María Isabel Matamala: “Esta ley minimalista de aborto va a permitir que sólo el 4% de las mujeres tenga acceso”

María Isabel Matamala: “Esta ley minimalista de aborto va a permitir que sólo el 4% de las mujeres tenga acceso”

Por Catalina Ellies

María Isabel Matamala (77) es una destacada feminista chilena, cirujana, pediatra clínica y fundadora de la Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe. Fue encargada del área de género del Ministerio de Salud en el primer Gobierno de Michelle Bachelet y de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Actualmente es investigadora del Observatorio de Equidad de Género en Salud e integrante de la Mesa Acción por el Aborto en Chile.

En 1967 comenzó a militar en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Fue detenida el 7 de febrero de 1975 en Santiago y llevada a Villa Grimaldi y posteriormente a Cuatro y Tres Alamos. A fines de 1976 se fue al exilio a Suecia, París, México, Costa Rica, Nicaragua, Cuba, Argentina y Uruguay; país donde estuvo a cargo del área de derechos de la mujer en la Asociación Latinoamericana por los Derechos Humanos.

Los primeros acercamientos de Matamala al pensamiento feminista fueron durante su militancia en el MIR, al observar que las mujeres del partido desempeñaban siempre tareas de menor relevancia que las de los hombres y en razón de contribuir al desempeño militante de su pareja. Durante su exilio en Suecia, participó en movimientos de Europa pero el mayor compromiso lo adquirió con las relaciones que entabló con sus compañeras detenidas en los centros de tortura. “Ese era un lugar donde tú ibas dispuesta a morir. Compartir la vida en situaciones límite creó un clima amoroso entre todas las mujeres que trataban de evitar que tú sufrieras y generó un vínculo muy fuerte y difícil de romper que hasta el día de hoy mantenemos. Esto no ocurre necesariamente entre los hombres, ellos pueden seguir siendo amigos, pero no con lazos tan fuertes como nosotras que combinamos la política con los afectos. Somos la familia elegida y la que nos tocó porque la vida nos puso ahí”, reflexiona.

Sobrevivir a la violencia sexual

Uno de los principales motores de lucha de la ex MIR durante todos estos años de activismo ha sido la violencia brutal y despiadada que vivió durante su detención. Fue detenida y torturada por Osvaldo Romo. En esa época el uso y abuso de las mujeres fue otra forma de tortura contra las militantes. Contra ella, se utilizó la parrilla,  le aplicaron corriente en la cabeza, boca, pezones, vagina y extremidades; golpes continuos e incluso tuvo simulacros de fusilamiento.

“Fue algo muy fuerte, pero quienes trabajamos en salud tenemos una relación con el cuerpo distinta. Mis conocimientos me dieron más fuerza y posibilidad de raciocinio frente a eso para saber que no me estaba muriendo. Se trataba de resistir y soportar el dolor. Fue una ventaja, pero no obstante, el hecho de sufrir el desempoderamiento total, de que esté lleno de hombres en una pieza y te obliguen a desnudarte y que se rían de ti, mientras te introducen objetos por la vagina es la humillación más grande que te puede ocurrir. La estrategia era que sintieras que no eras nada y que podían hacer lo que quisieran contigo”.

Para Matamala superar lo vivido es relativo y cree que se puede hacer en la medida en que se  reelabora lo ocurrido. “Cuando en las marchas escucho que la gente grita «¡El pueblo unido jamás será vencido!» me pongo a llorar, porque veo que el pueblo sí es vencido, sólo que se levanta otra vez. Soy una persona que vive lo más feliz que puede. A pesar de lo que me pasó, me siento afortunada porque me dio más convicción para no bajar los brazos y seguir luchando por los derechos de las mujeres. Queda una marca, pero para quienes lo vivimos fue el inicio de una conciencia distinta que nos ha llevado a trabajar en estas causas para salir indemnes. Esto me hizo más resiliente y me abrió la mente. Después de la cárcel me comprometí conmigo misma a trabajar durante toda mi carrera en defender los derechos de las mujeres y así lo he hecho”, declara.

