huenul. Fue a un año de empezar a trabajar en Tirúa, en 2014, cuando comenzó a identificar el problema de la violencia contra las mujeres desde una perspectiva territorial y con énfasis en el papel que tienen las mujeres de la zona.

Antes de eso, las iniciativas que promovía el municipio – por ejemplo – eran principalmente talleres vinculados a manualidades como tejido con lana acrílica, costuras y bordados. Entonces, para revertir esta situación de dependencia entre las organizaciones y la Municipalidad, es que en la oficina de mujeres decidieron empoderar a las agrupaciones, realizando diferentes encuentros, compartiendo información sobre el quehacer en el campo y experiencias respecto a la defensa del territorio. “En todo ese proceso de diálogo se hicieron ejercicios de memoria, en los cuales las mujeres comenzaron a recordar cómo era el cultivo de los alimentos. Es ahí cuando surge el recuerdo del Trafkintu, que es el intercambio de las semillas en redes familiares”, relata Susana Huenul.

La intención de las mujeres por proteger las semillas se vincula, primero, con la cosmovisión Mapuche y el papel de ellas como dadoras de vida. Y segundo, con el ecofeminismo que revindica la relación de la sociedad con la defensa de la naturaleza y el territorio. Las motivaciones que impulsan el trabajo de la Red de Mujeres de Lafquenmapu son claros. “En este territorio es transversal la vulneración de derechos ambientales y culturales que ocasiona la presencia de la industria forestal, que con su monocultivo de árboles exóticos genera un dominó de destrucción”, denuncia la comunicadora social.

Esta articulación de mujeres de a poco ha ganado un sentido político, independiente de su propia organización. Huenul ha presenciado las transformaciones; mujeres que cambian sus hábitos de alimentos junto a sus familias, otras que antes no las motivaba la huerta y ahora sí trabajan en ella y mujeres que han mejorado notoriamente su autoestima. “Hemos tratado de revertir la situación realizando un trabajo que nos ha permitido ir valorando los saberes que poseen las mujeres asociadas a sus identidades”.

Identidades para todas las mujeres

Susana Huenul focaliza su trabajo como comunicadora fortaleciendo la capacidad de agenciamiento de las mujeres organizadas en Tirúa desde la Municipalidad. “He tratado de siempre tener presente cómo inciden las distintas identidades que confluyen en las organizaciones porque somos todas mujeres; ya sean Mapuche, campesinas, trabajadoras asalariadas, las que provienen de programas de emergencia y, las que llamamos, cuidadoras de la tierra y de las de semillas”.

No obstante, el Estado y la institucionalidad encargada de acercar los mecanismos de aplicación de derechos para la prevención y erradicación de la violencia contra las mujeres no están dando respuesta a estas problemáticas por el desconocimiento y la banalización de la discusión en materia de políticas públicas. “Es muy lamentable explicar cosas que son obvias para los organismos que piensan y diseñan las políticas públicas, muchas veces en las zonas rurales no hay diálogo. Acá no somos capaces de estipular prácticas que ayuden a erradicar la violencia y discriminación contra las mujeres”.

Del mismo modo agrega que se desconoce la existencia de instrumentos de derechos humanos como la Convención Belém do Pará. No obstante, reconoce la existencia de experiencias positivas. “En Tirúa, la Mesa por la No Violencia contra la Mujer ha realizado acciones de sensibilización que apuntan a hacer conciencia sobre la violencia y la discriminación que viven las mujeres. Se trata de un trabajo muy a pequeña escala y con pocos recursos”.

Como respuesta a lo anterior, las mujeres de Lafquenmapu son capaces de organizarse frente a las desigualdades sociales y la exclusión latente, a pesar de las diferencias que las convocan. Es así, con ese entusiasmo y gestión como finalmente Susana Huenul cree que sí se puede avanzar en los objetivos de la interseccionalidad como el reconocimiento de los múltiples sistemas de dominación que ocurren simultáneamente. “En el caso de Lafquenmapu en Tirúa, este objetivo ya ha tenido un cierto avance en el sentido de desmenuzar los problemas que vivimos, pero requiere articulación, organización y trabajo formativo”.

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