Mil 285 millones de personas –equivalente al casi 17.7 por ciento de la población mundial– son católicas. Al menos así lo dio a conocer recientemente el Vaticano por medio del Anuario Estadístico de la Iglesia. Esta cifra es fluctuante y naturalmente inexacta. Es imposible saber con certeza cuántas personas profesan una religión. La asistencia dominical o el aporte de diezmo no significa que se profese una creencia espiritual determinada.
Incluso, los propios “representantes” de esta institución, están lejos de seguir lo que su religión presume. Sacerdotes y altos clérigos han logrado materializar una red de muerte, corrupción, abuso y deshonestidad bajo el escudo de la protección “divina” que manejan a su antojo para satisfacer sus malsanos instintos.
Para nadie es un secreto que, solapado por las altas esferas del poder, el Vaticano ha sido actor, cómplice y juez parcial de los crímenes que sus clérigos han cometido contra millones de niños en el mundo.
Sólo para ejemplificar, recientemente El Mundo reveló que en Australia, 4 mil 500 personas denunciaron abusos sexuales entre 1980 y 2015, 78 % de los denunciantes fueron varones y un 22 % mujeres. “En total, unas mil 880 personas fueron identificadas como presuntos perpetradores de abusos. De estos, 597 o el 32 % eran hermanos religiosos; 572 o un 30 %, sacerdotes; 543 o un 29 %, laicos y 96 o el 5 % eran hermanas religiosas”, se lee en el diario.
De manera más cercana, en México otro caso de pederastia fue objeto de nota nacional: Gerardo Silvestre abusó de al menos un centenar de niños entre 2009 y 2010 y hace unos meses fue condenado a sólo 16 años y seis meses de prisión.
Sería imposible enumerar todos los abusos que, bajo la sotana, esconden estos hombres de “buena fe”. País por país, entidad por entidad y localidad por localidad, estas historias suman cientos de miles de víctimas. Baltimore es un ejemplo de ello. Hace 50 años se perpetró un crimen que hoy sale a la luz en busca de generar sus justas consecuencias. ¿Quién mató a la Hermana Cathy? Ryan White, dirige esta serie que intenta descifrarlo en 7 capítulos .
La religiosa desapareció el 7 de noviembre de 1969 y su cuerpo fue encontrado dos meses después. Nadie supo quién fue el responsable. Fue hasta que una exestudiante de la víctima denunció un abuso sexual que sufrió por un capellán de la Archbishop Keough High School. Para intimidarla, fue llevada hasta el cadáver de su exprofesora, “mira lo que pasa cuando hablas mal de la gente”, le dijeron.
Por demás está decir que las prácticas de una Iglesia no son equiparables a la religión en cuestión. La exhibición y denuncia de las prácticas pederastas y otros crímenes, no son nivel de la fe que alguien pueda tener respecto a una doctrina, antes bien, son sus autoridades quienes tendrían que ser condenados con todo el peso de la justicia y el objeto de estas acusaciones.
COMMENTS