«Los que digan que no han sido empoderados, mienten»

"Yo no sé si en el futuro habrá o no una Presidenta (…), pero eso favorecerá la obtención de recursos para la actividad política de las mujeres y contemplará incentivos para que los partidos emprendan acciones afirmativas».

Entrevista publicada en El Mercurio

Con firmeza y serenidad, la Mandataria observa las acusaciones de desorden en la gestión del Estado y las disputas al interior del gabinete; reflexiona acerca del significado y el futuro de la Concertación, las proyecciones de su propio mandato, las críticas al gobierno Gobierno y las dificultades de la vida y del poder; y anuncia el proyecto de ley que enviará en septiembre para fortalecer la participación de las mujeres en la política: "Yo no sé si en el futuro habrá o no una Presidenta (…), pero eso favorecerá la obtención de recursos para la actividad política de las mujeres y contemplará incentivos para que los partidos emprendan acciones afirmativas».



CARLOS PEÑA GONZÁLEZ

Fotos: Marco Gatica

"No a la impunidad’", así se llamará el libro que me ocupará una vez que deje La Moneda. Allí escribiré acerca de la relación entre el discurso público y el privado, sobre los conflictos de intereses, sobre la distancia entre las palabras y la acción que he podido observar, y seguiré observando sin duda, el quehacer cotidiano de la política".

—¿Está desilusionada?

—En absoluto. No será un libro de desilusiones; serán simples ratificaciones de lo que siempre he sabido. La realidad es como es.
Es ya tarde en el Salón Azul de la La Moneda y la conversación, que ha tenido como telón de fondo el espléndido Espejo de Cronos, de Matta, está llegando a su fin. En su despacho está la foto de ella, muy joven, con su padre, cuando la sombra de la desgracia todavía no los alcanzaba.

La Presidenta, una mujer con una sonrisa que a veces se parece a la tristeza —sobre todo cuando recuerda que "la realidad es como es"—, reflexiona en esta entrevista, más allá de los ruidos y las furias de la política cotidiana, acerca del significado de la Concertación, las proyecciones de su propia tarea, las críticas al gobiernoGobierno, las dificultades de la vida y del poder. Lo ha hecho sin apuntes, ni papeles de ninguna índole.

"Soy realista, no desconfiada"

—Existe la impresión de desorden en la gestión del Estado, al que contribuyen las disputas al interior del gabinete o el Transantiago. ¿Esa impresión tiene asidero o es una simple imagen construida en el fragor de la competencia política?

—Es una mezcla de todas esas cosas. El Transantiago, sería torpe negarlo, fue un problema severo; pero respecto de él ya dije todo lo que tenía que decir. Lo dije en cadena nacional: fue un error cuyos costos padecieron sobre todo los más débiles, un error de política pública que contradijo todos los propósitos de mi gobierno. Pero ya ve usted. Quienes debían asumir su responsabilidad lo hicieron y hoy los problemas estructurales están siendo superados. Todos los gobiernos tienen problemas, cometen errores, toman buenas y malas decisiones. Lo decisivo es cómo encaran esos problemas. En lo que a mí respecta, los asumo de cara a la ciudadanía y, lo he mostrado ya dos veces, hago los cambios que hay que hacer.

—Hay quienes sugieren que muchos de esos problemas provienen del gobierno anterior…

—Mire, es injusto presidencializar todo lo que ocurre en un gobierno. En cualquier caso, me siento orgullosa de la continuidad de la Concertación y del ex Presidente Lagos. Y después de todo ¡no nos engañemos! se Se cargan las tintas al ex Presidente Lagos porque la derecha teme que él pueda ser el candidato de la próxima elección presidencial.

—¿Y a usted qué le parece esa posibilidad?

—A mí me parece —responde luego de un silencio— que debe ser candidato quien pueda llevar adelante la construcción de un Estado más inclusivo, que es el proyecto en el que estamos empeñados.

