Mara Viveros, académica colombiana: «Si un movimiento que se dice progresista no es antisexista, antirracista, anti homofóbico, no tiene un horizonte emancipatorio»

Mara Viveros, académica colombiana: «Si un movimiento que se dice progresista no es antisexista, antirracista, anti homofóbico, no tiene un horizonte emancipatorio»

Por Daniel Meza Riquelme

Mara Viveros es académica de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia y doctora en Antropología de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París. Estuvo en Chile a inicio de septiembre, invitada por la Universidad de Chile y y Centro de Estudios de Género y Cultura en América Latina (CEGECAL).

En entrevista con el OGE, Viveros diagnóstica que el principal problema que tienen algunos de los movimientos sociales de la América Latina es la ausencia de un análisis relacional del poder. “Se dejó de hablar (de clase social) casi que desde los noventa. Es grave porque se visibilizaron otras fuentes de opresión como el género, la sexualidad, la etnicidad y la raza pero muchas veces se visibilizan en detrimento de un ocultamiento de las desigualdades de clase, es absurdo”. Agrega que “no podemos entender el racismo sin el clasismo, el racismo tiene marcas de clase, las clases sociales tienen color” y “tiene mucho que ver con esa celebración de la diferencia que lo que hizo fue desconectar la diferencia de la desigualdad social”.

Entonces, plantea, al estar la clase, la raza y el género concatenados a lo largo de la historia, se hace necesario un sistema de alianzas entre los diferentes grupos oprimidos, con la finalidad de subvertir las estructuras de poder existentes. “Quienes más han incursionado en esas alianzas son grupos de mujeres, movimientos de mujeres, que necesitan de hombres para librar luchas que parecieran más generales. Pero que no están desligadas del género. Estoy pensando, fundamentalmente, en las luchas por la defensa del territorio”.

No obstante, piensa que el sistema de alianzas entre los movimientos sociales de mujeres y otros grupos oprimidos siempre debe estar. Ahí radica su potencialidad,  en concordancia con objetivos políticos. “Tú puedes ceder algunas cosas, pero no lo fundamental”. “Porque recientemente surgió una discusión muy similar (en Colombia) respecto a un candidato (Hollman Morris) a la alcaldía (de Bogotá) que es bastante progresista, pero que tenía acusaciones de haber sido maltratador de su ex compañera. Entonces, ahí el movimiento social de mujeres desistió de apoyar esa campaña pese a que era progresista y era alguien de izquierda. Porque esa izquierda no nos interesa a las mujeres que tenemos un horizonte emancipatorio”.

Plantea que el feminismo interseccional tiene el potencial de hacernos repensar las diferentes historias comunitarias y los relatos oficiales de la región. Porque “la invitación que también hace la interseccionalidad es a romper con las historias únicas porque son simplistas y se trata de ver que ninguna categoría es homogénea”.  Además, es una forma de “conectar la pluralidad de voces que tenemos que aprender a escuchar para tejer un relato más complejo. La interseccionalidad, en último es una invitación a la complejidad social”.

De esta forma, es posible entender a los diferentes grupos como actores dinámicos, en cuyo interior siempre hay espacios para disputar. Por eso cree que hay que saber diferenciar entre los sectores fundamentalistas religiosos  y otros con los cuales es posible establecer algún tipo de puente. “Hay que hablar de las cosas concretas, en los lugares concretos” para no entregar el monopolio de la discusión a los sectores extremistas, que levantan la hipótesis de la ideología de género, por ejemplo. Pone el caso de Católicas por el derecho a decidir, que en Colombia ha instalado en la comunidad de personas creyentes el debate del aborto, dando visibilidad a múltiples posturas al interior del cristianismo.

Mara Viveros precisa que es urgente establecer el puente entre trabajo y género, que es la comunicación que la interseccionalidad tiene la capacidad de realizar. Y utilizando el contexto colombiano afirma que: “La gente que trabaja sobre acoso sexual nunca piensa en las trabajadoras domésticas como una de las principales víctimas del acoso sexual. Entonces, hablamos del acoso sexual en el espacio universitario pero lo dejamos de ver en el resto de la sociedad».

