Pensamiento fósil de una masculinidad revenida

El ambiente está revuelto: hombres que matan mujeres y hombres que banalizan los femicidios; chicas que irrumpen en el Parlamento con los consabidos revuelos que se producen en espacios poblados por mayorías masculinas ante la presencia de cuerpos jóvenes y, para más, escasos en ropa y abundantes en movimiento.

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Ximena Valdés S.

CEDEM

Observatorio de Género y Equidad

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Columna publicada en La Nación el 29 de agosto de 2007

Columna publicada en El Mostrador el 7 de septiembre de 2007

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El Legislativo se pone a la altura del fútbol y de los ambientes de las conversaciones que ofrecen los matinales de la tele que hablan de las “modelos” que asedian a los futbolistas de nuestros casi siempre derrotados equipos.
 
Semejante estética se traslada al Parlamento; se le abren las rejas a las niñas del baile pero no a los sindicatos;
la virilidad es puesta en jaque ofreciendo distintas respuestas desde las más clásicas (“yo no podía dejar de ofrecerle mis brazos”) hasta las de la manifestación de una cierta incomodidad (“se me subió a la espalda”). Ante tal invasión del lugar donde se construye la ley y se fiscaliza, finalmente hay electores que observan la Danza con Diputados mientras pocos días atrás en Tolerancia Cero del canal Piñera, los ilustres machos de la ronda de debates dominicales proponían erradicar del panorama gubernamental al Servicio Nacional de la Mujer y otros banalizaban los femicidios como si la muerte de mujeres a manos de sus congéneres hombres fuera algo así como un empujón más.
 
En las últimas décadas se han ido produciendo cambios a favor de mayores niveles de igualdad entre hombres y mujeres. Más allá de cuerpos y vientres maternales, se dibuja una figura femenina más compleja, abriendo a las mujeres mayores posibilidades de arrancar de su carácter de objetos sexuales para educarse, trabajar, avanzar en el campo político, entre otros. Este mismo hecho ha contribuido a que la familia sea un lugar de conquistas democráticas y que el placer sexual femenino sea también un aspecto novedoso con relación a un mundo anterior, escindido entre virtuosas mujeres de casa o las malvadas mujeres de la calle, espejos de distintos deseos masculinos.
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En la calle y el espacio público, estamos acostumbrados a pensar, quizá ocurran situaciones de inseguridad. Pero esta afirmación no es del todo así: cerca del 20 % del total de las denuncias en Chile, corresponden a actos de violencia en la casa, descontando violaciones, otros delitos sexuales, lesiones y homicidios contra mujeres, que ocurren en la calle.
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Según Carabineros de Chile (que dentro del Programa Comuna Segura podrían darle una charlita a los ilustres machos de Tolerancia Cero), el perfil de los femicidas para el año 2006 fue el siguiente: el 37% tiene entre 41-50 años, 18% entre 18 y 30, 14% entre 31 y 49 e igual proporción entre 51 y 60 años. Es decir, la mitad tiene más de 40 años, mientras la edad de las víctimas es algo al revés: 43% tiene menos de 30 años, 20% entre 31 y 40 años, 22% entre 41 y 60 años de edad. Estos actos se cometieron en el 43% de los casos en el domicilio particular y en el 41% de los casos, eran convivientes, 10% cónyuges, 4% parejas, 14% ex parejas y el 4% pretendientes.
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Los asesinatos, cuando de femicidios se trata, tienen la singularidad de situarse en relaciones de pareja (matrimonio, concubinato, cortejo o noviazgo) evidenciando la peligrosidad que enfrentan las personas en su vida privada. Gracias a las acciones del Servicio Nacional de la Mujer (que el sr. Navia, de Tolerancia Cero, quiere eliminar), este problema ha sido encarado con dos leyes sobre violencia intrafamiliar (1994 y 2005) y se han creado dispositivos de medición de denuncias, al tiempo que se entrenó a Carabineros para acogerlas. Aunque haya innumerables problemas en la aplicación de estas leyes (con abarrotados Tribunales de Familia, muchas veces jueces complacientes, víctimas desprotegidas, etc., etc., etc.) SERNAM ha contribuido a colocar el problema en el Ministerio de Justicia, las Policías, Ministerio del Interior y División de Seguridad Ciudadana. Lo ha hecho no por la gracia de Dios, sino por la presión ejercida por las mujeres y por la suscripción de Tratados Internacionales por parte del Gobierno.
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Lo que ocurre en la vida privada de las personas es un buen termómetro de la sociedad que está amenazada por un importante número de hombres, ya maduros, que matan a mujeres más jóvenes con quienes han mantenido algún tipo de relación de pareja, quisieran tenerla, y quizás conservarla unilateralmente.
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No ver ni entender estos hechos, además de ser una tontera latina, es parte de la ignorancia de nuestra localización marginal como país, o simplemente un comportamiento fósil de una masculinidad revenida.

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