Paulina de Pablo, de Casa Mundanas: “Hay una necesidad de continuar con los procesos de sanación”

Paulina de Pablo, de Casa Mundanas: “Hay una necesidad de continuar con los procesos de sanación”

Por Daniel Meza Riquelme

Paulina de Pablo, artista visual de 32 años egresada de la Universidad de Concepción y terapeuta, creció en la Población Los Pinos de Laraquete en la Región del Maule. En ese lugar, comenzó a organizarse junto a pobladores y pobladoras que se movilizaron para rechazar la instalación de la Termoeléctrica Pirquenes hace 10 años. Luego, la movilización estudiantil de 2011 fue clave para que rompiera con los paradigmas machistas de la academia y descubriera a las mujeres artistas que han sido invisibilizada hasta ahora.

Ya en 2012, cuando participó en la Línea Aborto Libre se reconoció como feminista autónoma. En la actualidad, es radialista en Radio Humedales y terapeuta en Casa Mundanas. La primera, una emisora abierta a los movimientos sociales que quieran denunciar al extractivismo y cualquier tipo de abuso. La segunda, un espacio seguro para mujeres en procesos de sanación y colectivas que requieran de un espacio para organizarse. En el contexto actual de pandemia y encierros, cree que lo importante es mantener la cohesión de los círculos de mujeres. Desde estos grupos se ha hecho explícita la necesidad de continuar con los procesos terapéuticos.

Al ser un espacio de solo mujeres, vamos hablando de lo importante de tener redes entre nosotras. De tener espacios tranquilos y seguros para conversar sobre nuestras experiencias. Sobre lo que queremos y no queremos. Para motivar a las niñas y a las chiquillas adolescentes a que se organicen”, expresa Paulina, describiendo la experiencia de los círculos en Casa Mundanas.

Sanar y transformar

A través de la terapia feminista “no vemos a las mujeres como víctimas o enfermas. Nos vemos a nosotras mismas como sobrevivientas. Con muchas potencialidades que podemos desarrollar (…) es una terapia situada. Nos situamos en que vivimos en un contexto que siempre ha estado en contra de nosotras y nos ha dificultado. Mucho de nuestro sufrimiento y heridas tienen que ver con el vivir en un patriarcado. Por eso la terapia feminista se sitúa crítica contra la cultura que vivimos, desde ahí trabaja con las mujeres para así poder sanarnos de la herida. Pero no solo sanarnos, sino que transformarnos. No hay una verticalidad, que yo diga ‘yo soy tu sanadora’. Nos acompañamos, nos sanamos juntas. El cuerpo también se incluye en el trabajo terapéutico. Porque además de sanarnos con nuestro propio relato, le damos importancia a las técnicas para expresarnos de diferentes maneras. Por ejemplo, hay algunas que no les acomoda tanto hablar, pero si pintar. Es un proceso amoroso, afectivo”.

Desde marzo y producto del confinamiento, han tenido que adaptarse y realizar estos acompañamientos de manera virtual. Tanto en sesiones individuales como colectivas. Ya que las propias mujeres han manifestado la necesidad de continuar los procesos. La virtualidad impuso límites al trabajo corporal, no se puede hacer de manera óptima. Pero lo han reemplazado con sesiones de arte terapia. “Con disposición nos podemos ir adaptando. Claro que no es igual hacer la terapia de forma presencial, pero es mejor tenerla a que no”.

Al ser consultada de la manera en que llegan a las mujeres en situaciones más precarias y las que tienen brecha digital, aclara que sólo han alcanzado a las que cuentan con acceso a internet. Dice que han tejido una red de dirigentas territoriales, las que se han capacitado en la escuela que funciona en Casa Mundanas para que lleven a cabo procesos de acompañamiento. Son fundamentales, remarca. Porque al relacionarse cotidianamente con las comunidades pueden detectar e intervenir en situaciones de violencia machista. “Una no puede hacer todo el trabajo, por eso la importancia de colectivizarse. Porque así  puede llegar otra a los lugares donde una no puede hacerlo. De esta forma  se hacen grandes redes de acompañamiento”.

Paulina piensa que históricamente las mujeres “hemos ocupado un lugar de mayor desprecio en esta cultura de misoginia. Nuestros dolores tienen que ver con estas heridas, porque desde niñas somos víctimas de la violencia machista”. Por eso, afirma, que las cuarentenas son diferentes para mujeres y hombres. Ya que la carga laboral es desigual, se ha mezclado el espacio de labores no remuneradas con el trabajo remunerado. Además, la violencia de género ha aumentado en este contexto.

 “En las terapias florales que sigo haciendo, he visto dos cosas. Por un lado, que mujeres se han encontrado más con sí mismas. Que ha sido una posibilidad obligada de verse y encontrarse consigo mismas. De ahí, pueden salir cosas muy buenas. Por otro lado, hay mujeres que están agotadas. Pero trato de ser optimista, pienso que saliendo de esto,  puede ser una oportunidad para transformar y decidir: ‘Ya no quiero vivir así, quiero vivir con mis amigas. Ya no quiero vivir con mi agresor, me quiero separar. Ya no quiero vivir en la ciudad, quiero vivir en el campo’. Las mujeres siempre somos bien fuertes, de las grandes crisis vienen también grandes transformaciones”.

La autonomía de la organización feminista

«Nunca he creído en los partidos políticos. Nunca he militado en un partido político. No creo en su estructura, tienen una base patriarcal. Por lo mismo, creemos en la autonomía y en organización solo entre mujeres, solo entre lesbianas. Organizaciones separatistas. Los partidos políticos van cambiando sus discursos para seguir validándose. Pero siguen repitiendo lo mismo. Creo absolutamente en la organización autónoma con base territorial».