Recuperar lo perdido

La médica comenzó su activismo por el aborto en 1987, durante su exilio en Uruguay en la campaña contra la mortalidad materna, las mujeres testimoniaban sus abortos y se inició un proceso de reflexión que permeó a la elite política. Cuando volvió a Chile tuvo una gran decepción y sorpresa al enterarse de que se había derogado la ley de interrupción voluntaria del embarazo. “Me impresiona mirar al pasado y recordar que aprendí a hacer abortos en la universidad. Nos controlaban la calidad con la que los hacíamos y a nadie se le hubiese ocurrido mandarnos a la cárcel. Existía una despenalización social que estaba desde abajo. También desde las elites médicas. Creo que estas generaciones tienen que recuperar esa conciencia libertaria de antaño. Hoy en las escuelas de medicina ni siquiera se habla el tema, no se les capacita y deberían, porque es algo cotidiano”, enfatiza.

María Isabel Matamala cree que las principales deudas que tiene la democracia con las mujeres es que no hay una política sobre derechos sexuales y reproductivos. “Creo que la violencia sexual está intacta y se demuestra en que Chile niega servicios fundamentales. ¿Cómo va a ser que sólo si estás al borde de la muerte o en una situación límite de sufrimiento inconmensurable tengas la posibilidad de que le Estado ejerza cierta «misericordia» sobre tu caso y no te criminalice?”.

Tres causales, una ley minimalista

La doctora opina que la presidenta Michelle Bachelet ha tenido una gran responsabilidad en lo acotado que está quedando este proyecto y sobre todo en que no se le haya dado la urgencia necesaria. Recuerda que la ley Marco de los Derechos Sexuales y Reproductivos está en el Congreso desde el año 2000, pero no avanza.

“Creo que la Presidenta llegó con una voluntad de cambios hacia las mujeres mucho mayor en su primer periodo y que la izquierda chilena no entiende qué significan los derechos sexuales y reproductivos. Bachelet sí, pero no ha tenido el coraje de defenderlos a ultranza y se va a ir con una gran deuda. Quizás el avance va a ser esta ley minimalista de aborto que se está debatiendo, que va a permitir que el sólo 4% de la población tenga acceso a él bajo estas 3 causales, pero no la mayoría que se los realiza. Con todas las indicaciones que ha tenido el proyecto también debemos ver qué tipo de acceso van a tener las mujeres y la calidad en la atención. Todo eso es una nebulosa”, advierte Matamala.

Marisa Matamala siente que hay una gran desidia política. “No hay un interés real por construir argumentos sólidos de quienes tendrían que defender el proyecto, -salvo rarísimas excepciones- no conocen las leyes y no se interesan por los temas. Me ha sorprendido mucho no encontrar en la izquierda no tradicional una defensa más amplia a los derechos sexuales y reproductivos por sobre la salud sexual y reproductiva, esperé que los diputados Jackson, Boric o las diputadas comunistas pudieran levantar un discurso sobre ellos, que abogaran por el cambio cultural”, dice.

El rol de médico

Para ella, la confidencialidad médica es esencial y debe ser repuesta en el proyecto porque es un aspecto básico para la ética en salud.  “La relación médico/paciente tiene que ser absolutamente confidencial y eso no se respeta porque siempre la mujer es tratada como no adulta, siempre va a estar la tendencia a que se desarrolle una práctica punitiva producto de la subjetividad patriarcal. La razón de ser de la medicina es evitar el sufrimiento de tu cuerpo, espíritu y mente, ¿por qué vas a asumir un rol castigador?”.

Un grupo de médicos se ha unido y creado un bloque llamado “médicos por la vida” que se oponen al aborto, pero no ha pasado lo mismo con quienes están a favor y practican abortos. Para María Isabel Matamala esto no tiene sentido. “Ser ´abortero’ es como salir del closet comparado con lo que fue hace años el movimiento gay. Es cierto que hay doctores que se han dedicado al negocio. Pero hay una cantidad inmensa que tiene miedo al estigma, a pesar de que han ayudado muchísimo a las mujeres y desarrollan una solidaridad hacia ellas para que puedan ejercer su derecho a decidir, salvar su vida o el sufrimiento de ser obligadas a parir un feto anencefálico, por ejemplo”.