—¿Y en las demás críticas? Me refiero a la falta de autonomía o poder de sus ministros…

—Esa crítica reposa sobre una falsedad. Cada ministro —los de hoy y los de ayer— tienen tiene tareas y responsabilidades claras, y si alguno siente que no está empoderado, como se dice hoy, es simplemente que no tiene capacidad para ejercer el cargo. Al revés de lo que se dice en algunos análisis, concibo a los ministros como mis asesores fundamentales. El segundo piso, del que también se ha hablado, hace seguimiento, acompaña a la Presidenta, pero no suplanta a los ministros.

—Pero esas quejas salen de su propio equipo…

—Si alguien dice o siente eso, no puedo sino pensar que es una excusa. Los que digan que no han sido empoderados, mienten. Jamás le he dicho a nadie que no haga lo que tiene que hacer. Cada ministro tiene sus tareas y responsabilidades definidas y claras. Y si alguien asume que no ha sido empoderado, o siquiera lo insinúa, es que no tiene el liderazgo para hacer su trabajo. Le ruego ponga eso exactamente así. En la relación con los ministros no hay ni ambigüedades, ni falta de poder. Tampoco desconfianzas. Déjeme decirle que me sorprenden además esos análisis que uno puede leer en la prensa. Es como si yo fuera una persona llena de entuertos.

—¿Acaso no es desconfiada usted?

—No tengo desconfianzas. Lo que ocurre es que soy realista: sé en quién se puede confiar y en quién no. Por lo demás —frunce el ceño, en muestra de que el asunto la molesta de veras—, ninguna ministra, que yo sepa, ha dicho que no se siente empoderada.El género y el poder

—¿Observa entonces problemas de género en todo esto?

—Quizás —se ríe ahora, aligerando el asunto— las quejas por la falta de autonomía no son más que una resistencia simbólica a que sea una mujer la que mande. Por lo demás, no sería primera vez que los análisis respecto de mi gobierno tienen ese sesgo.

—Parece resignada a que ello ocurra…

—No. Soy realista y no me quejo. Ya se aprenderá que los liderazgos femeninos no tienen que ver con la capacidad de tomar decisiones, sino con el estilo que se sigue al hacerlo. Comprendo que en esto simbolizo e intenciono un cambio cultural de proporciones, un cambio que no tiene vuelta atrás. Yo no sé si en el futuro habrá o no una Presidenta. Ojalá que sí. Pero de algo estoy segura. Si antes las niñas me decían que querían ser doctoras, ahora me dicen que quieren ser Presidentas. Eso le hará bien al país. Y por eso, porque soy consciente de que la participación de las mujeres no sólo es justa, sino también eficiente, enviaré en septiembre un proyecto de ley para fortalecer la participación de las mujeres en la política: esa ley favorecerá la obtención de recursos para la actividad política de las mujeres y contemplará incentivos para que los partidos emprendan acciones afirmativas.

—El tema del género sigue poseyendo mucha importancia para usted…

—Me ha impresionado muchísimo el sesgo de género. Yo soy médico y en mi oficio el hecho de ser mujer nunca existió. En la política, sin embargo, ser mujer importa, los partidos son machistas, hay resistencia a que la conducción esté en manos de una mujer. Eso lo he vivido. Pero no me quejo. Es la cultura patriarcal. Sería tonto negarlo.

El futuro de la Concertación

Para explicar el propósito de su gobierno, cita a Castells (Manuel Castells es un sociólogo y profesor universitario español, catedrático de Sociología y de Urbanismo en la Universidad de California, Berkeley, así como Director del Internet Interdisciplinary Institute en la Universitat Oberta de Catalunya. Fue exiliado por Francisco Franco).

Se trata de pasar de un Estado autoritario y excluyente, a uno democrático e incluyente. Su gobierno, dice, es progresista: "jugarse por ampliar los espacios de libertad efectiva de las personas, derrotando la pobreza, ampliando la participación. La libertad es simple retórica si no va acompañada de derechos que hagan posible su ejercicio efectivo. Ese propósito ético es el que, en medio de la diversidad y en medio de los problemas, une a la Concertación".

