Belén Castro: “Es súper complejo salir a marchar… tengo que luchar conmigo misma y pensar cómo lo voy a lograr»

Belén Castro: “Es súper complejo salir a marchar… tengo que luchar conmigo misma y pensar cómo lo voy a lograr»

Por Catalina Arenas 

Su “talón de Aquiles” es el desplazamiento. Para ella no es fácil moverse de una actividad a otra porque las ciudades no son accesibles. Las barreras no son solo físicas ni espaciales, también son discursivas y culturales, así lo relata la psicóloga que tiene una discapacidad físico-motora como consecuencia de una parálisis cerebral. Belén Castro, psicóloga, habla desde una silla, privilegiada por el recurso humano que significa sus redes de apoyo. Un contexto que la ha potenciado para hoy ser un agente de cambio.

Vivimos en una fantasía

La interseccionalidad se entiende como una dimensión que demuestra la superposición de distintas discriminaciones que interactúan entre sí y así como Belén, otras mujeres también lo viven en carne propia. “Ser mujer con discapacidad es mucho más difícil que un hombre con discapacidad”, asevera. Una frase que Belén Castro entiende a partir de la cultura patriarcal y machista que exacerba la discriminación y desinterés hacia las mujeres.

La profesional recuerda que otras mujeres han dejado sus sueños atrás, resignándose a las labores domésticas por causa de la discapacidad, su situación socioeconómica y género. Es así como se cierran las puertas y las mujeres quedan enclaustradas en la invisibilidad, sin herramientas para crear puentes de información ni redes que les permitan desarrollarse. Todas estas limitaciones son una manifestación clara de lo que Belén define como un sistema individualista que responsabiliza a cada persona, por las decisiones que toma, de vivir en situación de discapacidad.

Dice que una dispersión de los derechos de las personas con discapacidad se presenta con mayor fuerza en los servicios sociales como la Comisión de Medicina Preventiva e Invalidez, más conocida como Compin. “Me parece que hoy se encuentran en un periodo de transición porque desde el papel tenemos un modelo biopsicosocial, que tiene una perspectiva muy comunitaria, pero que en la práctica sigue anclado en un esquema tradicional biomédico”, explica la profesional de Viña del Mar.

Por ejemplo, para la certificación de la credencial de discapacidad que designa qué tipo de ayuda ofrecen dependiendo del grado de discapacidad que tenga la persona. “La medición para acceder a esa acreditación, cambió. Ahora toma en cuenta el contexto y no solo el diagnóstico médico (entendiendo la discapacidad como una enfermedad)”. Belén Castro ha tenido que enfrentar un evidente problema a propósito de este cambio con la medición de la credencial. “Anteriormente, yo tenía un 45% de discapacidad física, y ahora con la nueva perspectiva de discapacidad, me bajó a un 21%”, relata y asevera que, “en la realidad, solo en el discurso existe el cambio, lo que es peor, porque al final vivimos en una fantasía”.

Una ley infame

Cuando las barreras residen en el entorno, la actitud de Belén es adaptarse para poder avanzar. Una capacidad que ella forjó con el tiempo gracias al apoyo y esfuerzo de su familia y amigos. “Cuando entré al colegio fue un caos porque no estaban contemplados los estudiantes con discapacidad, por lo que tuve que generar estrategias para el cambio. Después, fui la primera persona con discapacidad que estudió Psicología en la Universidad Católica de Valparaíso y pude hacerlo a medida que mis compañeros también se involucraron con la inclusión”, cuenta.

Según datos del Ministerio del Trabajo, con la Ley de Inclusión Laboral “de las 1.916 empresas con 10.476 personas contratadas, 3.496 corresponden a mujeres”. Este es otro ámbito en el que se acentúa la interseccionalidad que viven las mujeres con discapacidad.  “La normativa al menos es un avance que visibiliza la problemática y su posible solución en el discurso”, valora Belén Castro. “Pero más allá de eso, no aporta en profundidad porque la cuota, las garantías -tanto para la persona con discapacidad como para las empresas que tienen que contratar- y el acompañamiento es mínimo”, acusa la psicóloga con una condición de movilidad reducida.

“Entonces, esta es una ley súper coja, está tan mal hecha y cuenta con tan pocos recursos que provoca una situación infame porque terminan contratando solo a las personas que ofrecen oficios muy relacionados al aseo, la limpieza o el call center”, denuncia Castro.

Otro ente rector son las Normas Uniformes sobre la igualdad de oportunidades para las personas con discapacidad (de Naciones Unidas) las cuales estipulan y sugieren que “los Estados deben apoyar activamente la integración de las personas con discapacidad en el mercado de trabajo y han de estimular también a los empleadores a que hagan ajustes razonables para dar cabida a personas con discapacidad”. En respuesta a los estándares que en la práctica se deben resolver, el Ministerio del Trabajo expresa que “en caso de que una empresa no pueda contratar a una persona con discapacidad, por no contar con las instalaciones adecuadas, la ley le permite acogerse a una modalidad alternativa que consiste en contratos de prestación de servicios con empresas que cuenten con personas con discapacidad y donaciones a corporaciones o fundaciones”.

“Finalmente, las empresas terminan contratando a las personas con discapacidades leves, esas que menos cambios le implican a su contexto en el proceso productivo, es decir, en la medida de que no se note tanto quizás te pueda contratar”, sentencia Belén Castro.

