Violencia contra las mujeres y Estado ausente

 

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La violencia contra las mujeres y niñas es una violación de los derechos humanos. En el mundo 1 de cada 3 mujeres ha sufrido violencia física o sexual por parte de una pareja o ex pareja. Según cifras de la Red Chilena contra la violencia hacia las Mujeres, a la fecha en Chile se han registrado 58 femicidios. La cifra difiere de lo que entrega el Servicio Nacional de la Mujer cuando habla de 45 asesinatos de mujeres.

Nuestro país cuenta con la Ley de Violencia Intrafamiliar y la tipificación del femicidio. Sin embargo, la falta de un plan integral y una nueva legislación sobre violencia de género, comprometida en el programa de Gobierno, pareciera no tener la prioridad que requiere para enfrentar este flagelo.

A diario las mujeres están expuestas a violencia sexual, económica, política, cultural, mediatica y obstétrica. La violencia se trata de invisibilizar y no se da cuenta de ello. Los llamados a denunciar y las medidas cautelares no ha evitado femicidios. Por primera vez dyrante el 2015, SERNAM cuenrta con un Plan de Prevención en violencia, pero sus recursos son limitados. Tampoco existen campañas permanentes que trabajen la prevención y reparación de las mujeres agredidas. 

Mención aparte cobra la responsabilidad de los medios de comunicación. El 14 de septiembre pasado el diario La Cuarta titulaba en su portada “Hizo anticucho con la polola”, refiriéndose así a un femicidio frustrado en la ciudad de Arica. El tratamiento noticioso que entregan la prensa y televisión, frente al asesinato de mujeres, constituye un atentado contra los derechos humanos de las mujeres, una naturalización discriminadora de este tipo de hechos y una apología a la violencia.

La relevancia de los medios como escenarios donde se disputan los mandatos de género ha sido incluida en la acción de organizaciones internacionales de derechos humanos y en sus plataformas. La Asamblea General de la ONU adopta la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés). Chile lo suscribió en 1989 pero no ha ratificado su Protocolo Facultativo, en trámite en el Senado chileno desde 2001.

La Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia con la Mujer (Belém do Pará) en uno de sus articulados sostiene que se debe “alentar a los medios de comunicación a elaborar directrices adecuadas de difusión que contribuyan a erradicar la violencia contra la mujer en todas sus formas y a realzar el respeto a la dignidad de la mujer”.

En el marco de 25 de noviembre Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, el Observatorio de Género y Equidad conversó con distintas/os actores sobre este tema, que desde sus experiencias y trabajos, se refirieron a lo que organismos internacionales consideran una pandemia mundial.

Heidrun Breier, actriz y dramaturga. Directora de la obra Banal: “Le damos mucha importancia a algo banal y en esas cosas también hay algo de violencia”. Leer más

Carolina Ibacache, Coordinación Nacional Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres:“Tenemos que ocupar todas las estrategias posibles para acabar con la violencia”. Leer más

Gonzalo Leiva, matrón y académico de la Escuela de Obstetricia de la U. de Santiago: “Hay una apropiación del cuerpo de la mujer por parte del equipo de salud”. Leer más

Patricia Muñoz, fiscal directora de la Unidad de Delitos Sexuales y Violencia Intrafamiliar: “Actual ley es familista e invisibiliza la violencia contra las mujeres”. Leer más

 

 

 

heidrumHeidrun Breier, actriz y dramaturga. Directora de la obra Banal

“Le damos mucha importancia a algo banal y en esas cosas también hay algo de violencia”

Por Jocelyn Escárate

La violencia contra las mujeres está presente en muchos de los espacios en los que nos desenvolvemos diariamente: la encontramos en los hogares donde muchas mujeres sufren violencia física y prefieren callar por temor a sus agresores, en los espacios públicos y también en los medios de comunicación, lugar donde se reproducen estereotipos negativos sobre las mujeres.

La obra Banal, o en qué pensabas mientras te demolían del dramaturgo chileno Mauricio Barría habla precisamente de este segundo tipo de violencia. Esta obra se presentó desde el 19 de noviembre al 6 de diciembre de este año en el Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM).

