Paulina Bravo, abogada especialista en DD.HH: “La nueva Constitución es una oportunidad para construir un país al que no le sigan sobrando personas”

Paulina Bravo, abogada especialista en DD.HH: “La nueva Constitución es una oportunidad para construir un país al que no le sigan sobrando personas”

Por Catalina Arenas

El 18 de octubre significó un hito en la historia reciente de Chile. Desde ese día, las personas con discapacidad se encontraron con una ciudad completamente distinta a la que conocían; peligrosa y con aún más barreras para su desplazamiento habitual. “Las personas con discapacidad, aquellas que hasta el 18 de octubre ya la enfrentábamos, quedamos sumamente marginadas en algo tan importante como la seguridad”. Así lo sintetiza la abogada Paulina Bravo que en esta entrevista entrega una perspectiva aún invisibilizada respecto a cómo se  garantizan los Derechos Humanos en un Chile en medio de la crisis.

Se licenció en Ciencias Jurídicas de la Universidad de Valparaíso y se dedica a representar a las personas con diversidad funcional y sus derechos. Es presidenta del Observatorio de Derechos Sexuales y Reproductivos de las Personas con Discapacidad (ODISEX) y además figura como Consejera de las Abogadas Feministas de Chile (Abofem). Le gustan las plataformas digitales y dice estar en todas, excepto en la red tuitera porque asegura la han censurando por patalear mencionando a las autoridades e instituciones estatales.

La asesora judicial se explaya y dice por qué no es casualidad ni simple culpa el apabullado papel del gobierno en esta crisis. “Las personas en Chile llegamos a satisfacer la mitad del porcentaje mundial de mutilaciones que se producen en eventos como estos. Entonces, me parece que es sistemático y que hay una intención detrás para que esto se produzca. Para mí esas mutilaciones son responsabilidad absoluta y dolosa del Estado”, denuncia Paulina a raíz de las más de 400 personas con heridas oculares registradas por Instituto Nacional de Derechos Humanos.

Marginados del acceso a la justicia

Comenzó el estallido social y, al día siguiente, se anunció toque de queda. En tanto, las personas con discapacidad auditivas no estuvieron ni cerca de enterarse, pues no tuvieron el acceso oportuno a la información de último momento. “Esas personas fueron brutalmente reprimidas por las fuerzas militares”, denuncia Bravo. La abogada cuyo enfoque radica en los derechos humanos relata que hubo una persona sorda en Melipilla que recibió más de 44 perdigones y que, como consecuencia de ello, quedó hospitalizada.

Una causa que golpeó la puerta de su oficina. Tras la visita de representantes del Ministerio Público que buscaba recabar antecedentes de las personas heridas por efectivos de Carabineros y Fuerzas Armadas en el contexto de movilización social, esta personas no fue atendida ni pudo denunciar su situación porque estas instituciones públicas no tienen intérpretes de Lengua de Señas Chilena en sus equipos. “Además de ser víctima de la represión del Estado, también fue víctima de su desidia porque estaba en un hospital público, el San Juan de Dios, y estaba siendo entrevistada por otro organismo público como la fiscalía y nadie tuvo el criterio de igualdad de derechos, por lo que él quedó marginado del acceso a la justicia”. Paulina lo destaca como una víctima diferente, una persona que no fue atendida por los operadores de justicia como a las demás, que sí pudieron comunicarse y hablar con las autoridades visitantes. Esta persona no pudo y quedó a la deriva de la indiferencia.

Otra situación que demuestra la marginalidad de algunos derechos, se evidencia en las declaraciones de algunas autoridades que restan importancia a las denuncias de violencia perpetrada por agentes de Estado, hasta con eufemismos. “Una persona que se manifestaba en silla de ruedas fue removida de ésta por un carabinero, quien lo dejó en la vereda, sentado”, comenta con indignación. “Mientras que SENADIS dijo que esto era un trato vejatorio a la persona con discapacidad, mi postura es bastante más extrema porque para mí eso es tortura, un trato inhumano porque si a una persona con discapacidad física le quitan su silla de ruedas, es como si le volviesen a generar una discapacidad”, explica Bravo.

