Las mujeres en el mundo laboral: ¿Inserción real?

Las mujeres en el mundo laboral: ¿Inserción real?

A pocos días de conmemorar el Día de la Mujer Trabajadora el próximo 8M, revisamos junto a dos expertas los avances en materia de derechos laborales, además de los cambios pendientes a nivel político y cultural.

Marcela Alarcón (57) tiene tres hijos, es asistente ejecutiva del Club Deportivo Huachipato de la región del Biobío. Desde 1990 hasta la actualidad trabaja en el mismo lugar, pero en 2012, luego de una restructuración de la empresa, la despidieron junto con su compañera, les pagaron su finiquito, pero sólo a ella le ofrecieron contratarla nuevamente.

Tenía miedo, pensaba que a su edad y en Concepción no podría encontrar trabajo. La situación en la familia no era la más favorable para quedarse sin ingresos, pues una de sus hijas estaba terminando la universidad, mientras que los otros dos estaban próximos a salir de Cuarto Medio. Pero las condiciones serían diferentes: su contrato estipularía que ganaría por un 30% menos del sueldo que ganaba antes en la misma organización.

¿Qué podía hacer ante esa encrucijada? Marcela decidió que lo mejor para su familia era aceptar la oferta, en ese momento. Hoy, en 2019, a tres años de jubilar, entra a las diez de la mañana, pero sale casi siempre a las nueve de la noche, pese a que su jornada termina a las 19 horas por contrato. Aunque su carga de trabajo le impide dejar su escritorio antes y no le pagan horas extras.

Tras los despidos y recorte de presupuesto de la empresa en que trabaja, no quiso quedarse de brazos cruzados y comenzó una carrera como dirigenta sindical, rol que le ha permitido reunirse con otras mujeres y en su experiencia considera que actualmente en Chile el trabajo de las mujeres sigue siendo menospreciado. “Nos miran como funcionarias de quinta categoría. Gracias a mi expertise como dirigenta he descubierto que es un problema transversal”, cuenta. Marcela no es muy positiva. En lo cotidiano es testigo de que le exijan cuidar su aspecto físico, a diferencia de sus compañeros de género masculino. “Estamos lejos de igualarnos con los hombres”.

Breve diagnóstico

En torno a este tipo de temáticas reflexiona la abogada Francisca Millán, integrante de AML Defensa de Mujeres. Se trata de un estudio jurídico que nació a partir de la inquietud de cuatro profesionales del área al ver que el sistema de administración de justicia no satisfacía en específico causas de familia, penales o laborales que involucran la vulneración de derechos de mujeres.

Si bien la inserción en el mundo del trabajo ha mejorado en cantidad, Francisca es crítica y un tanto negativa en su diagnóstico. “Lo que cabe preguntarse es qué tipo de trabajos están ejerciendo las mujeres, en qué condiciones y cómo se les paga”.

La vocera de AML Defensa de Mujeres reconoce que hay más mujeres en el mercado laboral, pero es estricta: “Eso no significa una mejora sustantiva de las condiciones, ni el resguardo de sus derechos. En general, están más precarizadas, suelen hacerse cargo del trabajo doméstico y esto merma su desarrollo con respecto a los hombres”.

La abogada considera que lo principal al hablar de nuestros derechos laborales es centrarse en disminuir la precarización, partiendo por evitar “normativas que se quedan en intenciones, como la ley de brecha salarial que no asegura su efectividad, no se fiscaliza y tampoco implica sanciones”.

Tatiana Martínez (42), socióloga, tiene una hija de tres años. Por ahora se dedica a las tareas domésticas y a criar a su pequeña, pero hasta 2017 trabajó en un organismo público que analiza y difunde estadísticas. Se mantuvo dos años en la institución contratada a honorarios, pero debía cumplir horarios y se le exigía lo mismo que a una persona de planta o a contrata. Cuando supo de su embarazo, tuvo miedo de perder su puesto, pero tuvo derecho a postnatal y fuero, sin embargo, su proyección en ese espacio laboral se vio truncada cuando necesitó conseguir una sala cuna para dejar a su hija durante su horario laboral: al ser una funcionaria a honorarios del estado, no fue prioridad para acceder a un cupo y debió optar entre dejar su carrera profesional o dedicarse a la crianza.