Con la actuación de Soledad Henríquez, Ana Laura Racz y Emilia Cadenasso y bajo la dirección de Heidrun Breier, el montaje buscaba hacer reflexionar al público sobre la violencia cotidiana y menos explícita que viven las mujeres: la que ejercen los medios de comunicación y cómo ellos influyen en la creación o refuerzo de estereotipos femeninos en la sociedad.

Los medios de comunicación generalizan y simplifican las diferentes formas de ser mujer: muestran a la mujer sólo como dueña de casa, como un objeto o imponen ciertos cánones de belleza que toda mujer debería seguir para ser la “mujer perfecta”. Esto es precisamente lo que buscaba evidenciar Banal con cada una de sus escenas.

Heidrun Breier, directora del montaje, dice que tuvieron una recepción bastante buena por parte del público. Según cuenta, ellos pensaban que esto iba a ser un poco más complicado “porque la obra no es tan simple de entender”.

Banal, o en qué pensabas mientras te demolían no cuenta una historia lineal, cada una de las escenas es un momento diferente. “La obra habla sobre diversas banalidades que nos parecen importar mucho como sociedad. Habla por ejemplo de los ideales de belleza que deben cumplir las mujeres”, afirma Breier. “Uno podría pensar que estas cosas son banales, pero la suma de ellas se vuelve algo más violento: le damos mucha importancia a algo banal y en esas cosas también hay algo de violencia”, dice la directora.

El montaje buscaba retratar una sociedad donde las mujeres están a la venta al mejor postor y son ellas mismas las que justifican su situación con diversas banalidades. “Esta obra refleja que nosotras también somos responsables del machismo porque lo avalamos”, dice Breier.

La directora señala que la influencia de la televisión y la publicidad es muy fuerte en la creación de estereotipos, empezando por los comerciales de productos de belleza donde se imponen ciertos cánones y terminando en los shows de televisión donde las mujeres se exponen. “Ver televisión significa que estamos aceptando los estereotipos que nos proponen, que no estamos dando grandes pasos o haciendo grandes acciones para ir en contra de ellos”, afirma.

“Creo que lo que muestra la televisión, la publicidad o incluso el cine es otro tipo de violencia contra la mujer. La mujer que ve eso y que se deja influir, tiene que tener claro que ella tiene la posibilidad de tomar decisiones. Ellas pueden o no someterse a lo que les muestran”, reflexiona Breier respecto a la situación de las mujeres en los medios de comunicación.

Heidrun Breier considera que el aporte de esta obra es que entrega diversas herramientas para que los propios espectadores y espectadoras, se hagan una idea de lo que ocurre con esta dimensión menos explícita de violencia contra la mujer. “Yo creo que el teatro, en general, no es tan superficial como la televisión. El teatro tiene más posibilidades de ser transgresor y pasar ciertos límites, en el sentido de que entrega un material para que la gente se pueda hacer preguntas y pensar sobre lo que vio y sobre lo que escuchó”, dice.

Finalmente, la directora de Banal, o en qué pensabas mientras te demolían cree que son las propias mujeres las que deben comenzar con el cambio de mentalidad en todo el mundo. “Las mujeres son las que tienen que liberarse más respecto a las presiones que genera la sociedad sobre la belleza”, finaliza.

 

                                                     

 

 

ibacache carolinaCarolina Ibacache, Coordinación Nacional Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres

 “Tenemos que ocupar todas las estrategias posibles para acabar con la violencia”

Por Nancy Muñoz

El pasado 25 de noviembre se conmemoró el Día Internacional por la Eliminación de la Violencia contra la Mujeres. Diferentes organizaciones de la sociedad civil se reunieron a través de múltiples actividades para sensibilizar a la población respecto de un problema que sufren millones de mujeres alrededor del mundo. Según ONU Mujeres, 1 de cada 3 mujeres ha sufrido violencia física o sexual en su vida, siendo América Latina la región con mayor tasa de femicidios en el mundo. En Chile, en lo que corre del 2015 ya se han cometido 55 femicidios.