Sostiene que lo interseccional también debe ser utilizado para analizar las configuraciones de las redes de poder de la élite. Para esto cita la conferencia que el partido de gobierno en Colombia (Centro Democrático) coordinó para denunciar lo que consideran la ideología de género. “La interseccionalidad no sólo funciona desde abajo, porque nosotras pensamos que la internacionalidad se refiere a la acumulación de las opresiones, pero casi nunca la pensamos como la acumulación de las dominaciones y lugares de privilegios. El  Centro Democrático lo que hace es mostrar la imbricación entre los lugares de privilegios: económico, cultural, sexual, racial. Lo que plantea la intersecionalidad es la visibilización de esos vasos comunicantes. Eso sucede desde el lado de la dominación, también desde el lado de quienes viven la opresión. Como la interseccionalidad nace a partir de la reivindicación de grupos dominados, casi siempre la pensamos únicamente para pensar esas posiciones dominadas, pero casi nunca la utilizamos como un utillaje teórico que es propicio para entender también la dominación. La dominación, también, esta concadenada y existen vasos comunicantes entre esos privilegios”.

Los puentes de la resistencia

Mara Viveros está convencida que las comunidades de América Latina se encuentran en un proceso de fragmentación. El neoliberalismo ha socavado, y en algunos casos roto, los lazos comunitarios que mantenían la colaboración entre diferentes actores. El avance del extractivismo supone una amenaza ambiental, cultural, económica y de género para las comunidades indígenas. Porque la “dominación está concadenada y existen vasos comunicantes entre esos privilegios”, con aquello hace referencia a que ninguna categoría por sí sola, ni el género ni la clase, pueden explicar las diferentes dominaciones.

A través de una perspectiva interseccional, analiza las posibles alianzas que los movimientos sociales de mujeres pueden realizar en la región. Le parece primordial que esos actores tengan un objetivo emancipador para los diversos grupos oprimidos. En particular, con algunos de los movimientos de la ola progresista de la década pasada: “La única razón para apoyar a un movimiento es si tiene un horizonte emancipatorio, esa debe ser la brújula que nos oriente. Si no tiene ese horizonte emancipatorio, no se puede ceder y no hay que apoyarlos. La respuesta para mí es sencilla: si un movimiento que se dice progresista no es antisexista, no es un antirracista, no es anti homofóbico, no tiene un horizonte emancipatorio claro. Si no es anticapitalista, o sea tú puedes ver la posibilidad de construir alianzas parciales en torno a objetivos más precisos siempre y cuando el horizonte que este guiando esa alianza sea un horizonte emancipatorio, no intereses politiqueros”.

Para Viveros es importante la unidad entre diferentes actores en las luchas de defensa territorial. Esto para revertir la economización de todas las esferas de la vida que ha supuesto la implantación de un modelo neoliberal. En aquel proceso las comunidades rurales, indígenas y afro descendientes tienen un lugar central, dado que “tienen modelos económicos muy diferentes, que no han economizado todas las esferas. Todo eso puede ser muy disruptivo y no las idealizo, estoy hablando de las comunidades en el mundo de hoy”. En este último punto, el riesgo es presentar una imagen estereotipada del mundo indígena, Viveros aclara que en dichas comunidades también se alberga violencia y desigualdad de género. Por lo tanto, cree que no se debe entender a ningún grupo como homogéneo ni estático en el tiempo y que la fuerza de aquellos colectivos residen en la pluralidad de voces y conflictos que albergan.

“Esa es una vieja reflexión y creo que también hemos avanzado en ese terreno. Construir imágenes idealizadas puede ser muy peligroso. Por el contrario, asumir la heterogeneidad de forma radical nos puede dar una fortaleza. Es decir, en todas las sociedades hay relaciones de dominación, pero también en todas las sociedades hay resistencias. Y si asumimos que los relatos pueden ser vivos, es decir tensos, ambivalentes, no estáticos, no completamente cerrados; eso también nos puede dar una fortaleza. Se que también es pisar un terreno que parece frágil porque no es el terreno sólido, fijo, completamente cerrado, idealizado. Esa es mi perspectiva. Al contrario, la fuerza tiene que ver con la capacidad de conservar la crítica en cualquier lugar donde se este, desde ahí se puede tener también fuerza. Para mí la fuerza no reside en la cancelación del conflicto, reside en la capacidad de asumir el conflicto como productor precisamente de historia de vida”.

Los desiguales réditos del patriarcado

La intelectual colombiana ha centrado una de sus líneas de trabajo en el análisis de la configuración de una masculinidad hegemónica. En su obra Les couleurs d ela Masculinité. Expériences intersectionnelles et pratiques de pouvoir en Amérique Latine (Editions la Découverte, 2018) se centró en las múltiples masculinidades subalternas que existen en Colombia. Por el momento, el libro se encuentra disponible sólo  en francés y portugués, pero Mara Viveros se encuentra trabajando una edición en español para el próximo 2020.