“Siento que no tuve apoyo realmente con la sala cuna, y fue muy difícil tomar la decisión de dejar mi trabajo, porque siempre he trabajado. Mi vida cambió”, dice. Esta situación le provocó tal nivel de estrés y depresión que ha estado durante tres años con un tratamiento siquiátrico y sicológico.

Tatiana reconoce que han habido mejoras en cuanto a la inserción del trabajo para las mujeres, pero, de acuerdo a lo que vivió, considera que todavía existen barreras y discriminaciones. “A los tres meses de embarazo fui a una entrevista de trabajo y me dijeron que estaba descartada, que no servía para el puesto”, comenta.

“Sueño que mi hija estudie lo que quiera, que pueda elegir, que pueda ser libre y, si quiere ser mamá, no tenga que andar ‘arreglándoselas”’.

¿Cómo avanzar?

En mayo de 2018, durante las movilizaciones feministas, el gobierno de Sebastián Piñera anunció doce medidas para promover la equidad de género. Entre ellas se encontraba el proyecto de ley de Sala Cuna Universal, que busca evitar la discriminación de las mujeres a la hora de ser contratadas y, al mismo tiempo, establecerlo como un principio de corresponsabilidad parental para que, tanto hombres como mujeres, puedan contar con este derecho y ayudar a desmitificar a nivel cultural que es la mujer quien debe encargarse de los hijos.

Esta medida sin duda es un aporte, pero está lejos de significar un cambio sustancial, dado que no todas las mujeres son madres. Además, faltan varias aristas que cubrir para que las condiciones de los espacios laborales sean propicias para nosotras, pues todavía está pendiente mejorar los protocolos de acoso sexual laboral, además de afinar la ley de brecha salarial, o incentivar el acceso a puestos de poder.

La socióloga Tatiana Hernández, del Observatorio de Género y Equidad, coincide con Francisca en cuanto a cómo se incorporan al trabajo hoy y, asimismo, considera que todavía las organizaciones, las empresas y el mismo estado siguen en deuda por mejorar la forma en que se le incluye en estos espacios.

“Esto tiene que ver con el desarrollo y la mantención de las mujeres en lo laboral. ¿Han hecho algo para cambiar la cultura organizacional de la empresa?, ¿entienden que esos lugares son casi sólo aptos para hombres?, ¿cómo previenen el acoso sexual laboral?, ¿promueven que mujeres participen de cargos de toma de decisión?”, se pregunta.

 

Además, la experta destaca que la brecha salarial debe dejar de relacionarse con la maternidad, pues, para ella, la principal diferencia entre el trabajo que ejercen hombres y mujeres está dada por una valorización distinta de éste. “Se relaciona con un imaginario en que nuestro trabajo vale menos que el de los hombres”. Al mismo tiempo, la investigadora cuestiona arduamente el vínculo que existe entre las tareas de cuidado y el trabajo doméstico no remunerado. “Mientras tengamos normativas como el artículo 203 del Código del Trabajo, que vincula la maternidad o el cuidado de personas dependientes, va a asociarse exclusivamente a las mujeres. Hay barreras que se pueden cambiar, pero que están arraigadas en lo cultural”.

Tatiana tiene esperanza en que se perfeccione el sistema, aunque insiste en que lo más difícil de favorecernos es que la sociedad se despoje de creencias culturales arcaicas. Al mismo tiempo, es partidaria de dejar de ver a la mujer como el “segundo sueldo de un hogar”, o pensar que su trabajo tiene un valor distinto. Mientras eso exista es complejo avanzar en políticas. “Si no nos vamos a la intimidad del contrato social de los hombres y mujeres en sus casas, no sacamos mucho mejorando lo público”.

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