Rosa Trigo de Juntos por la Vida: “Políticas de prevención y control del virus del VIH no tienen enfoque de género”

Rosa Trigo de Juntos por la Vida: “Políticas de prevención y control del virus del VIH no tienen enfoque de género”

«En al menos 14 países se ha informado sobre casos de esterilización involuntaria y aborto forzado en mujeres que viven con el VIH. En Chile, a muchas mujeres se las intimidó».

Por Sebastián Gárate

Las cifras son preocupantes. El aumento de un 125% del VIH entre jóvenes de 15 y 30 años puso en alerta a la sociedad médica de Chile, situando al país entre las naciones que han experimentado un aumento explosivo del virus dentro de su población. Especialistas están alarmados y –literalmente- piden que las personas se realicen anualmente el Test de Elisa para detectarlo, haciendo énfasis en que mujeres y hombres jóvenes deben entender, de una vez por todas, que el condón jamás debe faltar.

Ante este escenario, el 58% de las nuevas infecciones por VIH que se produjeron entre las y los jóvenes de 15 a 24 años en 2015, afectó a mujeres adolescentes. De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, el género femenino es más sensible al virus que el masculino, donde la violencia de género y el maltrato de una sociedad que lo discrimina, muchas veces aumenta su vulnerabilidad; violencia reconocida como una violación a los derechos humanos que con el tiempo se ha convertido en una preocupación para la salud pública, vinculándose peligrosamente con el virus VIH/sida.

Desde su vereda, Rosa Trigo -encargada de Atención Integral y Género en Organizaciones Comunitarias sin fines de lucro en Juntos por la Vida– comenta cuál es la realidad de las mujeres chilenas que viven con VIH, habla de por qué son ellas las que desertan mayoritariamente del tratamiento y analiza un tipo de violencia que no tiene al hombre como principal agresor, sino a un Estado que no realiza políticas públicas que velen por el género en la respuesta a esta infección.

90-90-90

“Las políticas de prevención y control del virus no tienen incorporado el enfoque de género. Es más, los programas que existen son deficientes”, aseguró Rosa Trigo. Si bien la evidencia indica que las relaciones sexuales de adolescentes son sin protección, ante la consulta de si cree que la adherencia al condón depende del nivel socioeconómico o de la disponibilidad de dinero, Trigo es enfática: no. 

“Esto quiere decir que los jóvenes no están ni ahí con la prevención. No le dan importancia a la adquisición/transmisión del virus o de enfermedades sexuales. Menos del 50% habría usado preservativo en su primera relación íntima”, aseguró, comentando que ante esta afección no debe hablarse de contagio, si no que de transmisión para que así las personas entiendan que esta es una enfermedad de transmisión sexual. “La única vacuna que tenemos, o con la que contamos actualmente, es el preservativo. Y si las campañas de prevención no dan enfoque, o no se fortalecen en ese sentido, es difícil que una ciudadanía tome conciencia de que tiene que usarlo y que es la única vía de cuidado”

Pero más allá de que las personas más jóvenes de hoy tomen conciencia, para ella, las cifras se sustentan en el pensamiento de “no importa, porque hay tratamiento” o “el VIH está en el AUGE, entonces tengo medicamentos”. Sin embargo, esta reflexión conlleva una responsabilidad mayor, un diagnóstico que no es liviano pero si transversal que afecta a cualquier clase social: el saber que se vivirá con el virus toda la vida.

“Para erradicar el sida se habla de que tenemos que llegar al 90-90-90, que es lo que propuso la ONU Sida”. Con esto, Trigo se refiere a que se espera que dentro de las personas viviendo la infección, el 90% conozcan su realidad, el 90% de este nuevo universo esté notificado y reciban tratamiento y que el 90% de esas personas tengan una carga viral suprimida o indetectable. “Llegar a esa etapa -soñada- es bastante difícil en Chile. Creo que estamos en un 60%”, dice Trigo. Así, recuerda lo último que señaló el doctor Carlos Beltrán -infectólogo y presidente de Corporación Sida Chile– en un seminario feminista en Arica. Advirtió que “estamos con desabastecimiento de tratamiento anti retro-virales. Van a faltar medicamentos con los que se tratan a las personas que viven con VIH. Entonces eso ya es preocupante, porque quiere decir que no va a haber adherencia para las personas que ya se encuentran con tratamiento, provocando que mucha gente muera”, relató Rosa Trigo.