Carolina Ibacache, activista, feminista y coordinadora nacional de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, afirma que este tipo de violencia adquiere diversas manifestaciones y formas que aún no son reconocidas. Dice que esta va más allá de la agresión doméstica, física o sexual. También repara en la violencia psicológica, económica, institucional, geográfica y simbólica. “La violencia contra las mujeres está naturalizada y eso es lo que hay que sacar a la luz pública”, sentencia.

Según lo planteado en el programa de gobierno de la presidenta Michelle Bachelet, a través del SERNAM se han implementado variados programas con el fin de educar y apoyar a las mujeres que sufren de violencia: Programa Nacional de Formación de Monitoras y Monitores, Centros de la Mujer, casas de acogidas y Centros de Atención Reparatorias por mencionar algunas de las acciones. Sin embargo, para Carolina Ibacache no es suficiente. Asegura que no hay evidencias de que el problema de la violencia contra las mujeres se esté por erradicar.

Para ella, hay diversas formas en que el Estado podría aportar: la más importante la entrega de mayores recursos. “No se saca nada con tener promotores contra la violencia que sólo les dirán a las mujeres cuál es el recorrido que tienen que hacer, si en realidad en ese recorrido no hay recursos para que éste funcione. Lo primordial es poner los recursos en los lugares donde corresponde”, afirma.

En 2010, se publicó la Ley 20.480 que modificó el Código Penal y la Ley de Violencia Intrafamiliar, estableciendo el femicidio y aumentando las penas para este delito. Sin embargo, esta figura legal deja de lado la violencia que ejercen contra las mujeres los amigos, pololos (novios) o conocidos, incluso cuando media violencia sexual, ya que sólo es aplicable cuando los actos de violencia son cometidos por marido, ex marido, conviviente o ex conviviente.

Para la coordinadora de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, instituciones como Carabineros y los Juzgados de Familia bypasean a las víctimas, ya que las alternativas que les dan “carecen de una real solución”. Carolina Ibacache dice que mientras los primeros afirman “no tener” la cantidad de funcionarios correspondientes para dar resguardo a las víctimas; los segundos trabajan con juezas y jueces que “no están sensibilizados en el tema de violencia contra la mujer”, ya que son los mismo que tratan delitos de otra índole.

Afirma también que las casas de acogidas son restringidas, ya que depende del lugar de residencia y del estrato social de la víctima. Para ella, el tema no está relacionado con la construcción de más centros ni de más instrumentos sino con cómo el gobierno invierte en ellos y cómo las instituciones se hacen cargo del tema. Para Carolina Ibacache “la violencia contra la mujer es un problema de todo tipo: es un problema del Poder Judicial, de salud pública, económico, simbólico y de otros tantos más”.

Violencia hacia mujeres rurales e indígenas

Para la encargada de la Red, otro tema urgente es la violencia que sufren las mujeres rurales e indígenas que no siempre son tomadas en cuenta. Afirma que además de la violencia doméstica, ellas padecen de violencia geográfica, pues deben caminar kilómetros para poder llegar a su punto de trabajo o para poder acceder a algún centro de atención. “En todo ese trayecto y tiempo, andan con piedras en los bolsillos porque son asaltadas o porque puede aparecer un sujeto que las va a acosar”, dice.

Asegura también que el tema de la ruralidad es complejo y – como se le dijo una cercana -, en aquellas localidades, alejadas, la violencia se vive puertas adentro. “Como viven muy lejos unas de otras cuando les sucede algo no tienen dónde acudir. Como la violencia está tan naturalizada y la gente se conoce o son familiares, les dicen que no es un problema que se deba denunciar”.