Es tabú: hablar de derechos sexuales y reproductivos

En 2018 se integró a la Corporación Círculo Emancipador de Mujeres y Niñas con Discapacidad de Chile (CIMUNIDIS) en Valparaíso. Ya no se considera una integrante tan activa pero, de todas maneras, se esfuerza por asistir a las instancias y talleres que convocan para defender, promover y visibilizar los derechos sexuales y reproductivos de todas ellas porque asegura que hablar de esos temas sigue siendo un tabú. “La gran novedad que tiene es que no trabaja con una discapacidad en particular, sino que invita a todas las mujeres que tengan discapacidad”, destaca.

Desde el Comité de la Convención sobre los Derechos de las personas con Discapacidad persisten preocupaciones ante la gestión y ocupación del Estado chileno por erradicar las distintas formas de discriminación y violencia contra ellas. Entre estas observaciones está “la escasez de información relativa a la salud sexual y reproductiva para las mujeres y niñas y personas con discapacidad intelectual y/o psicosocial”.

“En mi caso, cuando era niña, la rehabilitación era central y ahí no se hablaba del ginecólogo. Siempre se evitó hablar de la sexualidad, ni mi familia ni yo nos fuimos preparando e informando sobre temas que para mí -como adolescente- eran importantes como el respeto al propio cuerpo y saber poner límites porque si tienes una discapacidad física te ves sobre expuesto a que te toquen o miren mucho”, recuerda Belén Castro.

Una sensación de inseguridad, a propósito de la infantilización y el desconocimiento que se recrudece en los servicios de salud. “Cuando me tocaba hacer un examen, nadie me preguntaba ¿qué te parece el procedimiento del examen? Ese respeto no existe. Llegan y lo hacen porque te ven como un objeto”. Frente a ello, el Comité recomienda divulgar la información incluyendo la Lengua de Señas Chilena y formatos más accesibles. Más importante aún, el Comité pide sistemas de protección social basados en el consentimiento libre e instruido para quienes tengan alguna condición de discapacidad. “Se requiere contar con sistemas de protección social, especialmente en el ámbito de la salud, inclusivos y accesibles para personas con discapacidad, basados en su consentimiento libre e informado”, se lee en el informe inicial de 2016.

Me parece súper necesario que las campañas en general tengan presente la accesibilidad universal y hemos visto muy pocas campañas que integran la Lengua de Señas y el Braille porque, generalmente, no se piensan las campañas -como la parentalidad, la prevención del VIH Sida y de otras infecciones de transmisión sexual- con las particularidades de las personas en situación de discapacidad; por el contrario, siempre se piensan desde una lógica capacitista y normativa”, devela la psicóloga de Viña del Mar.

Con la intención de ser parte de la solución, Belén Castro releva un punto en cuanto a las campañas de sensibilización sobre las problemáticas que enfrentan las personas con discapacidad día a día. “Es importante que los profesionales a cargo sean cercanos a la comunidad y que sean capaces de integrar la opinión de las personas con discapacidad”.

No todas pueden salir a marchar

El pasado 8 de marzo, las mujeres en situación de discapacidad se sintieron convocadas y se organizaron para marchar, para entender, percibir y construir la situación de diversidad funcional de cada una de ellas y brindar un acceso universal de la información. Belén, en tanto, acusa que es urgente que la accesibilidad de todas y todos a los distintos espacios de intervención social, sea una realidad para seguir empoderando y sumando a compañeras con discapacidad a la lucha feminista.

Es súper complejo salir a marchar para nosotras porque -en mi caso- tengo que luchar conmigo misma y pensar cómo lo voy a lograr. Por ejemplo, elijo si es mejor ir con bastones o en silla de ruedas porque socialmente la silla de rueda es más incapacitante que los bastones” comenta Belén Castro y agrega que, si no es un espacio seguro, ella no sale a marchar.

Además de las vicisitudes, las mujeres han logrado conquistar un primer bastión. “Logramos encontrarnos con nosotras mismas y eso es importante porque cuando me junto con más compañeras, nuestra voz se escucha más fuerte y así se visibiliza de mejor manera. Sin embargo, el desafío que queda es que todo esto sea permanente, a pesar que las barreras siguen presentes”, señala.

Belén Castro insiste en este punto porque todavía el foco está en abrir los debates sobre todo en el sector público. “Es poco común que en las oficinas de discapacidad de los municipios se aborde el tema de la violencia intrafamiliar en total magnitud, pues la discusión se termina reduciendo a un paradigma asistencialista y no se avanza con apoyo e inclusión a otros temas entorno a la violencia que son super necesarios”, afirma.

Así ilustra sus dichos y da luces de las situaciones que ella ha percibido: “En la comunidad sorda la violencia de género contra las mujeres está super elevada porque se encuentran aisladas al no poder comunicarse. Ellas no están consideradas en los servicios públicos porque (sus funcionarios) no están preparados para atenderlas y entenderlas o cuando nos atendemos en algún centro de salud, quien nos recibe no nos habla a nosotras, si no que a quien nos acompaña”, ejemplifica la psicóloga.

Para los grupos de mujeres feministas a los que pertenece Belén, la tarea es de largo aliento con desafíos como exponer y difundir las distintas convenciones de derechos humanos de las mujeres y otras herramientas para que aquellas que no manejan esa información, sepan cómo y por qué reclamar las vulneraciones que enfrentan a diario.

 

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