—¿Cree usted entonces que la Concertación todavía tiene sentido histórico, algo que la anima después de tantos años en el poder?

—Por supuesto. Estoy orgullosa de formar parte de la Concertación, de cómo nació y de lo que ha hecho. Una coalición no sólo electoralmente exitosa —hemos ganado ¡catorce elecciones!—, sino socialmente eficiente. Hemos cambiado al país en las últimas décadas. La vivienda, la educación, los bienes de consumo se han expandido. Los chilenos y chilenas hoy día tienen más bienestar. La desigualdad sigue siendo nuestro problema, pero también la hemos disminuido, según muestra la encuesta Casen del 2006. Y si al ingreso autónomo de las familias le sumamos las transferencias de las políticas sociales, disminuye más todavía. La Concertación logró construir una mayoría —entre el socialcristianismo, la socialdemocracia, el progresismo liberal— para impulsar un proyecto: transformar la matriz neoliberal que diseñó la dictadura. Ese propósito de todos estos años nos une todavía y nos diferencia de la derecha.

—Pero la Concertación parece haber envejecido, los apetitos personales han surgido y parece carecer de un propósito común…

—No crea, la política cotidiana, con sus ruidos y sus problemas, puede hacer creer eso. Pero nadie de la Concertación olvida el progresismo ético, así lo llamaría yo, que nos une y que inspira a mi gobierno: hacer de Chile una sociedad moderna donde los ciudadanos deliberan y deciden qué bienes básicos nos debemos mutuamente en razón de que formamos parte de una misma comunidad. En ese propósito ético la Concertación tiene un profundo consenso.

—¿Un consenso ético, dice usted?

—Cuando digo ético no me refiero, por supuesto, a lo valórico sexual. Me refiero a la relación entre la libertad e igualdad y los esfuerzos por garantizar ambas cosas. Por eso me ha parecido importante lo del obispo Goic. Más allá de las cifras, se trata de la ética de la igualdad. Se trata de la lucha por incluir a todos en los frutos del bienestar.

—¿En qué se traduce, desde el punto de vista político, ese consenso?

—El Plan Auge, la reforma previsional, la reforma a la educación y la reforma electoral tienen ese sentido profundo: transformar los derechos formales en garantías efectivas que permitan que cada chileno pueda ejercer su libertad y no sólo verla como un asunto retórico. Si usted mira en conjunto a la reforma educacional y a la reforma previsional, ve el propósito de incluir y dar igualdad desde la cuna a la vejez, igualdad en la partida y en la llegada. Esto no es un shopping list como alguna vez se dijo: es un programa con sentido histórico. En todo eso —continúa sin detenerse, como si este fuera un discurso largo tiempo contenido— la Concertación todavía tiene mucho por delante. Construir un estado social y democrático de derecho, con amplia participación y derechos garantizados: ése es nuestro proyecto. Eso es lo que nos une. Ampliar la participación y asegurar la libertad con derechos garantizados por el Estado.

—¿Usted no aprecia también en la derecha esos propósitos de ampliación democrática y de mayor inclusión?

—Mire, la derecha tiene un ánimo democrático y puede, claro, tener coincidencias conceptuales con esos propósitos de inclusión, pero en la práctica los abandona. Un ejemplo de lo que digo es el rechazo de la derecha al voto de los chilenos en el exterior: los mismos que se emocionaban con los chilenos en Canadá, luego rehusaron su apoyo para que participen. Ocurrió también con el rechazo a que el Metro fuera operador de superficie y ocurre cada vez que hablamos de provisión pública de ciertos bienes. La derecha no tiene un proyecto histórico inclusivo, está enceguecida por la competencia política. Confío, sin embargo, en su vocación de Estado.