Respecto al tema, la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres llevó a cabo el proyecto Mujeres rurales del Maule, organizadas contra la violencia machista, que cuenta con el apoyo del programa conjunto entre la Unión Europea y ONU Mujeres en Chile. La iniciativa tuvo como objetivo organizar a un total de 60 mujeres de Talca y Curicó en torno a la violencia. A través de talleres de autoformación, desarrollo personal y diferentes metodologías participativas y en clave feminista. Así se consolidó un grupo organizado de mujeres para trabajar colectivamente el tema de la violencia de género, en sus respectivas localidades. “Estas mujeres quedaron más sensibilizadas porque aprendieron técnicas de participación, lo que les dio pie para que solas fueran sacaron sus propias capacidades y potencialidades”, asegura Carolina Ibacache.

Medios y educación sexista

La Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres es una articulación de colectivos y organizaciones de la sociedad civil que tiene como objetivo principal contribuir a erradicar la violencia contra las mujeres y niñas. A través de sus acciones y desde una perspectiva feminista, busca visibilizar la violencia como un continuo presente a lo largo de la vida de las mujeres. De esta forma, en el año 2007 está en marcha la campaña ¡Cuidado! El machismo mata que con diversas consignas evidenciaron la violencia desde la utilización del machismo como un aspecto cultural.

La campaña, que en un principio sólo auguraba tres años de funcionamiento, se desarrolló desde Arica a Punta Arenas, trajo consigo la adhesión de diversas organizaciones y mujeres que, en conjunto con la Red, participan de diferentes asambleas durante el año. Esta articulación mantiene activa la campaña hasta la actualidad. Según Carolina Ibacache, “hay muchas mujeres que a través de la campaña se han dado el impulso para parar la violencia que viven, para denunciar y para sumarse a organizaciones. Les ha ayudado para saber que no son las únicas que están pasando por ese problema”.

La fotógrafa y comunicadora social cuenta que la Red también tiene su foco en la educación. A través de seminarios, charlas e investigaciones a textos escolares básicos y medios, pretenden sacar a la luz cómo el sexismo se encuentra presente desde la educación misma y que es labor de las personas conversar sobre el tema y lograr que éste se visibilice. “Si no vamos cambiando ese tipo de pensamientos desde la base, no sacaremos nada. La violencia es un continuo, está en la base de todas las instituciones, está la estructura misma de la cultura”, afirma.

Ibacache cree que el papel que cumplen los medios de comunicación se vuelve importante en esta tarea, ya que lo que informan llega a todo tipo de público. Afirma que el lenguaje utilizado en los medios muchas veces cae en la “chabacanería”, especialmente en aquellos mensajes que van enfocados a los estratos socioeconómicos más bajos. 

“Creo que si el lenguaje fuese distinto, si los medios dieran otra visión, en especial cuando informan sobre femicidio, de a poco se iría cambiando el imaginario colectivo”, dice.

Para poder concientizar a la población sobre la violencia contra las mujeres, actualmente la Red realiza asambleas regionales, escuelas feministas, investigaciones, cartillas educativas y capacitaciones, entre otras estrategias.

“Creo que nada es suficiente porque la violencia está naturalizada y, lamentablemente, es parte de la cultura. Por eso tenemos que ocupar todos las estrategias posibles”.

 

 

 

 

gonzalo leivaGonzalo Leiva, matrón. Magíster en Administración en Salud y académico de la Escuela de Obstetricia de la U. de Santiago.

“Hay una apropiación del cuerpo de la mujer por parte del equipo de salud”

Por Marcela Tapia

En 1997 por primera vez una chilena comenzó a estudiar el término violencia obstétrica. A través de una investigación para su tesis pudo presenciar el maltrato verbal y físico que muchas mujeres sufrían en los partos.

Hoy, es una forma de violencia que denuncian muchas mujeres, sobre todo a través de las redes sociales, debido a que la legislación chilena no criminaliza estos actos. El principal problema está en que las denuncias o reclamos en los hospitales o clínicas, las mujeres los hacen después de haber vivido el proceso del parto. Comienzan a leer en internet historias similares y se dan cuenta que sus derechos fueron vulnerados.