En el  libro se propone que la masculinidad hegemónica esta encarnada por hombres blancos en directa relación con el poder económico, ya sea como administradores o propietarios. También como monopolizadores de los aparatos de coerción. Es así, como se ha excluido de este relato oficial a los hombres, y a sus respectivas expresiones de masculinidad,  indígenas, pobres y pertenecientes a la comunidad LGBTI.

Viveros postula que aquella masculinidad construida e impuesta como relato oficial se encuentra imbricada con el sistema capitalista. “Esa masculinidad hegemónica en el mundo de hoy ha optado por un modelo que es económico, político y social que podríamos llamar neoliberal. Es la economización de todas las esferas que ponen en el centro al homus economicus. Por un parte, es un hombre, no corresponde a las mujeres. Es la centralidad de una cierta forma de producción que es completamente individualizada, que está aboliendo lo relacional y rompiendo tejidos comunitarios”.

Al mismo tiempo, aquellos dos poderes estarían provocando una precarización del empleo y un aumento de la violencia de género. “Es decir, lo que me interesa mostrar es cómo se distribuye de forma tan desigual los réditos del patriarcado. Si hablamos de alguna masculinidad hegemónica que le ha dado réditos a ciertos grupos, principalmente a los hombres blancos de poder. Pero también podemos ver que ha desprovisto a otros de muchas cosas, que han entendido en reacciones masculinistas su única fuente de poder y de privilegio”.

El proceso de paz

“Creo que se ha avanzado bastante en Colombia a partir del Proceso de paz en la elaboración de una memoria contra hegemónica. A eso contribuyó mucho, y sigue contribuyendo, el Centro Nacional de Memoria Histórica. Pero fundamentalmente lo hizo en los últimos cuatro años, las mujeres de la Unión Patriótica (brazo político de la FARC creado en 1985) que visibilizaron su lugar. Porque siempre que se hablaba de la Unión Patriótica se hablaba de los líderes hombres y se veía como un grupo únicamente masculino. Ellas al visibilizar sus historias políticas, lo que hicieron fue mostrar que ese liderazgo había sido compartido, que de forma mancomunada habían librado la lucha. Porque sabemos que muchas veces las guerras se dan entre hombres, que muchas veces las mujeres, solamente, son como trofeos o monedas de circulación en esos conflictos. Es decir, hubo mujeres que acompañaron el proceso en posiciones secundarias pero también hubo mujeres que tuvieron roles protagónicos. De hecho, la figura de (La Comandante) Victoria Sandino es bastante diciente al respecto. Pero no hablemos de una figura, porque el protagonismo de las mujeres fue más allá de una persona”.

Mara Viveros explica que el proceso de reelaboración de la memoria contra hegemónica se incluyó a la población LGBTI, también objetivo militar. «Hace poco se hizo un acto que fue de homenaje a las víctimas de violencia sexual en el conflicto armado (Mi cuerpo dice la verdad, 10 de julio del 2019) donde no sólo estaban las mujeres, sino también la población LGBTI. Creo que el posicionamiento de las mujeres trans en ese homenaje a las víctimas fue muy importante. Porque casi que nos acostumbramos a hablar de las mujeres como víctimas primeras de la violencia sexual, en el conflicto armado, pero no nos damos cuenta que la feminidad no es asunto únicamente de mujeres. Las mujeres trans por haber asumido la posición social femenina también fueron víctimas de la violencia sexual. Entonces, lo que se estaba combatiendo era la feminidad independientemente de los cuerpos que portaran esa feminidad”.

Por último  “creo que no se puede hablar de la guerrilla en singular. Al interior hay mucha mujeres que han liderado esos debates. Creo que algunos compañeros han empezado a asociarse con esos debates. Pero la guerrilla no la podemos imaginar cómo un grupo homogéneo, evidentemente es un tema que se ha discutido al interior. Al principio era minoritario, pero ahora hay fisuras evidentemente fuertes que han obligado a que reconozcan también su papel como perpetradores de violencia sexual.  Eso fue claro en los informes del Centro Nacional de Memoria Histórica, que mostraba como todos los actores armados, sin excepción, habían sido perpetradores de violencia sexual contra las mujeres y contra la población LGTB”.

Crédito foto: UNRadio – UNIMEDIOS Universidad Nacional de Colombia

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