—Pero, a cambio, la oposición podría esgrimir un argumento en su contra aparentemente indesmentible: su gestión ha tenido problemas…

—Hablamos ya de eso y en cualquier caso falta mucho para que esas opiniones sean definitivas. Mi gobierno termina el 10 de marzo del año 2010. Todavía no alcanzamos siquiera la mitad.

—Usted fue quien dijo que el tiempo útil del gobierno alcanza hasta el inicio de las elecciones municipales.

—Nunca dije eso. Lo que dije, y en cualquier caso pudo haber un malentendido que aprovecho de corregir, con mi fuerte realismo, es que el proceso legislativo perderá eficiencia cuando principien las campañas. Y es que las luchas electorales distorsionan la capacidad de poner por encima los intereses del país. Pero mi gobierno dura hasta el 10 de marzo del año 2010 y no tenga dudas que gobernaré hasta el último día.

—¿Es mucho o es poco lo que resta, Presidenta?

—Poco desde el punto de vista de lo que hay que hacer. Y por eso tenemos que recuperar el sentido de la urgencia.

—¿Y mucho desde qué punto de vista?

—(Calla y sonríe…)

Ese suave escepticismo

—Permítame una observación personal. Al contrario de lo que la gente piensa, que ve en usted a una optimista incombustible, yo creo ver en su sonrisa una leve tristeza, un saludable escepticismo frente a las cosas.

—(Ríe despacio) Tengo un realismo brutal y al mismo tiempo un optimismo histórico que me hace persistir en lo que hago. Como soy realista, hago todo lo posible por mejorar, pero no me enamoro de mis actos. Sí de mis propósitos; no de mí, ni de mis obras. Eso me cura contra la soberbia o la ilusión de ser una deidad. Tengo sueños, pero sueño también los obstáculos que encuentro. Mi capacidad de empatizar deriva de mi capacidad de ver las limitaciones de la vida. No me paso cuentos de piratas.

—¿Nunca? ¿Ni siquiera cuando era joven?

—Estaba llena de proyectos, no de cuentos; aunque la vida se encargó de mostrarme que las cosas no siempre son como una espera. En la vida a veces se pierde; pero la vida es como es. Soy una humanista laica y sé que es en este mundo donde tenemos que actuar.

—Ese realismo debió haberlo heredado de su padre…

—También de mi madre, sin duda.

—¿Echa de menos a su padre? Me lo pregunto cada vez que veo esa foto que está en su despacho. Usted y él en un bote, ambos riendo…

—A mi padre lo he echado de menos muchas veces, aunque siempre fui muy independiente. Me gustaría sentarme con él, claro que sí, comentar ciertas cosas y escuchar sus consejos y sugerencias, aunque mi madre también me las da. Hubiera sido bueno tenerlo a él. Pero lo echo de menos sobre todo por otra cosa: mi padre habría sido ¡un tremendo abuelo! A mis hijos —ellos no conocen ningún abuelo— les hubiera hecho bien mi padre, su fuerza, su cariño. Desgraciadamente, ya le dije: la vida es como es y este es el único mundo que tenemos.

LA REFORMA EDUCACIONAL: "Debemos cuidar que no resulte un patogallina o un gatopardo"

-La reforma educacional está hoy en el centro de las preocupaciones públicas y está en curso un proceso de negociación para llevarla adelante ¿Cómo ve usted en términos generales ese proceso?

-Valoro, así lo he dicho otras veces, la búsqueda de acuerdos en ese ámbito que es especialmente importante para el futuro. La educación es un tema país donde todas las fuerzas políticas tienen la oportunidad de hacer una apuesta de futuro por nuestros niños y niñas. En la educación se juegan cuestiones tan importantes como el sentido de pertenencia de los futuros ciudadanos, la movilidad social, el capital humano del país. Entonces hay que buscar acuerdos, pero todos debemos cuidar que no resulte, por decirlo así, un patogallina o, peor todavía, una reforma del gatopardo, que todo cambie para que todo siga igual.

