Gloria Laso, actriz: “El recuerdo y la sensación que viví con ellas no se va, está ahí presente”

Gloria Laso, actriz: “El recuerdo y la sensación que viví con ellas no se va, está ahí presente”

Por Catalina Arenas

“Nos llevaron a un lugar de detenidos desaparecidos, era Cuatro Álamos. Ahí sí pudimos conversar, estábamos en una celda con dos camarotes, dormíamos de a dos o tres por cama, envueltas en unas frazadas. Todo el mundo con la ropa puesta, éramos seis mujeres”. La reconocida actriz y directora de teatro Gloria Laso rasguñó piedras, sobrevivió a la dictadura y contó su verdad; se contactó con las familias de sus compañeras de celda, muchas de ellas aún desaparecidas. Sus vidas quedaron entrelazadas para siempre.

Con casi media década de trayectoria en las tablas, televisión y cine, y a 45 años del golpe de Estado, la intérprete saca una hoja en blanco y anota sus comentarios al margen a propósito de su vivencia en los centros de detención José Domingo Cañas y Cuatro Álamos, y de los diez años que la mantuvieron en el exilio. No se considera una víctima y le gusta su vida, sin embargo, esta se quebró y perdió la alegría, pero no su sonrisa ni satírico humor.

Una máquina del tiempo directo al pasado

Gloria Laso quiso retomar su vida en Chile y regresó tras vivir en Francia, España y Cuba. Aterrizó y, según sus palabras, sintió que volvió a 1957 porque no solo su visión del país cambió irremediablemente, ella no era la misma. Recuerda que cuando era una niña “el norte de las mujeres era casarse bien, o sea, con un tipo con plata, que tuviera una buena situación económica y social”. Con todo, lo explica como un asunto formal que “se replicaba en todas las clases”. “Los hombres engañaban a las mujeres y les pegaban por igual; en la clase alta era como si no pasara nada y en las bajas las mujeres no denunciaban porque sentían que a nadie les importaba”, ejemplifica.

Quien en los años ’80 pisaba suelo nacional era otra Gloria Laso, una mujer con más herramientas, capaz de entender “que Chile es un país tremendamente aislado, encerrado en sí mismo y pueblerino”. “Me encontré aquí con Manila, tal cual como si hubiese aterrizado en Filipinas”. En la sociedad criolla chilena  “volvieron a ser importante las apariencias, con quién te casaras para que te resolviera la vida porque se entendía que las mujeres eran incapaces de hacer una vida y desarrollarse solas”.

Un ejemplo de las situaciones que se denuncian y replican en las protestas del actual movimiento feminista, en la relación profesor-alumna. “Los profesores le decían a la estudiante ‘para qué estudia si usted va a llegar (a titularse), se va a casar y va a colgar el cartón. Le está quitando la posibilidad a alguien que sí va a ser jefe de familia y va a tener que mantenerla’. Y muchas hacían caso, yo tengo amigas que estudiaron y que jamás en la vida trabajaron ni ejercieron la profesión”.

Por su experiencia, Laso advierte que “hay cambios que son producto de un proceso que experimentaron las mujeres: ellas han ido cada vez atreviéndose a más, superando el miedo y la inseguridad de sí mismas” porque antes “las mujeres no se separaban porque no tenían de qué más vivir, no porque negaran que vivían todo tipo de violencia”.

“Lo que viví con ellas es intransferible”

La actriz recuerda lo que significó que seis mujeres la cobijaran en una desierta celda de Cuatro Álamos, en condiciones extremas. Dos de ellas todavía permanecen desaparecidas y en esta entrevista recrear los recuerdos de esas historias.

María Elena González se dedicaba a enseñar, era profesora normalista en Chillán. Participaba del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) y tenía 22 años al momento de su detención. Era hija de padres humildes pero que lograron con esfuerzo que sus hijos estudiaran. “Ellos tenían un alto nivel de conciencia y una hermosa calidad humana”, sintetiza su compañera de detención.

Pese a la hostilidad y crueldad que imperaba en el centro de tortura, Gloria Laso recuerda una anécdota a propósito de que la profesora sabía mucho de cocina: “María Elena sabía hacer empanadas, nos daba la receta, pero todo medido en platos. Todas nos reíamos de eso”. Con sus ojos llenos de entusiasmo cuenta que hace un mes la llamó la hermana menor de María Elena que tras 45 años, recién había conseguido su número para agradecerle que haya visitado a sus padres con noticias de su hermana.

“Estábamos como en medio del Sahara, nada importaba más que la vida de la persona que estaba a mi lado. Entonces, la relación que se producía entre nosotras era muy potente y de mucho afecto. Todas contenían a la que llegaba, te hacían cariño, se preocupaban, te tranquilizaban y te cuidaban”, recuerda Laso.

Muriel Dockendorff trabajaba en IANSA cuando ocurrió el golpe militar. También era poeta en las cercanías de Temuco, en la Región de la Araucanía. Le hizo clases a jóvenes mapuche como a Elicura Chihuailaf, actual cónyuge de la sobrina de Gloria Laso. “La Muriel nunca supo que había dejado la tremenda semilla en Elicura, quien hoy es un gran poeta”. Dockendorff había contraído matrimonio apenas dos meses antes de que fuera detenida y coincidiera con la reclusión de Gloria. A ella y su marido se los llevaron a un calabozo, pero su esposo Juan Miguel Molina Manzor la defendió, se culpó y la soltaron. Después de un tiempo, Marcia Alejandra Merino (apodada «la flaca Alejandra») la mejor amiga de Muriel Dockendorff, la entregó por segunda vez. Desde entonces que no se conoce su paradero. La ilusión rota de una pareja de jóvenes a causa de la dictadura y la represión de la DINA.

