Francisca Fernández del MAT: «Las mujeres también resisten desde las economías territoriales»

Francisca Fernández del MAT: «Las mujeres también resisten desde las economías territoriales»

Por Catalina Arenas

“El extractivismo afecta a todos los territorios, pero aún más a las mujeres y a las niñas”. Así lo remarca la activista socio ambientalista y feminista, Francisca Fernández Droguett. El extractivismo es el proceso de arrancamiento de recursos naturales con el fin de comercializarlos en el mercado mundial. Un mal estructural que, según critica la integrante del movimiento de Mujeres por el Agua y el Territorio (MAT) y vocera del Comité socioambiental de la Coordinadora Feminista 8 de marzo, no se explica con la vanagloriada realización de la COP25.

Fernández pertenece al movimiento MAT que ya cumple siete años. Un grupo con presencia de Arica a Aysén que se define como socio ambientalista y anti patriarcal. Surge al alero del Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales (OLCA) durante el encuentro “Aguante la Vida” en 2012 y su principal objetivo político es la derogación del Código de Aguas en Chile. “Queríamos instalar hitos como la marcha del agua en cada localidad (22 de marzo) y el Día del Medioambiente con una marcha plurinacional (22 de abril) en que distintos pueblos nos aunáramos e hiciéramos una gran movilización”, describe la activista y docente de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (UAHC).

La otra vereda de la COP25 

Entre el lunes 2 y el viernes 13 de diciembre se realizará en Chile la Conferencia de las Partes (COP) en su versión número 25. Una reunión en la capital que convocará más de 400 actividades en todo el país como parte de una Agenda CiudadanaEn paralelo, se dará cita a otras múltiples instancias enmarcadas en la Cumbre de los Pueblos. Una iniciativa plurinacional organizada por distintas ONGs y comunidades locales, que invita a reflexionar y proponer soluciones para las problemáticas tales como el negocio del agua y las implicancias del modelo extractivista.

“Vemos la necesidad que el agua sea definido como un derecho humano y un derecho de la naturaleza para la mantención de los ecosistemas. Entendemos que la lucha contra el extractivismo que arrasa con los territorios también es un modelo de prestación muy cercano a lo que somos las mujeres como la forma de explotar la naturaleza, la forma en que se nos ha explotado históricamente; los cuerpos de las mujeres, niñas y también de las disidencias”, explica la vocera de las feministas por el territorio.

La Cumbre de los Pueblos tendrá lugar en la Universidad de Santiago (USACH) la primera semana de diciembre; reunión que desplegará otras convocatorias en Arica, Valparaíso, Wallmapu en Temuco y zonas donde sus organizaciones sociales harán sus propias cumbres con diversos nombres pero con la idea fina de discutir las problemáticas de cada región.

Antes,  durante octubre y noviembre serán los Cabildos por el Agua, encuentros que activarán una serie de preguntas y demandas en juntas de vecinos, escuelas y familias para pensar y diagnosticar la situación del agua en los territorios que habitan y proponer una gestión comunitaria del agua. El lunes 7 de octubre se convocó al lanzamiento de estos cabildos, oportunidad en que las organizaciones presentaron una carta de reivindicaciones y se manifestaron frente al Ministerio de Agricultura. “Vamos a presentar un decálogo de la gestión comunitaria del agua para que esté se presente en la misma fecha en que se desarrolle la COP25 como una forma de mostrar que los pueblos se están organizando y que también tiene una propuesta para enfrentar la actual de la crisis climática”, dice Francisca.

En medio de la Cumbre de los Pueblos, el Comité de la Coordinadora 8M y la Marcha Mundial de Mujeres junto a Anamuri (Asociación Nacional de Mujeres Indígenas y Rurales) y otras agrupaciones conformarán un Tribunal de Ética que, simbólicamente, juzgará algunos de los femicidios ocurridos en Chile y otros casos emblemáticos de vulneraciones a los derechos humanos en otros países de latinoamericana. “Vamos a hacer juicios reparatorios a casos de la Soja en Paraguay que ha matado gente por intoxicaciones, y también haremos un tribunal respecto a los asesinatos de Macarena Valdés, emblemática en la lucha contra el extractivismo y Nicole Saavedra”, adelanta Francisca Fernández.

Pero eso no es todo. Habrá  presentaciones de libros respecto al quehacer de las mujeres en el proceso de reciclajes y otras historias sobre violencia estructurales contras las personas y el medioambiente. Del mismo modo, harán mesas de discusión para abordar temas como las justicias climáticas desde los feminismos; mujeres y naturaleza; economía feminista anti extractivas desde las semillas libres, la agroecología para acabar con la crisis climática.

“No participamos en la COP25, de hecho, somos muy críticas de esa instancia porque nos parece una contradicción. Si bien la COP25 es una plataforma que puede visibilizar algunas problemáticas ambientales, ante los ojos de 196 autoridades de países invitados y se esperan más de 20 mil personas, esto finalmente no se resuelven porque son los grupos de mayor poder, potencias mundiales, que están al alero de los mismos estados que históricamente han generado estas problemáticas socioambientales”.