Gonzalo Leiva es matrón, hace clases en la Universidad de Santiago y en la Universidad Diego Portales. Es activista del parto humanizado y director del Observatorio de Violencia Obstétrica. En el último tiempo, se ha dedicado a analizar el tema y a defender los derechos de las mujeres. Leiva vincula este tipo de violencia con “la apropiación del cuerpo de la mujer por parte del equipo de salud”. Explica que esto se traduce en el exceso de intervención durante el trabajo de parto; en lo invasivo que resultan las cesáreas innecesarias o en los malos tratos verbales.

Los tactos vaginales realizados por más de una persona, la episiotomía de rutina, la realización de la maniobra de Hamilton- cuando se desprende las membranas de la bolsa amniótica del cuello del útero- y el raspaje del útero sin anestesia, son las situaciones más comunes que sufren las mujeres que viven violencia obstétrica. En el ámbito psicológico: las humillaciones, burlas o críticas por manifestar sensaciones -de alegría o dolor- por de parte del equipo médico son las más típicas.

Para Leiva, este tipo de violencia contra las mujeres hace que el nacimiento se transforme en un mero trámite, desnaturalizando el momento de ser madre. “Nos olvidamos que es fuente de salud, que es un proceso sicológicamente muy relevante para la mujer en los meses posteriores al parto. Estamos haciendo que la mujer no viva una buena experiencia”, comenta.

Sistema privado o público: violencia invisibilizada

Gonzalo Leiva es matrón del Hospital San José y explica que es importante entender que la violencia obstétrica se puede sufrir en el sistema público o privado, pero que se ejerce de manera distinta. “En el sistema privado ocurre disfrazado en el buen trato: en la sonrisa del médico y la matrona”, dice.

Agrega que las mujeres embarazadas que optan por atenderse en ese sistema, creen que toman una buena decisión pensando que tendrán una mejor experiencia en el parto. Sin embargo, no necesariamente es así. “Las mujeres del sistema privado se embarazan, piensan que le van a ofrecer lo mejor y al final ocurre que terminan en cesáreas. Después empiezan a leer y se dan cuenta que fueron violentadas, vulneradas o que no se les dio la opción de elegir, y que por tanto un montón de derechos humanos fueron vulnerados. El derecho a la salud y a la atención digna”, comenta.

Entre 2010 y 2011, un grupo de investigadoras de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile estudiaron a 508 mujeres que tuvieron sus partos en dos servicios de salud del sistema público. El estudio arrojó que el 92,7% de los partos fue intervenido médicamente a través del uso de oxitocina sintética, anestesia epidural y rotura artificial de membranas, transgrediendo las Recomendaciones para el Parto Humanizado de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Manual de Atención Personalizada del Proceso Reproductivo del programa “Chile Crece Contigo”.

Es por esto que Leiva enfatiza en que tanto en el sistema público como privado existen intervenciones innecesarias o injustificadas. “Por un tema cultural las mujeres tienen miedo de atenderse en el sistema público; de generación en generación se ha transmitido que a las mujeres las maltratan en las salas de maternidad. Por eso, hacen el esfuerzo de ir a una clínica y al final terminan viviendo casi lo mismo que en un hospital pero con una sonrisa”, reflexiona el matrón.

Más educación, menos violencia

Para Leiva uno de los puntos más relevantes a la hora de que las mujeres comprendan dónde están los límites de una atención obstétrica, y puedan visibilizar la violencia, es a través de una buena educación sexual. “Partiría por tener de una vez por todas programas de educación sexual como la gente en los colegios. A los niños y niñas se les debería enseñar: qué ocurre en el trabajo de parto, cómo nacimos, cómo llegamos a este mundo, cómo nos fuimos gestando. Explicarles a las futuras mamás cuál es el proceso para llegar al hospital, qué ocurre en el hospital y fisiológicamente qué le está pasando al feto. Así sería normal para una mujer embarazarse y tendría una base teórica de lo que ocurre y lo que tendría que ocurrir en un parto”, dice.

Para el profesional es fundamental “cambiar la formación de las universidades con una mirada más humana,entender que la mirada no es solo biológica y que la única meta a perseguir no es que la mamá y el bebé salgan vivos, porque eso ya es muy fácil en Chile”, explica.