Solo para mayores de 18

En 9 de 17 países de América Latina se requiere consentimiento de los padres o tutores para que personas menores de edad accedan a la prueba del VIH o a sus resultados. Chile es uno de ellos, es uno de los países que si tienes 14 años y quieres prevenir un embarazo no planificado, vas y pides la píldora del día después, sin la necesidad de ir con un familiar. Sin embargo, para realizarse un test de prevención, te ponen trabas de que tienes que ir con un adulto responsable. Eso limita la autonomía de las personas jóvenes. No todos van a ir donde sus padres a decirles ‘oye papá, quiero hacerme el examen del sida’ Solo el 7% de la población que se inicia sexualmente se ha realizado el Test de Elisa para el VIH”

En 2015 el senador Fulvio Rossi presentó una moción para que personas menores de 18 años se pudieran realizar el Test de Elisa de forma voluntaria, sin la autorización de los padres, madres o tutores. Sin embargo, aún duerme en el Congreso. Este es un examen que busca prevenir y saber si vives o no con el virus. “Si no vives con el virus, súper bien, porque así sabrás cómo cuidarte, usar preservativo, conversar con tu pareja, ponerse de acuerdo, ser mutuamente fieles en la relación y hablar de abstinencia”, asegura Rosa Trigo. Para ella, la decisiones sobre cómo vivir la sexualidad y la reproducción son decisiones de cada ser humano y en Chile no se le permite a las personas decidir cuándo iniciarse sexualmente, cuándo querer abortar; si no quieren tener hijos porque no están preparados o simplemente no quieren, o decidir libremente cuándo ejercer sus derechos. “En el país, las niñas cuando quedan embarazadas por violación, ya sea del padre, hermano o tío, están obligadas y torturadas a ser madres. Mantener el embarazo es ser una buena mujer”, denuncia.

La responsabilidad del Estado con el género

La representante de Juntos por la Vida asegura que las campañas de prevención del virus que el Estado chileno por ley se auto-obligó a implementar todos los años, han sido inexistentes. “La del año pasado ni siquiera fue una campaña nueva, fue reciclada del 2014. Y ahora el 2016 ya se está acabando y no ha habido ninguna cruzada preventiva”. Para Rosa Trigo es preocupante que siendo una infección que se adquiere por vía sexual en más del 97% de los casos en Chile (y menos del 2% por transmisión vertical de la madre al feto) no existan campaña que le indiquen a la ciudadanía, a los adultos mayores de 60 años, a las dueñas de casa y, sobre todo, a la población más joven, cuáles son las formas de prevenir.

Rosa Trigo insiste que la situación de Chile es alarmante. Es más, concibe al Estado como un ente negligente al no contar con políticas públicas que realmente sean acordes a los tiempos. “Somos nosotras las que acompañamos a nuestras familias, las que estamos ahí cuidando a las personas que nos rodean: a nuestros hijos e hijas, hermanos y hermanas y padres, despreocupándonos muchas veces de nosotras mismas. Entonces, si el Estado no aporta con mejorar las condiciones de vida de las personas que viven con VIH, obviamente la prevención no será un tema”, asegura convencida. Agrega que son las mujeres además las que presentan el mayor porcentaje de deserción del tratamiento. Mayoritariamente lo descontinúan por su nivel socioeconómico y educacional, que es lo que constituye una mayor vulnerabilidad para el género: ellas se encuentran en los grupos de niveles más bajos, donde se concentra la población que está más afectada.

En cuanto a cifras, Trigo comenta que las mujeres que viven con VIH son más discriminadas que los hombres. De acuerdo al Ministerio de Salud, dos tercios de las mujeres notificadas son dueñas de casa, entre 30 y 49 años con pareja estable. Es decir, son heterosexuales. Y un grupo menor de ellas, entre los 20 y 35 años, fue diagnosticada luego de realizarse el Test de Elisa de manera voluntaria cuando estaban embarazadas.

Sobre la opinión de algunos especialistas de los riesgos del alcohol y las drogas en la exposición a la transmisión, en especial para las mujeres jóvenes entre 15 y 24 años, Rosa Trigo es de la idea que estos factores externos que influyen en cómo se previene la adquisición o transmisión del VIH, no involucra únicamente al género femenino. “No creo que las mujeres –consideradas muñecas inflables que no piensan y que deben estar calladas– cuando están drogadas o bebidas sean las más vulnerables. Todos lo somos. Sin embargo, la diferencia está en que las mujeres biológica o socialmente se encuentran más expuestas en lo económico, por lo tanto, muchas veces acceden a tener relaciones sexuales con equis personas o realizan el comercio sexual en situaciones de riesgo”. La violencia en la que viven, las agrede sin siquiera darles la posibilidad de negociar el uso del condón con su pareja, o con quién viven.