Frente al cuestionamiento, el argumento que da cuenta Fernández refiere, primero, a la desaprobación parcial con observaciones que la administración del Presidente Sebastián Piñera hizo del acuerdo de Escazú, un tratado regional con lineamientos para el pleno acceso a la información, la participación pública y el acceso a la justicia en asuntos ambientales en América Latina y el Caribe. Segundo, el premio Collman -el equivalente al galardón nobel verde- que se le otorgó al Lonko Alberto Curamil que actualmente se encuentra encarcelado por un robo. “Hay una criminalización respecto a las luchas que él ha realizado en el territorio Mapuche”, agrega. En tercer lugar, la socioamientalista denuncia que Chile sería el único país en privatizar el agua por medio de un código. Finalmente, trae a colación los tratados de libre comercio y el último paso legislativo que queda para ratificar al Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, más conocido como TPP-11, en el Senado.

“¿Cómo Chile va a ser garante de derechos medioambientales si hay zonas de sacrificio en Quintero y Puchuncaví, ¿cómo vamos a hablar de cambio climático si tenemos muchos problemas que son estructurales? Estamos hablando de política y de violencia estructurales”.

Resistencias desde la huerta

Para avanzar en su propósito, la organización social alrededor de la COP25 espera el máximo de visibilidad para convocar a más personas. Por ello, piensan en distintas estrategias para la acción. “Por una parte, estamos sensibilizando e informando y tenemos una cartilla donde damos cuenta de la situación del Código de Aguas y su privatización, los problemas de la mega sequía y otros más. Propondremos un diagnóstico que se creará desde los pueblos gracias a que la gente reflexiona y plantea líneas de superación para las problemáticas”, explica la académica socio ambiental pensando en la metodología con que prepararon los cabildos por la situación del agua.

“En muchas zonas de resistencia como Wallmapu, son las mujeres que, mientras los hombres están encarcelados, resisten en su núcleo familiar. En Caimanes, las mujeres nos decían que sus maridos o hijos estaban trabajando en las mineras y eso ha generado una crisis en sus familias por el entorno que les rodea; bohemio, proclive al alcoholismo y comercio sexual. Por otra parte, las mujeres también resisten desde las huertas, las semillas, desde las economías territoriales. Creo que nos falta mucho por visibilizar el rol protagónico que han tenido las mujeres, si bien me han parecido muy adecuados las entregas de los últimos premios en torno a la lucha socioambiental en Chile, los galardonados han sido solo hombres”, arguye la feminista y vocera de la Coordinadora.

“Hay una violencia estructural patriarcal con nuestros propios compañeros que se cruza con la visión colonialista y que a la vez también nos enfrenta como mujeres a los machismos cotidianos (…) Estas opresiones y violencias políticas también están situadas en las relaciones que las mismas mujeres han construido. Muchas mujeres son amenazadas junto con sus familias”.

Feminismo para los pueblos

La feminista también explica las dimensiones en que las mujeres tienden a ser vulneradas en sus derechos: “Históricamente, las mujeres estamos situadas en el trabajo productivo que siempre es más precario e informal, como es el caso de las mujeres temporeras que son mayoría frente a los varones. Por otra parte, está el ámbito del trabajo reproductivo que está completamente invisibilizado; son ellas, en estos territorios degradados, las que tienen que hacerse cargo del cuidado de los enfermos y enfermas, tal como ocurrió en Quintero, Puchuncaví cuando fueron las primeras que corrieron a ver a sus hijos e hijas porque estaban siendo intoxicados por la emisión de gases en la zona. Las mujeres lidiamos con esta triple carga, como consecuencia de una economía muy masculinizada y una violencia que se acentúa en los cuerpos de las mujeres y niñas”.

El feminismo por el territorio está enfocado en el desarrollo y fortalecimiento principalmente de las familias, de esas mujeres y sus comunidades. “No estamos buscando un feminismo que sea una transformación exclusivamente para las mujeres, sino que buscamos un cambio para los pueblos. Estos feminismos están pensados más desde Abda Yala, lo migrante, las negras, las indígenas, como la lucha de las mujeres desde esa trayectoria y esas rutas. Hay lamien que se definen como mapuches feministas y otras que no, pero lo interesante es que nos encontramos todas. Por ejemplo, en este Comité Socio Ambiental de la Coordinadora 8M de la cual soy vocera, la mayoría no se definía feminista pero al alero de una serie de reflexiones y de situaciones que vivíamos las mujeres desde la lucha territorial socio ambiental, estas mujeres se comenzaron a comprometer con el feminismo”.

Por último, la travesía de la joven Greta Thunberg, sus discursos y saludos han calado en la esperanza de los grupos medioambientalistas en general. “Greta da cuenta de muchas otras niñas que en otras situaciones y circunstancias están tratando de visibilizar (la emergencia climática) y, desde ese sentido, se agradece muchísimo y se entiende como una posibilidad desde dónde dialogar. La valoramos mucho, pero sí es importante politizar y llenar de contenido este proceso para lograr un cambio de prácticas, costumbres y hábitos”, opina la académica.

No obstante, una transformación profunda podría generarse solo desde la educación y sensibilización del real cuidado del planeta y sus ecosistemas. “Hay que hacer todo un ejercicio de educación popular comunitaria, eso es fundamental desde lo institucional para cambiar estos hábitos, pero también con educaciones que responden más a los oficios y saberes propios de las territorialidades. Eso es lo interesante de los contextos Latinoamericanos, las luchas están muy arraigadas con la recuperación y la resignificación de haceres y saberes que ya existen como la agroecología”.

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