En cuanto a las responsabilidades de los establecimientos de salud, Leiva explica que el sistema privado debiese ofrecer educación pre-natal, pero que esa educación sea enfocada en los derechos de la mujeres y el recién nacido durante el parto. También la elección, en la autodeterminación y en plantear cuáles son las alternativas que esa clínica ofrece. “Sería muy bueno que todas las clínicas y hospitales tuvieran un registro público de las tasas de intervenciones que tienen. Para que así las mujeres puedan acceder a esa información y puedan decidir en qué lugar quieren atenderse”.

¡No más violencia obstétrica!

Legalmente en Chile no existe una definición de lo que se considera violencia obstétrica. Lo más cercano a una legislación es un proyecto de ley presentado en enero del 2015 por las diputadas Loreto Carvajal (PPD) y Marcela Hernando (PRSD), que busca sancionar la violencia por parte de funcionarios de centros médicos hacia mujeres embarazadas. A diferencia de nuestra realidad, países como México, Argentina y Venezuela han tomado carta en el asunto. Siendo este último, el primer país del mundo en reconocer en el año 2007 la violencia obstétrica y promulgando una ley orgánica que protege el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia.

En mayo del año pasado el grupo “Tribu de Parto” organizó una manifestación en el Paseo Bulnes con la finalidad de visibilizar la violencia obstétrica en Chile. Haciendo un llamado a las autoridades y a las mujeres para que se informen con respecto al tema. Al igual que para este grupo, para Leiva es fundamental que las mujeres se informen. “Establecer conversaciones con los ginecólogos desde el inicio del embarazo, preguntarle cuál es el porcentaje de cesárea o cuántos partos al mes tiene, es fundamental. Ya que, si tengo un ginecólogo que me responde que tiene entre 30 o 40 partos al mes, lo más probable es que termine en una cesárea”, comenta Leiva.

Explica que actualmente las mujeres están haciendo un análisis retrospectivo de lo que fueron los partos “están mirando para atrás su embarazo y se están dando cuenta que han sido muy vulneradas en el sistema público y privado. Y esto se podría evitar si tuviéramos un país un poquito más sano en estos temas, en el que a la mujer se le educara y empoderara sobre su cuerpo”, afirma Leiva.

 

 

patricia vifPatricia Muñoz, fiscal directora de la Unidad de Delitos Sexuales y Violencia Intrafamiliar Ministerio Público

“Actual ley es familista e invisibiliza la violencia contra las mujeres”

Por Mónica Maureira y Marcela Tapia 

La violencia contra las mujeres pareciera seguir aumentando con los años, en los espacios privados y públicos, sin distinguir edad ni clase social. La mayor parte del tiempo es una violación a los derechos humanos invisibilizada por la sociedad. En Chile, en los últimos cinco años, las cifras de femicidios no registran una baja considerable. Por el contrario. Este año, 56 mujeres fueron víctimas de violencia y posteriormente asesinadas -en su gran mayoría- por maridos, ex parejas o convivientes.

Hoy, Chile contempla una la Ley de Violencia Intrafamiliar y otra que tipifica el femicidio como delito. Sin embargo, el gran problema está en la ausencia de campañas preventivas permanentes, en la insuficiencia de los recursos y en la ausencia de señales políticas que rechacen oportunamente los hechos de violencia hacia las mujeres, evitando su invisibilidad.

“Deberíamos plantearnos la necesidad de hacer una modificación legal asociada con la violencia de género, de la misma manera que nos planteamos hacer una modificación en términos de agenda corta para hacernos cargo de un fenómeno como los portonazos”, sugiere Patricia Muñoz, directora de la Unidad de Delitos Sexuales y Violencia Intrafamiliar del Ministerio Público.

La abogada explica que existen distintas falencias en el sistema para asumir de manera seria la actuación frente la violencia contra las mujeres. A su juicio, la actual ley es familista y no integral, invisibiliza la violencia, ya que una mujer que es agredida por la persona con la que convive –sin estar casada- o con la que no tienen hijos en común, no cuenta con la protección del Estado. “Esto es una demostración que la ley queda corta y no es capaz de hacerse cargo de un fenómeno social y relevante”, asegura la Muñoz.