La abogada no estima que la solución para visibilizar esta discriminación agravada radique en la creación de una Comisión de Verdad y Justicia. Ella cree en la puerta de entrada a la participación social representativa de las discapacidades, por ejemplo, en el proceso constituyente. “Las personas con discapacidad que participen deben tener una visión global respecto del derecho de todas las personas con discapacidad”. Agrega que “esto exige una preparación profunda, consciente y muy rigurosa, tanto de las necesidades de las discapacidades en general, como de las normas que tenemos vigentes y lo que queremos en el futuro”.

Paisaje abstracto: ser una persona ciega en Chile

Todos los acontecimientos, protestas y enfrentamientos ocurridos en Plaza Dignidad durante estos 100 días, han impactado fuertemente en la vida de las personas ciegas, y con otras discapacidades, que tienen que desplazarse por diversos espacios del centro de Santiago. “El paisaje que nosotras tenemos dibujado a través de nuestro oído para poder desplazarnos se transformó por completo”, enfatiza Bravo acusando nula preocupación del Estado para indicarles, al menos, cuáles son las zonas de seguridad.

Hace ya más de una década, Chile ratificó la Convención de Derechos de las Personas con Discapacidad de Naciones Unidas. En ese compromiso internacional, el Estado chileno asumió la obligación de elaborar un protocolo para cuando se desatara una situación de catástrofe o emergencia. “Para nosotras no hay nada preparado. Necesitamos que los semáforos funcionen. Así como están, poco nos sirven a las personas ciegas porque te indican a través de una señal auditiva cuándo estás a salvo para cruzar una calle”, asegura Bravo.

Para sobreponerse a la barrera del desplazamiento físico por la ciudad, leen el tránsito con el oído y siguen con su rutina diaria. “No le puedo decir a mi empleador que no iré a trabajar por el estallido social, porque los semáforos no existen y, además, las calles están llenas de hoyos. Por lo tanto, tengo que salir exponiendo mi integridad física 500 veces más que el resto de las personas”.

En tanto, la abogada recuerda una situación de alto riesgo. “Llevaba a mi perrita Holly a pasear y caminamos hacia el Teatro Municipal y una chica se me acerca y me dice que no cruce la calle porque entre Agustinas y Moneda hay una batalla campal entre manifestantes y carabineros. Yo escuchaba todo: los disparos, los golpes, los gritos. Entonces le dije, me voy a devolver para irme por Huérfanos y me dice que venía por Huérfanos y que estaba peor. Me acompañó una cuadra. Mac Iver no estaba cerrada. Pero estaba llena de gente encima. Venimos, cruzamos la calle y de pronto empieza la gente a correr. Comienzan a caerme proyectiles alrededor y venía el guanaco. Entonces la gente comenzó a correr y esta chica me protegió, porque ella iba conmigo desde el inicio. Pensaba que si hubiese estado participando en la marcha, probablemente todos esos manifestantes me hubiesen pasado por encima”.

En ese momento, Paulina Bravo percibió una nebulosa de confusión porque, según explica, para una persona con discapacidad visual severa todo es muy abstracto cuando el paisaje se desordena. “Favorablemente soy una de las pocas personas que utilizamos perros guías en Chile y mi perrita me ha salvado”. Cuenta que han tenido que rodear barricadas y buscar mil y una alternativa que impliquen moverse por lugares que son desconocidos para ella. Por lo mismo, han probado la instrucción de emergencia que consiste en que la abogada le da una orden a Holly -tal como la de ir a casa- y su perrita busca la ruta de salida. “Ser ciega en Chile no es lo mismo que ser ciega en España, Alemania o Francia. Lo que realmente significa es que simplemente tus derechos son mutilados, al igual como le mutilaron los ojos a tantas personas jóvenes”, lamenta la presidenta de ODISEX, Paulina Bravo.