Gloria Laso relata un increíble encuentro: “Pasaron como 20 años y fui a una fiesta en la Embajada de Chile en Colombia y de repente apareció Juan Miguel. Toda la gente se quedó callada, parecía que todos sabían su historia, menos yo que solo conocía su nombre porque ella (Muriel) me habló mucho de él.  Se acercó, se hizo un silencio y se puso a llorar como un niño. Finalmente, me dijo ‘soy el marido de la Muriel’.  Hablamos y me contó que se había casado y que tenía hijos, pero que Muriel sería su amor para siempre. Me trajo unos delfines de madera tallados por él y una foto de ella. Me dijo que era la única foto que tenía, pero que quería regalármela porque él la lleva en su corazón.»

A horas de ser liberada, Gloria Laso recuerda que le entregó a Muriel un suéter de cachemira blanco porque tenía frío, al rato la perdió de vista porque Osvaldo “el Guatón” Romo se la llevó a tortura. “Se llevó mi chaleco y supongo que la habrán matado con él”. Eso cree. Años más tarde Gloria Laso se reunió con Cecilia, una prima de Muriel que “me dijo que me tenía un regalo, un chaleco cachemira blanco precioso y me dijo ‘toma, te lo manda la Muriel’”.

Una historia de película, el vínculo entre Muriel y Gloria está colmado de situaciones y experiencias que se desbordan en esta entrevista. Más allá de las ironías de la vida, con nostalgia Laso insiste en que estos momentos “son súper difíciles de traspasar pero que, en el fondo, pasan los años y la relación, el recuerdo y la sensación que viví con ellas no se va, siempre está ahí presente”.

Por el lado más agraz, recuerda la personalidad y acciones de algunas mujeres que para Gloria Laso son imperdonables. Al menos dos mujeres colaboraron con la DINA (también con la CNI) estando detenida, que entregaron los nombres de personas que participaban en partidos de izquierda y movimientos de oposición a la dictadura. Una de ellas es Marcia Alejandra Merino, la «flaca Alejandra», una ex mirista responsable de la búsqueda de casas de seguridad antes del golpe de Estado.

“La Flaca Alejandra fue a mi casa un año antes del golpe con un amigo y me preguntó ‘si yo escondería a alguien’ y le dije ‘claro, por supuesto’ porque no tenía idea qué era un golpe de Estado”. Merino, delataría a Gloria Laso y a Muriel Dockendorff.

Salvadores de la patria

En 2017, la Corte Suprema confirmó una nueva condena en contra del ex agente de la DINA Miguel Krassnoff por torturas y otros vejámenes hacia seis mujeres detenidas en José Domingo Cañas, entre ellas Gloria Laso. La defensa acérrima de Angie Bassa (cónyuge de Krassnoff) defendiéndolo de todas las acusaciones que pesan, indigna a la actriz. “Es una rabia espantosa la que siento, en particular por las mujeres con las que yo estuve, que están desaparecidas y fueron torturadas por él. A la Muriel le nombraban a Krassnoff y comenzaba a tiritar, se ponía pálida. No puedo explicar el nivel de pánico que ese hombre provocaba en ellas”, recuerda Laso.

Miguel Krassnoff es uno de los psicópatas más grandes que hubo dentro de la DINA, fue, por lejos, uno de los tipos más malos, un demente (…) él no cumplió ningún deber patriótico torturando a cabras chicas ni a mujeres embarazadas” como argumenta Bassa en la carta con que defiende al ex brigadier.

En la misiva que escribió para la conmemoración de los 40 años del golpe de Estado, Bassa también se refiere al ‘ejército marxista’ que Gloria repite hasta el cansancio que no existía. “Estuve presa con niñas de 17 años embarazadas de ocho meses, con un par de cabras de 22 años que están desaparecidas y con mamás de cabros que estaban arrancándose (…) lo único que hicieron fue torturar y asesinar a cabros chicos, estudiantes y personas que no se podían defender de ninguna manera, me parece de una cobardía y de una patudez tan grande dirigirse en términos de los salvadores de la patria”.

«¿No dicen que son tan hombres?»

Para Gloria Laso el fin del silencio significa que quienes dicen ser ‘tan hombres’, “asuman lo que hicieron y que enfrenten la responsabilidad, la crueldad y maldad de lo que fueron capaces de hacer y hablen hoy”. Está segura de que ellos – los perpetradores – conocen cada historia en detalle de lo que les pasó a las personas que actualmente permanecen desaparecidas. “Para eso hay que ser ‘muy hombre’ y me parece que este no es el caso”, sentencia.

Así como reveló que estuvo detenida con la mayoría de las 119 personas que fueron víctima de la Operación Colombo (acción liderada por la DINA entre 1974 y 1975, que ocultó el asesinato de personas vinculadas al MIR que aún están desaparecidas) denuncia que “hay un grupo de civiles que utilizaron bastante a estos psicópatas, que se hicieron los locos con lo que otros hacían; lo sabían perfectamente y estaban completamente de acuerdo. Creo que entre los civiles había autores intelectuales y cómplices”.

A 45 años, Gloria Laso no tiene patente en su memoria ni el día del golpe militar, ni menos el de su detención, sino que el 4 de septiembre de 1970 cuando Salvador Allende ganó las elecciones presidenciales. Para ella significó un cambio, le impactó la cantidad de gente que salió a las calles y esa esperanza que se encendió, como quien incendia la pradera. “Las palabras de Salvador Allende son proféticas y muy vigentes porque va a llegar ese día en el que haya una sociedad justa. Porque la humanidad sí avanza y las personas han tomando cada vez más conciencia de la crueldad que hubo”.

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