La abogada enfatiza que al hablar de violencia contra las mujeres “estamos hablando de un fenómeno que tiene que ver con agredir a la mujer por este rol estereotipado y construido que le asigna la sociedad”. En base a ello, agrega que “la legislación que actualmente tenemos es insuficientemente, no comprende este hecho y eso, obviamente, constituye una limitación legal para el actuar en el Ministerio Público”.

No más asistencialismo

Patricia Muñoz explica que una de las carencias más grave que existe en el sistema, es que éste no responde adecuadamente a las demandas de requerimiento de las víctimas. Declara que no se designa la cantidad necesaria de policías para esta materia, que no se acoge la necesidad de capacitarlas teóricamente en violencia de género y que no hay recursos suficientes para ejecutar programas específicos con la finalidad de empoderar a las mujeres que sobrevivieron a las agresiones. “No creo en esta labor asistencialista; llega la víctima, se hace la causa y condenamos al sujeto. Necesitamos que esa mujer se empodere y logre entender que fue víctima. Hay mujeres que tardan años en denunciar, entonces cuando lo hacen, lo que tiene que hacer el sistema es responderles y ahí es donde tenemos las dificultades”, dice la directora de la Unidad especializada del Ministerio Público.

Según la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, cerca del 50% de las mujeres que fueron asesinadas este 2015 tenían medidas cautelares. Para la fiscal una de las causas de por qué esto ocurre es que “actualmente no tenemos suficientes carabineros para controlar las medidas cautelares y esa es una realidad. No les puedo poner a todas las mujeres que son víctimas de violencia un punto fijo de carabineros”, advierte. Más allá de la falta de recursos, Patricia Muñoz cree que la labor de las policías se puede potenciar y optimizar, por ejemplo, activando un sistema de monitoreo telemático (tobillera electrónica) que permita visualizar a la víctima y al agresor.

Otra carencia del sistema que debiese proteger a las mujeres, se vincula con las resistencias culturales. Para Muñoz no es poco usual recibir denuncias contra el actuar de carabineros que no acogen las denuncias o reaccionan estereotipadamente frente a ellas. “Eso evidencia una resistencia pero también una falta de visión del impacto y lo que implica la violencia contra las mujeres. Ese actuar arriesga una demanda contra el Estado”, advierte, toda vez que estamos frente a una violación a los derechos humanos.

Capacitaciones y sanciones

Por primera vez, el 2014 la Fiscalía Nacional realizó talleres con perspectiva de género. Patricia Muñoz explica que al interior de la Unidad de Delitos Sexuales y Violencia Intrafamiliar se realizan capacitaciones permanentemente en cada región y al menos una al año en la que se reúnen todos. “Este año hicimos una para todos los fiscales especializados en violencia intrafamiliar, con el apoyo del Instituto Nacional de Derechos Humanos”, cuenta.

Muñoz cuenta que una de las maneras que tendrá la fiscalía para ir erradicando paulatinamente las falencias que hay en el sistema, será a través de sanciones a los funcionarios, haciendo operativo el instructivo (Nº 792/2014) que imparte criterios para la actuación en delitos cometidos en el ámbito de la violencia intrafamiliar, que se emitió en octubre del año pasado. “Los funcionarios que eventualmente realicen acuerdos reparatorios deberán cumplir con un sumario, si el Fiscal Regional no se preocupa de establecer un seguimiento a los acuerdos reparatorios también podrá tener una sanción. En el fondo es un instrumento que puede cambiar prácticas”.

Patricia Muñoz está convencida que la violencia contra las mujeres es un tema muy importante que hay que resolver en la sociedad. “Los grandes problemas que teníamos en la época de antaño era que estos temas no eran visibilizados, porque eran situaciones familiares y el

Estado no tenía por qué involucrarse. Hoy, hicimos un giro y nos jactamos de que sí nos importa porque hay una ley. Pero en realidad lo que nos tenemos que preguntar es que si realmente nos importa la violencia contra las mujeres”, enfatiza.

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