-El debate se ha centrado, sobre todo, en el problema del lucro y de la selección. ¿Qué es exactamente, en su opinión, lo que está en juego allí?

-Mire, no nos preocupa la forma jurídica. Si hay familias que estén dispuestas a pagar a entidades que persiguen lucro para educar a sus hijos, el Gobierno no tiene, obviamente, problemas con eso. Otra cosa es lo que ocurre con los establecimientos que reciben recursos públicos. Quiero ser drástica: nos interesa evitar el mal uso de esos recursos. Si usted quiere, ese es nuestro objetivo: evitar el mal uso de los recursos públicos. Lo que a mí me interesa es asegurar el máximo de calidad para los que no pueden elegir. Recuerde usted que, como dije denantes, la libertad está atada a la igualdad.

-Pero ese objetivo es perfectamente compatible con permitir la provisión educativa con fines de lucro, algo que hoy hace más del 20% del sistema escolar…

-Es probable, pero le insisto: nuestro objetivo de política es evitar el mal uso de esos recursos. Eso es clave para el logro de la calidad y ese es el sentido de la Superintendencia de Educación.

-¿Y en el caso de la selección, el otro principio en disputa?

-Mire, de nuevo, yo no tengo problemas de principio con muchas formas de selección. El problema es que cuando usted permite la selección en base a criterios aparentemente objetivos, abre la puerta para que esos principios operen como un disfraz de la discriminación. En otros casos la selección puede ser la gran causa de la excelencia. Hay colegios, incluso públicos, que no sabemos si son buenos nada más porque seleccionan los mejores estudiantes.

-Pero el caso es, Presidenta, que hay que evitar que ese problema impida un acuerdo en torno al marco del sistema educativo.

-Sin duda. Y quizá revisar la estructura de ciclos del sistema escolar, rebajando, por ejemplo, el ciclo de básica, puede ser un punto de partida para resolver también el tema de la selección.

-Y claro, dicho todo eso, no acaba allí el problema ¿verdad?

-Por supuesto, todos esos temas dicen relación con el marco regulatorio. En tanto hay que avanzar en otra serie de ámbitos. Allí se inscribe el incremento de recursos que hemos anunciado, los programas preescolares, el cambio en la estructura de financiamiento, el mejor uso de la jornada escolar completa, la mejora en la formación de profesores, en la gestión municipal, resolver el déficit histórico en inglés, matemáticas y ciencias. Los frutos no los veremos durante mi gobierno, pero aspiro al menos a sentar las bases de un gran consenso educativo.

RELACIONES EXTERIORES: "Chile debe estar disponible para aumentar el acceso al mar de Bolivia"

-¿Es verdad que Bolivia tiene casi a la mano una salida al mar? ¿Qué hay de cierto en las declaraciones del cónsul?

-Respecto de ese tema, déjeme reiterar lo que he dicho otras veces. Chile debe estar disponible para aumentar el acceso al mar de Bolivia, para conferirle una cualidad marítima. Eso, claro, es distinto a conferir soberanía. En cualquier caso hay un amplio clima de colaboración.

-¿Y los reclamos de Perú?

-Perú intenta desconocer en forma unilateral, y por primera vez en la historia, la jurisdicción que Chile ha ejercido, ejerce y ejercerá en la frontera terrestre y marítima. Chile no puede aceptar esta pretensión. Y en esto seremos serenos, pero firmes.

-¿Qué hará una mujer que carece de creencias religiosas visitando a Benedicto XVI?

-Formalmente se trata, usted lo sabe, de una visita de un Jefe de Estado a otro Jefe de Estado. Posee un profundo significado para Chile y para mí. Soy la Jefa de Estado de un país cuya cultura es predominantemente católica. Más que eso, los esfuerzos del gobierno son convergentes con los valores que animan a la Iglesia: a mí me interesa el reencuentro entre los chilenos, simbolizo ese reencuentro, y además estamos empeñados en acabar con la exclusión social. Todo eso le da un especial significado a mi visita.

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