Diana No denuncia a los hombres del Punk: «Quieren pasar piola con su vida nefasta de progre en lo público y machos dominadores en espacios privados»

Diana No denuncia a los hombres del Punk: «Quieren pasar piola con su vida nefasta de progre en lo público y machos dominadores en espacios privados»

Por Catalina Ellies

Diana No (No como su apellido) es diseñadora, baterista y fundadora de “Ellas No” una banda Punk integrada por tres mujeres, que nació en 2010 y que le dice no al machismo y al patriarcado. “El nombre surge de la idea de que en la sociedad las mujeres son concebidas como el sexo débil, personas frágiles y creadas para ser madres. Nosotras decimos no a eso. Vamos por el ruido, por algo totalmente negado, por la resistencia. Yo no decidí ser artista, decidí ser un sujeto político para poder expresarme y salir de la jaula de la sociedad que nos oprime”, sentencia. Diana además fue co-fundadora de “Por mi culpa” una de los primeros dúo de la escena del Punk nacional, reconocida como una revelación del underground. Ese proyecto duró diez años y terminó por la seguidilla de abusos sexuales perpetrados por su compañero de banda.

Por culpa de un parásito llamado abuso

Según datos de la Fiscalía Nacional una de cada tres mujeres ha sufrido violencia sexual y un 64% de los abusadores es conocido por la víctima, tal como le ocurrió a Diana.

Su historia se enmarca en la lógica de la manipulación y una violencia que le costó mucho percibir. Sin notarlo se vio envuelta en esa situación. Diana y Roy se conocían desde los 11 años y pololearon desde los 15 a los 19, luego de eso siguieron siendo amigos y tocando en la banda. Ella no volvió a tener una relación seria con un hombre. Solo parejas mujeres, situación que Roy nunca aceptó, que lo frustró y lo llevó a una serie de cuestionamientos que desencadenaron abusos sexuales durante una década.

“Cuando terminamos yo tuve un tumor y prometimos que si me sanaba seríamos hermanos. El tratamiento funcionó y así fue: nuestra relación se transformó en una amistad profunda, que poco a poco comenzó a albergar el parásito del abuso sexual. Yo tengo un carácter fuerte, mido 1.80, no tengo características para ser abusable, sin embargo, existen otros lenguajes y tramados invisibles. Él siempre intentó seguir teniendo sexo conmigo, lloraba cuando no lo dejaba acercarse y cada vez que estaba borracho se aprovechaba de su condición. Me tomaba de la cintura como si fuera su polola cuando estábamos en público y en privado todo era peor. Para mí era más simple correrlo que preguntarme por qué me agarraba así. Son límites a los que una va cediendo sin notarlo”.

Diana relata que muchas veces sentía lástima por él, por haberse enamorado de ella siendo lesbiana. “A veces cedía y era terrible. Lo más complicado es que era una persona cercana. En un principio lo normalizaba, pero él se aprovechó de la confianza que le tenía. El abuso sexual durante 10 años no tiene nada que ver con una violación amordazada, son otras lógicas pero el desenlace es el mismo: la dominación. Era mi enemigo pero le resté importancia, porque me costaba ver el abuso y solo veía a una persona deficiente”.

Diana solo se dio cuenta de que estaba viviendo violencia años después cuando trabajó en la producción, musicalización y escenografía de la obra “Otras”, que representa las dificultades que tienen las mujeres en un mundo masculino y patriarcal. “Ahí noté que tenía a un violador cerca. Estaba en un estado de negación hasta que me vi retratada en una escena de la obra. Hay formas en cómo se presentan los abusos en los oprimidos que no siempre corresponden a violencia. Fue fuerte darme cuenta de mi situación en algo externo y sentirme pillada retratándome a mí misma y cuando ya sabes, no puedes pasarlo por alto”.

Luego de eso, cuando volvió a ocurrir, Diana dijo basta. Le recriminó que él era un agresor sexual, pero Roy negó todo y nunca lo entendió o prefirió no hacerlo. Desde ese momento, ella cortó todo vínculo con él. “Una vez le pregunté por qué creía que la banda se estaba acabando y él me respondió que por todas nuestras diferencias. Ahí me di cuenta de que él no entendía nada, solo me repetía que no era un violador, pero sí lo fue”.

