Juan Fuenzalida, sacerdote jesuita: “El tema del abuso de las mujeres se invisibiliza, no solamente en la iglesia, pero particularmente en la iglesia”

Juan Fuenzalida, sacerdote jesuita: “El tema del abuso de las mujeres se invisibiliza, no solamente en la iglesia, pero particularmente en la iglesia”

Por Tatiana Hernández

Juan Fuenzalida es uno de los sacerdotes jesuitas que vive en la comunidad Anillén, junto a la familia Huenuman, cerca de Tirúa. Llegó en el año 2012 y parte de sus funciones es acompañar a una de las principales organizaciones de mujeres de la comuna en el fortalecimiento de las condiciones para el empoderamiento económico y social de ellas y de sus comunidades. Cuando le pedimos que participara en este boletín, lo hicimos convencidas de que era importante escuchar la voz de un cura comprometido con una iglesia en el pueblo, situado en una realidad concreta, y que era importante contar con una voz de los hombres de la iglesia católica, aquella configuración en la que se encarna el abuso sexual contra niños, niñas y mujeres. Idealmente queríamos contar con una columna de opinión, pero él prefirió conversar con nosotras “hace rato que no escribo, desde que llegué a Tirúa mi forma de poner en común mis ideas es distinta (…) mis temas también son otros, pero entiendo la idea de preguntarme sobre este problema, es un tema que nos convoca a todos y todas”.

Juan es un hombre que en general sonríe mucho y tira la talla mientras conversa, sin embargo, el tono grave y pausado en sus respuestas nos hacen sentir que el tema no es fácil y la pregunta con la que comenzamos tampoco.

Juan, la magnitud de la fractura en las personas víctimas de abuso sexual y en las comunidades es tan profunda, ¿Crees que será posible reparar esta fractura?

Creo fervientemente que sí, que es posible reparar. Desde la visión cristiana la reparación, la reconciliación en palabras cristianas, es posible. Es parte del mensaje de Jesús. Ahora bien, creo que eso demora y es necesario que demore. Yo creo que una de las grandes tentaciones para la iglesia puede ser tratar de pasar por esto rápidamente, disponer de algunas situaciones y algunas medidas que no terminen de acoger en verdad y en profundidad lo que se ha vivido, los abusos que se han cometido, las víctimas, las personas y las situaciones que lo producen.  Y para eso hay que detenerse, hay que mirar, hay que recibir de alguna forma el mensaje que nos están dando desde afuera o desde adentro también.

La iglesia puede favorecer o combatir la impunidad de los crímenes cometidos sobre niños/as, jóvenes y mujeres ¿Cómo crees que debería ser esta acción, para garantizar la no repetición de estos actos y abordar la demanda ética de justicia de las víctimas?

El no repetir pasa por procesos a todo nivel en las comunidades de la iglesia. Parte importante del proceso pasa porque las comunidades estén empoderadas en su deber de la prevención, que pasa también por crear relaciones sanas de la gente con los sacerdotes y de los sacerdotes con la gente, con el clero en general. De que somos hermanos, de que somos seres humanos, muchas veces a la gente les cuesta eso, les cuesta y terminan ayudándonos a que nos creamos que no lo somos. A veces hay que preguntarse si la palabra “padre” ayuda o no ayuda, el tipo de relaciones que establecemos, donde hoy es el poder lo que las define. También pasa por otro nivel, por la formación de los futuros sacerdotes, por los seminarios, por los filtros que tiene que haber, por ayudarnos a ver nuestros puntos ciegos, que nos iluminen respecto de eso. Y pasa también por las autoridades de la iglesia que tienen que ser formada y reconocer cuales son los mecanismos de justicia necesarios,los procesos de denuncia sanos y adecuados para la comunidad y las propias responsabilidades que hay frente a las situaciones de abuso.

¿A qué te refieres con los puntos ciegos?

Todos tenemos puntos ciegos, cosas que no vemos, y que eso no lo vemos por la posición en que estamos.  En la iglesia también los tenemos. Hay modos de nuestra formación como religioso -estoy hablando de los jesuitas-, frases que tenemos de nuestro fundador, de nuestra constitución por el tiempo en que se escribieron, por el modo en que se han vivido que eran naturales, correctas y posibles en un momento de la historia, pero ya no son así y hay que revisarlo.  Por ejemplo, nuestra relación con la obediencia, como entendemos la obediencia.  ¿la obediencia es ciega? ¿podemos decir que la obediencia es ciega? Esas cosas tenemos que cambiar. Nosotros como iglesia estamos invitados a reconocer los signos de los tiempos, es decir a mirar y escuchar lo que el Espíritu Santo nos dice en la historia, no solamente lo que nos dice a través del evangelio, a través de la vida de Jesús, a través de los primeros padres de la iglesia, los teólogos, las liturgias. Es importante cómo la sociedad nos empieza a iluminar en estas temáticas de las relaciones desiguales de poder y abusivas, de las relaciones con la mujer respecto de la iglesia, en específico a mi me parece que son fundamentales de revisar, la participación de la mujer a distintos niveles y la responsabilidades que tienen, el espacio y el lugar que tienen, en un cuerpo como la iglesia donde la autoridad está centrada fundamentalmente en lo masculino, hoy a la luz de lo que la sociedad está viviendo, tenemos que revisarlo como iglesia y preguntarnos qué es lo que Dios quiere para nosotros como comunidad, si es esta estructura que tenemos ahora o hay otro modo de vivir como iglesia, como comunidad.

¿Qué pasa con la demanda ética de justicia de las víctimas?

