María Eugenia Valdés, religiosa RSCJ: «Todas nos estamos preguntando si vivimos situaciones abusivas como mujer, consagradas y laicas»

María Eugenia Valdés, religiosa RSCJ: «Todas nos estamos preguntando si vivimos situaciones abusivas como mujer, consagradas y laicas»

Por Mónica Maureira

María Eugenia Valdés hace 27 años que es religiosa de la Congregación Sagrado Corazón de Jesús, hace cuatro que vive en una población de Reñaca Alto (“que no tiene nada que ver con Reñaca Bajo”, advierte) y recién este año reconoce que comenzaron a “hablar” en comunidad de la crisis de la Iglesia Católica detonada por la seguidilla de denuncias contra sacerdotes por abusos sexuales y de poder. 

Dedicada también a la Pastoral de la Diversidad Sexual, recuerda que hace algunas semanas participó de una Asamblea Diocesana que reunió al obispado de Valparaíso y que el sentir unánime fue de “vergüenza y desilusión” aunque “algunos también hablaron de esperanza”, se detiene. “Hay mujeres que están comenzando a enfrentarse a la figura del sacerdote, a cuestionarle lo que está pasando. El encuentro diocesano fue sobre el abuso y por primera vez la gente se atrevió a hablar delante del administrador apostólico Pedro Ossandón”, quien reemplazó al obispo Gonzalo Duarte mencionado en una de las querellas por abusos sexuales, encubrimiento y asociación ilícita presentadas por un ex seminarista tras su paso por el Seminario Pontificio Menor de San Rafael. La denuncia presentada en 2012 está sobreseída.

Dice que no es capaz de leer aún las denuncias contra Cristian Precht en el libro “Precht, la culpas del vicario” de la periodista Andrea Lagos; que lo dejará para el verano cuando espera que las dificultades por las que atraviesa la iglesia amainen. Sin embargo, cuenta que la cercanía con los relatos narrados en “El huerto de los corderos” de Alejandro Sandrock, la hacen igualmente conectarse con las víctimas, con ese dolor y lo demoledor que resulta el abuso, en todas sus manifestaciones.

En medio de ese desplome, dice tener más de una convicción intacta: “Falta la voz de las mujeres en esta crisis que está viviendo la iglesia, faltan sus denuncias por discriminación y violencia, que se escuchen y se hagan caso a las situaciones que ellas han vivido. Todas nos estamos preguntando si vivimos situaciones abusivas como mujer, consagradas y laicas. Una agradece no haber vivido abuso sexual, pero quizás sí vivimos otras prácticas abusivas que aparecen como más pequeñas, más naturalizadas y que son igualmente violentas.”

Ola feminista: “Agradezco que la hagan”

Cuando hace algunas semanas aparecieron en televisión las denuncias de siete religiosas de la Congregación de las Hermanas del Buen Samaritano, se estremeció. “Sus relatos son tremendos, dolorosos. No dejo de pensar que hay muchas congregaciones pequeñas como las del Buen Samaritano donde se pueden estar dando ese tipo de situaciones. Donde las mujeres se pueden estar sintiendo pasadas a llevar por hombres y lo peor de todo, por mujeres también. Y lo desconocemos, no nos estamos enterando.”

María Eugenia Valdés está segura que esas denuncias de maltrato y abuso son una pequeña muestra de lo que sucede con la iglesia y las mujeres, y que se hicieron eco al amparo de la avalancha de los testimonios de otras que acusan haber sobrevivido a situaciones de violencia, abuso y acoso sexual en las universidades, en los colegios; los medios de comunicación; en el marco de relaciones afectivas y también de dominio.

“Creo que las denuncias que han salido a la luz de mujeres vinculadas a la iglesia tienen relación con las acciones del movimiento feminista y de mujeres. Afortunadamente (en la iglesia) las mujeres están despertando. A nivel de la industria del cine las mujeres despiertan, en la televisión chilena también, en la política, las estudiantes. No se trata de situaciones que estén pasando hoy, vienen desde hace tiempo. Hoy las mujeres salen a la calle y se exponen. Se exponen a juicios bien duros. Entiendo que las mujeres, las chiquillas jóvenes, se manifiesten; entiendo que lo hagan con las pechugas al aire; que hayan llevado hasta ese punto su rabia y agradezco que lo hagan.”

Esta situación que describe como “nada de nueva”, le preocupa. María Eugenia Valdés se pregunta por la manipulación de conciencia, por los silencios que se imponen a las mujeres, por el descuido reiterado de la iglesia al acoger a las víctimas y la nula preparación que tiene la institución para enfrentar los abusos sexuales.