Mujeres y VIH

La violencia contra mujeres y niñas aumenta su riesgo de contraer VIH. Un estudio realizado en Sudáfrica concluyó que la asociación entre violencia en la pareja y el virus del Sida era más fuerte en presencia de conductas controladoras o de maltrato, elevando la prevalencia del VIH. Según Rosa Trigo, los resultados de este estudio pueden ser aplicados a la realidad chilena, ya que la violencia hacia las mujeres y niñas se vive en todos lados y de la misma manera. “No es que sea distinta por vivir en lugares más o menos acomodados, o en países que están o no desarrollados. Lamentablemente, la violencia en este tema es transversal y la viven incluso mujeres a las que tú miras y dices ‘oh, a ella no le falta nada’. Aunque no lo queramos, Chile sería como el espejo de la violencia que se vive en África en relación a que el género femenino no puede decidir, no puede optar y es coartado en la decisión de la autonomía de su cuerpo”, concluyó.

A nivel mundial, solo 3 de cada 10 mujeres y jóvenes de 15 a 25 años poseen conocimientos exactos y exhaustivos sobre el virus del VIH. La falta de información sobre prevención y la desigual relación de poder entre mujeres y hombres, disminuye la capacidad y posibilidad del género femenino de negociar y disfrutar de prácticas sexuales más seguras. A las mujeres se les limita el conocimiento, tanto como a los hombres cuando deciden identificarse como transgénero o transexuales, porque se les obliga muchas veces a salir de la educación, no terminando su escolaridad, o bien teniendo que estudiar una carrera técnica porque es más corta, permitiéndoles ayudar a sus familia más rápidamente.

“De todos lados, por donde se les mire, las mujeres siempre son castigadas por el solo hecho de ser mujeres. No se nos ve más allá de que somos mujeres con útero y, como dijo una gran pensadora de la UDI, ‘prestamos el cuerpo’. Para ellos, las mujeres estamos para mantener el patriarcado, en el sentido de que nosotras solo servimos para tener hijos y poder reproducir el apellido. No podemos ser científicas ni astrónomas, no podemos tener otro tipo de pensamiento, de crecimiento, porque se nos limita a que tenemos que ser madres”, reflexiona Rosa Trigo.

Las mujeres que viven con el VIH tienen mayor probabilidad de sufrir violencia, incluyendo violaciones a sus derechos sexuales y reproductivos. Cuando una mujer es notificada con VIH, la visión que la sociedad tiene de ella -razón por la que en la mayoría de los casos abandona el tratamiento- es que es promiscua, libertina, trabajadora sexual, prostituta, que se lo buscó. Es por eso que cuando son alertadas para muchas es más fácil alejarse del tema y negarlo, asumiendo las consecuencias de dejar el tratamiento, con el impacto que ello significa.

En al menos 14 países se ha informado sobre casos de esterilización involuntaria y aborto forzado en mujeres que viven con el VIH. En Chile, a muchas mujeres se las intimidó. A otras, simplemente, las esterilizaban y no supieron hasta que por otra enfermedad se enteraron de lo que les habían hecho. Muchas dieron la cara y demandaron al Estado. “A Chile se le demandó ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos porque a muchas se les obligó a esterilizarse de manera forzada y sin consentimiento. Se las inducía diciéndoles: ‘cómo vas a traer niños al mundo si se van a morir’, ‘nadie los va a querer con VIH’, ‘imagínate si nacen con el virus, ¿de quién será la responsabilidad?’ La culpa que les hacían sentir a las mujeres era tan fuerte, que la utilizaban para esterilizarlas: el sufrimiento de ellas por dar a luz un hijo o hija con VIH”, se cuestiona Trigo

Las normas jurídicas tambien influyen directamente sobre el riesgo de las mujeres de contraer el VIH. En países donde las mujeres tienen mayor riesgo, las leyes que las amparan son débiles. La falta de derechos reconocidos legalmente fomenta la condición subordinada de la mujer, especialmente en relación con sus derechos respecto a poseer y heredar bienes, dar su consentimiento para algún tratamiento médico, el divorcio, firma de contratos, demandas y testificaciones en los tribunales.

Para Rosa Trigo de la Red Vivo Positivo, el Estado de Chile no reconoce la importancia de la igualdad de género en las respuestas nacionales ante el VIH, asegurando que las campañas de prevención así lo dejan claro. “Nos ha costado que se incluyan las temáticas que son culturales y pertinentes de cada región y sector. Somos un país largo que tiene su propia identidad cultural, su propia especificidad. Lamentablemente, ello no se refleja en las campañas de prevención. En la última, en que salía una activista trans, los ejecutores hablaban y se felicitaban entre ellos por tomarla en cuenta. Para mí, haberla incluido en una imagen no fue una real inclusión. No se ha hecho nada de prevención en lo que es género, culturas o pertinencia, a nivel nacional”, finalizó.

 

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