No se han cometido crímenes contra niños, niñas, mujeres, sino que, contra personas con una historia concreta, con un nombre específico, y en ese sentido la necesidad de justicia se vuelve también específica en cada uno de ellos y eso es importante de abordar de forma individual y personalizada. Ahora lo básico es tener claro que las víctimas requieren de procesos transparentes que ayuden a abordar la situación, donde se sientan tratadas como personas, se sientan escuchadas. Muchos de los que han comenzado con estos procesos han alegado a la iglesia que no hemos sido capaz de escuchar, de acoger, los hemos maltratado, los hemos tratado de mentirosos, de tratar de destruir la iglesia y no hemos reconocido realmente que hay una verdad detrás y que es necesario dar el espacio.

Tú dices que cada víctima debería tener la justicia que espera ¿Qué entiende la iglesia por justicia en estos casos? ¿Qué implica?

Para que haya reconciliación lo que cada uno necesita es distinto, la justicia tiene que pasar por un proceso personalizado. ¿Qué implica la justicia? yo creo que la justicia es que cada uno reciba lo que corresponda, y lo que nos corresponde primero es ser tratado como personas, ese es el primer acto de justicia que hay de unos con otros, somos todos personas, los niños, las mujeres, todos. Tenemos una dignidad básica inalienable, todos. Cuando eso se ha roto, cuando eso se ha quebrado, el problema es entonces cómo actuar.  Está el nivel de la justicia del ordenamiento jurídico y está el de la canónica eclesial. Frente a eso, primero creo que debemos pelear como sociedad para que exista imprescriptibilidad de los delitos sexuales contra menores.  La sociedad lo ha dicho, lo iglesia lo ha dicho y debemos luchar por eso. Ahí hay un acto necesario, las victimas requieren tiempo y en el tiempo que prescriben estos crímenes, muchas de ellas no han logrado alzar la voz.  A parte de eso, hay cosas que tendrán que pasar según el crimen: por la cárcel, compensación económica u otra medida de reparación que deberán determinar los jueces.  A nivel eclesiástico, si son personas de la iglesia la que cometen los delitos, tendrán que pasar también por una justicia eclesiástica, que no puede reemplazar a la justicia civil, sino que añade otro nivel de justicia. Pasará por sanciones de posibilidad de ejercer ministerio sacerdotal, suspensiones, de expulsiones en algunos casos, dependerá de la fuerza del delito cometido.  En ambos casos, lo que hay que de fondo es tratar de encontrar el bien para la persona afectada, y en eso también es importante cómo cuidamos que la sociedad y la iglesia no revictimicen a quien ha sido dañada y podamos reparar el daño realmente.

El garantizar el derecho a la integralidad y a vivir una vida libre de violencia en niños/as, jóvenes y mujeres -principales víctimas del abuso sexual de hombres de la iglesia- es una responsabilidad del Estado.  Sin embargo, la iglesia puede y debe generar acciones que contribuyan en el valor público de la vida digna e integra de las niñas, niños, jóvenes y mujeres ¿qué está haciendo al Compañía de Jesús para que esto nunca más suceda? 

Frente a lo que se está haciendo y lo que se debe hacer para que nunca más sucedan los abusos, los jesuitas tenemos una comisión de prevención bien amplia donde hay psicólogas, una abogada, profesionales en derechos humanos, sacerdotes de derecho canónico, sacerdotes en teología -no jesuitas-, que nos ayuden a mirar estos puntos ciegos. Hemos conversado entre nosotros sobre las dinámicas de poder que se dan entre nosotros -una temática muy importante-, y cómo estas, si son mal manejadas, pueden llegar a situaciones de abuso, con hombres, con mujeres, laborales, y en casos extremos con menores. También es importante conocer los protocolos de acción frente a las situaciones de quienes trabajan con niños y niñas en los colegios, parroquias y otros espacios: desde las puertas que tienen que ser transparentes o semi transparentes, cuidar los espacios físicos que sean seguros para niños y niñas, indicaciones de qué hacer con las actividades donde quienes asisten se quedan a dormir, claridad de cuántos adultos tienen que ir a cargo y que no pueden ser sólo sacerdotes, etc. Hay también una serie de medidas frente a los casos cuando hay acusaciones o denuncias.  Hay gente encargada en las distintas instituciones, de recibir las denuncias. Los protocolos son pasos importantes que nos dan marcos de referencia y que además en las relaciones institucionales, marcan las reglas del juego.  El siguiente paso que hay que dar es en las dinámicas de poder por un lado y ahí es importante ser iluminados por gente de afuera.

Si bien es un siguiente paso, las dinámicas de poder están cruzadas por relaciones de género, por construcciones sociales y culturales de género, hay una construcción hegemónica de la masculinidad que facilita el abuso y por otro lado una construcción de la idea de ser mujer que puede naturalizar el abuso vivido.  En las acciones de prevención, ¿está esta reflexión?

Estamos recién tomando conciencia a nivel más general y de lo extensivo que es el abuso sexual, que es el tema más descarnado.  El tema del abuso de las mujeres se invisibiliza, no solamente en la iglesia, pero particularmente en la iglesia porque lo otro es tan descarnado, tan ruda la cantidad de abusos a jóvenes y niños que los otros temas de abuso más amplio como abuso de poder, o abusos sexuales a mujeres adultas es un tema que debemos abordar prontamente.  Sin duda es un tema de país, pero a nivel eclesial nos falta sensibilidad y el otro abuso nos eclipsó.  No me cabe dudas que debe ser un paso que debemos dar y que tenemos que hacerlo de la mejor forma. El tratamiento hoy está centrado en niños y niñas, y la reflexión como dinámica de poder está comenzando a surgir en la iglesia.

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