Con todo, la artista y terapeuta cree que es válido que algunas mujeres decidan disputar y organizarse  desde esos espacios: «Nuestra energía no es infinita. Prefiero poner mi energía en crear espacios distintos, fuera de esta cultura patriarcal. Pero si ellas tienen deseos de hacerlo es legítimo también. No las veo como enemigas ni nada, el enemigo es otro. Cada una tiene que escoger dónde poner la energía y muchas mujeres lo hacen (en los partidos), pero se van dando cuenta de la pérdida de tiempo y que no son legitimadas. Y que la organización separatista o de mujeres es diferente. Ellas se van dando cuenta y dejando los partidos políticos. Creando acciones y colectivas«.

De Pablo insiste que en cualquier espacio partidario se reproducen lógicas de relacionamiento machistas. Por eso, pese a señalar que siempre se deben consultar las voces de las mujeres militantes para conocer sus experiencias, los círculos de mujeres serían espacios más fraternales de organización. “Si necesito gritar más alto (para ser escuchada) quizás no es el lugar donde yo deba estar. Si eso me produce un desgaste físico y emocional, no es un lugar donde yo deba estar. Debo estar en lugares donde yo me potencie, donde me pueda nutrir de otras. No estoy de acuerdo por luchar los espacios con los hombres. Si nosotras tenemos la capacidad de crear nuestros propios sitios y propuestas”.

Cree que en ocasiones es necesario realizar alianzas de carácter interseccional con diferentes actorías, ya que el “enemigo es muy grande”. Así hace referencia, principalmente, a luchas por la defensa del territorio y contra el sistema económico. Siempre resguardando los espacios seguros. También, advierte, evitando que las banderas del feminismo sean instrumentalizadas. «¿Qué más conveniente para un hombre que hacerse pasar por feminista? El feminismo tiene que ver con la experiencia de las mujeres. Un hombre jamás va a poder ser feminista. Pueden empatizar,  ser compañeros. Pero de ahí a nombrarse feminista me parece un robo».

Paulina de Pablo es escéptica cuando es consultada sobre si las organizaciones emanadas desde los círculos de mujeres pueden tener complementariedad con las políticas implementadas por el Estado. “Nosotras como feministas autónomas no creemos en el Estado. Pienso en una poeta negra, Audre Lorde que dice ´las herramientas del amo nunca desmontarán la casa del amo´. Entonces, todo lo que proviene de la institucionalidad se encuentra sustentado en la ética del patriarcado. No está a favor de las mujeres. Por eso es importante que las mujeres creemos redes, para que no tengamos que depender de legislaciones (…) por eso siempre instamos a que las mujeres creemos comunidades, vivamos juntas”. No cree que los aparatos estatales puedan ser cambiados en el futuro. A su parecer el “Estado siempre será patriarcal”.

El arte contra la censura

La  artista no cree que en nuestro país haya existido un completo apagón cultural. Paulina de Pablo declara que el arte resistió durante décadas. Fue relegado de muchos espacios públicos y no contó con los apoyos institucionales necesarios. No obstante, este se expresó en las calles mediante múltiples manifestaciones, performance e intervenciones. En parte, fue un trabajo silencioso donde las artes le disputaron al sistema imperante la interpretación de la realidad. Piensa que la explosión cultural del 18 de octubre no fue espontánea, sino que un trabajo acumulativo de años, en el que las mujeres fueron fundamentales.

En medio de la crisis, a Paulina le preocupa la reciente aparición de grupos de choque vinculados a la extrema derecha y la censura que ha sufrido el colectivo Delight Lab, por ejemplo. A su parecer, derecha y censura provienen de la misma raíz: el miedo que la derecha tendría al arte como vehículo transformador de la sociedad. “Les temen a los artistas, a los educadores y educadoras populares (…) por eso los criminalizan. Se reprime al arte porque ellos quieren todo muy higienizado (..) ellos llevan a cabo la ética del borrón. Tal como lo hicieron en dictadura; quieren borrar la historia. Así que es muy simbólico, cuando le ponen pintura a un rayado practican el borrado histórico que siempre han hecho”.

Declara que en ocasiones ha sentido miedo de salir a pintar en los espacios públicos, pero sigue adelante convencida que es necesario hacerlo. “Tienen mucho poder, violentan y criminalizan. Pero hay que tener un equilibrio para que ese susto no nos deje de brazos cruzados. Hay que tener resguardos. Si voy a salir a rayar, voy con un piño de cabras”.

 

Patriarcado y devastación

“¿Cómo es vivir con el extractivismo? Crecí en un lugar contaminado (Población Los Pinos, Laraquete), de mal olor. Al lado del monocultivo, viendo como cada vez desaparecía el bosque nativo y los recursos hídricos. Crecí en una playa contaminada, viendo cómo  la gente se iba empobreciendo. Vi la disminución de la flora y fauna. Fui testiga del saqueo, de cómo cambia el paisaje. Ahí donde los bosques nativos, de colores y hojas diversas, se transformaron en monocultivo. En su lugar, aparecieron pinos y eucaliptos.”

«Crecer y vivir en lugares donde está el extractivismo es muy violento. Siempre será violento. El patriarcado cree en la cultura de la devastación y la violencia. Ese mismo patriarcado que afecta a la naturaleza, es el que violenta a nuestros cuerpos de mujeres; las niñas, de las mujeres migrantes, y de las mujeres indígenas»

Por último, y como reflexión general, agrega “cuando nos colectivizamos podemos visibilizar y amplificar el mensaje de muchas mujeres que no están siendo escuchadas. Hay que tener conciencia de todas las mujeres. No solo las que se encuentran en las ciudades. También de las cuales se hallan resistiendo en los diferentes territorios bajo contextos diversos”.

COMMENTS