Opinión:… Ráptola, viólola y mátola…

(Nombre de la obra de teatro que crítica el sensacionalismo de la prensa policial)

Por Arely Torres Miranda, comunicóloga y feminista (México)


Esas tres palabras reflejan fielmente el trato que los medios de comunicación dan a la violencia contra las mujeres, y nos remite a una de las portadas de la revista mexicana “¡Alarma!” especializada en notas policiacas, que si bien puede ponerse en tela de juicio su ética editorial, es innegable que es todo un referente de cómo los asesinatos de las mujeres por razones de género han ocupado, por mucho tiempo, parte central de la nota roja de los medios de comunicación. Es el gran reto que tenemos en el tema.

Marcela Lagarde, antropóloga mexicana, acuña el término feminicidio como el genocidio contra mujeres, que se sucede por la permeabilidad del Estado y la sociedad que permite la violencia contra la integridad, la salud, las libertades y la vida de niñas y mujeres. Crímenes que son cometidos por conocidos con quien se puede tener afinidad afectiva de pareja o amistad, desconocidos y anónimos, y por grupos mafiosos de delincuentes unidos a formas de vida violentas y criminales. Todos coinciden en que usan a las mujeres como prescindibles, maltratables y desechables. Todos convienen en su infinita crueldad de crímenes de odio contra las mujeres (2007).

La violencia contra las mujeres ha persistido de manera histórica y cultural. Se sostiene por una construcción mayoritariamente patriarcal donde esta dominación se trasmite de generación en generación a través de la socialización que se encarga de habituarla, institucionalizarla y legitimarla como si fuera algo natural. Parte de este proceso de socialización y, a su vez, de naturalización, es realizado por los medios de comunicación. Todas las personas que consumimos una noticia, un reportaje, una crónica o cualquier hecho de violencia, recibimos informaciones impregnadas de atributos simbólicos que el medio instala de manera imperceptible.

El hecho convertido en noticia lleva la carga de los intereses de quien lo presenta, es por eso que no es de extrañarnos que cuando en los medios se relatan feminicidios, se hacen evidentes estos estereotipos, prejuicios y sexismos a grado de que pareciera que lo importante es convertir la muerte de una mujer en un espectáculo público, desbordado de sensacionalismo, despertando una conmoción colectiva, y con toda la intencionalidad de imprimirle un morbo a través del lenguaje de la información, la imagen que la acompaña y el espacio del medio informativo en el que se coloca la nota.

Desafortunadamente, ya sea por desconocimiento o por irresponsabilidad, cuando los medios publican algún feminicidio, no consideran los efectos que tendrá la información y la trascendencia de ésta para la víctima, la familia de la víctima y la sociedad. Pareciera que se ensañan en documentar la vida de la víctima para presentarla como culpable del delito y muy pocas veces se analiza el comportamiento del asesino, abonando a este discurso patriarcal de culpabilidad tan generalizado y aceptado socialmente: da pie a la descalificación y a la estigmatización para justificar maltrato, acciones y sucesos como el Feminicidio

Uno de los casos más recientes en San Luis Potosí, México, ciudad en la que vivo, fue el Feminicidio de Samantha, joven estudiante de la carrera de medicina asesinada por uno de sus compañeros de universidad. Su asesinato fue exhibido por casi todos los medios de comunicación estatales quienes no repararon en la violación de derechos y revictimización, publicando sin ningún empacho las imágenes del cadáver de Samantha en medio de un charco de sangre. No conforme con eso, el texto era francamente tendencioso: “habían estado ingiriendo bebidas alcohólicas hasta altas horas de la madrugada”.

Comunicación e Información de la Mujer, AC (CIMAC) junto con el Instituto de las Mujeres del entonces Distrito Federal, publicaron un análisis sobre la forma en que los medios impresos de comunicación abordan el Feminicidio en donde publica una sencilla pero contundente guía para informar sobre Feminicidios:

  1. Investigar el caso.
  2. Contextualizar la violencia de género.
  3. Cuidar el lenguaje: eliminar adjetivos que califiquen la imagen de la víctima o justifiquen al agresor.
  4. Evitar mostrarlo como hechos aislados.
  5. Evitar móviles convencionales y jamás calificar como crimen pasional.
  6. Consultar opiniones de personas expertas, leyes y sentencias judiciales.
  7. Visibilizar la violencia de género como violación de derechos humanos.
  8. Evitar narraciones e imágenes escabrosas que alienten el morbo y hagan de la violencia contra las mujeres un espectáculo.
  9.  Identificar claramente los tipos y las modalidades de la violencia contra las mujeres.
  10. Destacar las denuncias previas, los procesos judiciales pendientes, así como las órdenes de protección. (Feminicidio en Medios Impresos 2011-2012, CIMAC)

Sin duda, tenemos mucho camino por recorrer para eliminar y erradicar estas violencias ejercidas por los medios de comunicación contra las mujeres pero mientras las universidades de comunicación, periodismo y ramas afines no incorporen la perspectiva de género en sus currículas, y a través de leyes se impongan sanciones contundentes para los medios que insistan en estas prácticas, poco será lo que se pueda hacer para cambiar el panorama, salvo por la sociedad civil que no quita su dedo del renglón y sigue sumando esfuerzos por visibilizar la problemática y reeducar a quienes producen la información en los medios.

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