La médica está preocupada respecto del actual proyecto. Le inquieta la causal por riesgo de vida actual de la mujer, pero no futuro o de salud. “En muchos países que tienen aborto por causales se incluye el riesgo de muerte y salud, incluida la salud mental. En España, por ejemplo, el gobierno de Rajoy no pudo echar marcha atrás y excluir la salud mental del proyecto, porque el país entero presionó. Acá tenemos que la máxima osadía de un gobierno de «izquierda» son estas tres causales con esta restricción tan grande que es solamente peligro de muerte. La causal salud y salud mental abre espacios a las verdaderas razones por las cuales las mujeres abortan, o sea: toda mujer que está en una encrucijada de decidir un aborto tiene un problema de salud mental en ese momento, porque está bajo una gran presión y estrés que, en muchos casos, y en especial en las adolescentes violadas, las lleva al suicidio. Pensar sólo en el peligro de muerte es un error muy grande, la salud es mucho más que no morir”, destaca.

Marisa Matamala considera que en este tema siempre ha habido una sororidad muy grande entre mujeres desde siglos pasados cuando se juntaban con una amiga o vecina que las ayudaba a interrumpir el embarazo y que es esencial que esto se despenalice porque permitiría un acceso transversal y seguro. “La realidad hoy es que cualquier mujer con dinero que quiera abortar por la razón que estime conveniente, puede tomar un avión e irse a cualquier país donde es legal y hacerlo. Me gustaría saber desde dónde hablan cuando vuelven esas mujeres. Además, si estas leyes punitivas funcionaran, tendrían que haber decenas de miles de mujeres en la cárcel. Cuando una ley no funciona, no sirve, porque es reflejo de que la sociedad tiene otra conciencia y otras prácticas respecto al tema. Me impresiona que en el 2017 estemos todavía luchando por recuperar derechos que teníamos y no yendo más allá”.

La estrategia del descrédito

A María Isabel Matamala le molesta mucho la dosis de sospecha que el patriarcado instala sobre las mujeres en Chile y en especial sobre las que han sobrevivido a la violencia sexual. “Con eso, los hombres sólo atenúan la culpa del violador. Creo que ser socializados para penetrar no es algo ajeno a su subjetividad, sus opiniones y, por lo tanto, sus reticencias respecto del tema. Nuevamente la mujer es puesta en el rol de pecadora que le asignan los símbolos cristianos, donde siempre miente y es intrínsecamente perversa y eso tiene que ver con los mitos fundantes de Eva y Lilith. Al margen que seamos un Estado laico, esto pasa sobre todo en partidos confesionales como la DC y la derecha también”.

Quienes se hacen llamar ‘pro vida’ por estar en contra del aborto, usan esa frase como estrategia de lucha, dice. “Ellos no son pro-vida y nosotras pro-muerte. Nosotras buscamos el bienestar de las mujeres y ellos son antiderechos, que además utilizan argumentos perversos y mentirosos como decir que se van a abortar a fetos con discapacidad. Inviabilidad es algo no compatible con la vida o que va a vivir sólo unas horas durante las cuales sufrirá y será una tortura para él y sus padres”.

Así, Matamala insiste en que el proyecto está en un escenario complejo porque está muy acotado. “Creo que se va a aprobar con bastantes cortapisas que van a impedir que las mujeres beneficiarias puedan ejercer sus derechos plenos. La objeción de conciencia va a ser el caballito de batalla que van a tener aquellos que se oponen como también la restricción de semanas para las adolescentes. Anuncia la dificultad de que ellas puedan recibir los servicios en forma oportuna. Pienso que ha habido insuficiencia desde la lucha feminista para que recuperemos esto, que habrá que ampliar si no se aprueba como nos gustaría. La historia global nos ha mostrado que la ofensiva feminista cuando triunfa, nunca lo hace definitivamente, siempre hay avances y retrocesos. Las feministas tenemos que prepáranos para luchar permanentemente, durante toda la vida y traspasar la posta a las nuevas generaciones para que sigan luchando”, concluye.

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