“Estábamos en un segundo encuentro de Mujeres Iglesia cuando el Papa Francisco a través de una carta convocó a los obispos de la Conferencia Episcopal de Chile a Roma y los invitó a entrar en un tiempo de oración. Nos juntamos cerca de 100 mujeres, laicas, religiosas de diversas congregaciones, de distintas partes del país. Ahí plantee la urgencia; que debíamos estar atentas a lo que pasaba con las mujeres, porque hemos escuchado los abusos que han afectado a hombres y no los testimonios de las mujeres. De ahí salen las primeras columnas, nuestros primeros escritos, esta otra forma de hablar.”

Así repasa un tercer libro, “Los secretos del imperio de Karadima” y el papel que tuvo Verónica Miranda (ex cónyuge de James Hamilton) en el inicio de las acusaciones por abuso sexual que pusieron fin al círculo de protección del párraco de El Bosque. “Pensé en lo que había pasado con Verónica Miranda. Cuando leí el libro me dieron ganas de correr y de ir a abrazarla y darle las gracias. Porque si una mira bien, con detención, lo que hizo James Hamilton fue en buena parte gracias a ella. Verónica lo anima a denunciar, lo libera, lo acompaña incluso cuando ya están separados. Ella también sufrió abuso de Karadima, un abuso horroroso de poder y de conciencia. Por qué no tuvo la dimensión de las otras denuncias” se pregunta.

Mujeres sencillas frente al PADRE

Valdés explica que, en general, la vida religiosa femenina la integran mujeres de clases sociales medias o bajas, exceptuando a quienes son parte del Movimiento Apostólico de Schoenstatt, los Legionarios de Cristo (fundada por el sacerdote mexicano Marcial Maciel acusado de abuso sexual contra niños y una doble vida) o del Opus Dei.

Sobre esas “mujeres más sencillas” que quieren sacar su voz recae el poder económico y el político. “Se cruza un asunto de clase que hace menos creíble aún sus denuncias. Cuántos hombres que han vivido abuso no han sido íconos de estas denuncias porque viven en sectores más populares.”

Recuerda que en enero de este año, unos días antes de la llegada del Papa Francisco a Chile, hubo un seminario organizado por la Fundación para La Confianza donde se presentaron experiencias de abusos sexuales sucedidas en México (como las cometidas por Maciel) y en Francia. “El tema de la mujer y los abusos hacia ellas no estuvo presente. Hubo dos mujeres que expusieron pero de abusos de hombres hacia otros hombres.”

A la desigualdad género y de clase social, se suma la figura del cura como un padre, con mayúscula. “Una imagen muy confusa. Las familias le dan a los curas un poder tremendo. Su figura es omnipotente, naturalizamos esa idea del padre y no corresponde que la usemos. Todavía tener un amigo cura, le da estatus a las familias. Para las personas que viven la pobreza, mayor aún.”

María Eugenia Valdés cree que la Conferencia de Religiosos y Religiosas de Chile (Conferre) debiese tener un papel más protagónico en la situación que afecta a las religiosas del Buen Samaritano “para que no pasen al olvido” y también en las denuncias que están por venir. “Tenemos que hacernos cargo de ellas. Son pobres, somos tierra de nadie. Tenemos que hacernos cargo de ellas y de las que sacan la voz. Hay que reparar, la iglesia tiene que reparar de manera consistente en el tiempo.”

Para acoger a las que aún no sacan la voz, tiene que haber un reconocimiento de que estas denuncias son ciertas y no una vía para atacar a la iglesia. “Soy iglesia y estamos haciendo valer nuestros derechos. Quiero apoyar a las personas que se han sentido tan vulneradas, a esas personas a las que se les ha truncado su vocación, empobrecidas en lo material pero también en lo espiritual. Tenemos que llegar a hacer justicia hasta el final.”

Dice Valdés que para proteger a los mujeres que denuncien se deberán crear espacios de acogida y defensa de religiosas y laicas, aunque ello implique “llenarnos de protocolos”.  “Será importante que nos dejemos ayudar, que contemos con la ayuda de personas que le den credibilidad y apoyo a las mujeres porque nosotras al interior de la iglesia no sabemos. Me reconozco, y eso que he caminado, que a veces tampoco he sido respetuosa de la dignidad de la mujer. Minimizar a la mujeres es un ejercicio de poder atroz y el Estado de Chile también tiene que tomar cartas en el asunto porque son sus ciudadanas las que están sufriendo.”

A María Eugenia Valdés el último perdón de la Conferencia Episcopal le deja un sin sabor. “Todavía hay incapacidad de mirarse. Los lideres de la iglesia siguen siendo poco creíbles. Pero al menos, por fin, le ponen nombre a lo sucedido. Tengo una rabia tremenda y no entiendo algunas conductas del Papa. No me gusta que diga que está mal informado. Me cuesta creerle”, piensa mientras advierte que aún quedan gestos políticos por hacer.

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