No son héroes ni mártires

Paulina Bravo recuerda que caminaba por el borde del cerro Santa Lucía junto a una amiga con la que comentaba los tag y frases que se leen en las murallas. “En la piedra de Pedro de Valdivia hay un rayado que llamó mi atención. Ella me decía que era de color amarillo y me leyó con 257 ojos menos pero seguimos viendo, y yo le decía que esos 257 ojos menos pertenecieron a personas que hoy se transformaron en invisibles”.

Cuando el caso de Gustavo Gatica se conoce públicamente, ella pensó en su futuro. Ella sabe por experiencia que la vista no se recupera. Así de rotunda. “Gustavo pasó de ser un joven contestatario que estaba dispuesto para tomar una fotografía, a ser una persona ciega en Chile”, particulariza desde su perspectiva.

“Me pareció muy impactante lo que pasó desde el punto de vista social cuando la gente va a manifestarle su apoyo en la Clínica Santa María. Luego vino la exigencia social y es ahí cuando Gustavo se me presenta como una persona con discapacidad. Hubo una acción tan descriteriada, que fue cuando a Gustavo le piden que envíe un mensaje a los manifestantes diciendo que él entregó sus ojos a la causa social”, recuerda sobre el emblemático caso del estudiante de Psicología de la Universidad de Academia de Humanismo Cristiano.

Ese testimonio le chocó. “Gustavo en ese momento debió haber estado llorando su desgracia porque fue mutilado. Gustavo es un estudiante que perdió sus ojos cuando -en pleno siglo veintiuno-, para que una persona ciega pueda entrar y permanecer en la universidad tiene que sobrepasar una montonera de barreras”, considera la abogada dedicada en temas de discapacidad y derecho. “Él pasó a ser un paria de la sociedad, tal como lo somos todas las personas con discapacidad en Chile. Para nosotras siempre va a ser una exigencia mayor, la gente siempre quiere que nosotras hagamos más. Pero a la hora de reconocer nuestros derechos, reconocer nuestra dignidad, nosotras pasamos a retomar nuestro sitio donde somos consideradas menos que el resto”, continúa su argumento.

“La garantía de los Derechos Humanos para la personas con discapacidad, siguen siendo un saludo a la bandera. Porque si el Estado de Chile no es capaz de garantizarnos un mínimo como es el derecho a la información en situaciones de crisis y dejarnos a merced de un eventual daño físico, psicológico y oral”.

 “Siempre hemos dormido solas”

Chile despertó y para Paulina Bravo las demandas de las agrupaciones de activistas por los derechos de las personas con discapacidad no se pronunciaron. Considera que todas ellas siguen durmiendo al alero del movimiento social. “Estoy de acuerdo (con el movimiento), pero creo que la conciencia social aún no llega para las personas con discapacidad”, manifiesta Paulina.

“Siempre hemos dormido solas, no despertamos junto con Chile porque las reclamaciones que tenemos venían de mucho antes del estallido social. Aún nos sentimos en el desierto porque seguimos siendo ignorados. Sabemos perfectamente bien, qué es lo que necesitamos, qué es lo que queremos y cuáles son los derechos con los que se nos están violentando y cuál es la participación que nosotras debemos tener.”

Paulina Bravo ha desarrollado todo este análisis con algo de distancia, a propósito de una licencia médica que tiene por una lesión en su pierna. “Pienso que la nueva constitución y este momento es una oportunidad tremenda para que podamos colaborar con la construcción de un país al que no le sigan sobrando personas. En Chile, las personas con discapacidad hemos sobrado siempre. Y esta es una oportunidad  para que nosotros pongamos nuestras cartas sobre la mesa, por lo tanto, el Estado y la sociedad no pueden seguir marginándonos”.

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