Roy para intentar retenerla utilizaba a la banda como nexo para no cortar el lazo. “Me dijo que no podía matar un proyecto de 10 años y yo como soy rebelde, lo hice y formé “Dispar”, otro dueto. Ahí entendí que la banda «Por mi culpa» era un hijo no querido y preferí que muriera junto al padre. Me fui de todos los lugares donde teníamos gente en común porque no me sentía cómoda habitando esos espacios. Tuve que rehacer mi autoestima. Él era el músico, quien sabía todo y yo siempre estaba sujeta a su última palabra. Desde que él se fue, mi vida se arregló”, recuerda.

De vez en cuando, Diana y Roy se topaban en tocatas o círculos en común y se saludaban de lejos, por cortesía, pero cuando Diana develó el abuso sexual nunca más tuvo que cumplir con ese saludo. “Lo más problemático es que él fue un culiao conmigo, pero en la vida es un perfecto amigo, compañero, hijo y humano. Hemos mitificado la imagen del abusador, dándole una connotación del inframundo. Estos hueones tienen una doble vida, en una especie de esquizofrenia, porque ni siquiera se dan cuenta de su disfraz, en sus conciencias no están siendo malos siquiera”.  

Cuando Diana comenzó a develar su historia muchos amigos del mundo del Punk reprocharon su actitud. “Me decían que cómo iba a cagarle la vida al Roy contando esto y ni siquiera me preguntaron cómo estaba yo. Es difícil créelo, pero la gente no se queda solo en la duda, sino que te increpan. Hay una construcción de una mujer que está silenciada, casi que adecuada para el abuso. No me da vergüenza asumir que esto pasó durante mucho tiempo y que no dije nada, lo importante es que ahora lo digo. A todos les incomoda que estas cosas se hablen, porque creo que todos esconden abuso sexual en sus cuerpos”.

El cuadernillo de los machos progre

La baterista actualmente está trabajando en un proyecto personal muy importante para ella, que es un cuadernillo con relatos de abuso sexual, una idea que surgió cuando, circunstancialmente, se enteró de que una amiga fue abusada por un músico reconocido como el «más progre y resuelto de la escena hardcore Punk». Al contar su historia comenzó a destapar y enterarse de casos similares al suyo en su círculo de amigos de la contracultura. Sabiendo eso, Diana dejó de ir a las tocatas de todos los abusadores que fue descubriendo, hasta que se dio cuenta que en su mundo el abuso sexual estaba muy minimizado y que tenía que revertir la situación.

“La idea de mis escritos es mostrar cómo el Punk dejó en ciertas mujeres un mal recuerdo. No
quiero que sea un libro como tal, porque este es un micro mundo y me interesa develarlo a las personas que están dentro, no quiero acusar a otros que no habitan estos espacios. Ubiquémonos también, el Punk surge producto de una opresión social y promueve las relaciones sociales, colectivas y humanas y oprimir a otro en este contexto es brutal. A fin de cuentas, el hombre Punk tampoco se cuestiona sus privilegios y se comporta con las mismas lógicas patriarcales de cualquier otro porque tiene poder. Hablan en contra de las iglesias y la sociedad, pero ¿qué es más fascista que no homogenizar las luchas? No existe empatía con los compañeras”.

Acumulando tronos, coronitas y medallas

Diana No espera que este proyecto sea un recurso de largo plazo. Cree que visibilizar estas prácticas es un gran aporte para erradicarlas, entendiendo contar la experiencia propia como una ayuda a otras mujeres que han tenido vivencias similares. “Con este cuadernillo me interesa ponerle cara al abuso, relatado por alguien que se siente en desmedro. Ellos tienen 30 o 40 años y no se van a morir, van a seguir en sus tronos acumulando coronitas y medallas. Entiendo que la funa es un espacio muy importante cuando se logra comunicar bien y romper la lógica del cagüinillo. El problema no es que nosotras hablemos, es que esto pasa y si ese paradigma no cambia, esto no se va a detener. Lo privado es político y cuando eso se asume, se deja de amparar al abuso”.

Diana dice que ha recibido amenazas, presiones y exclusión de espacios colectivos para que no siga recopilando relatos de sus compañeras, pero eso no la amedrenta en lo más mínimo. Las advertencias han sido un impulso para seguir en la cruzada. “Esto lo hago por una reivindicación con mi historia, por darles cara a estos lobos disfrazados de oveja y visibilizar su miseria. No les tengo miedo porque son unos cobardes. Me parece fantástico ser molesta, llegar a un lugar, que miren para abajo, se avergüencen y se vayan, cagarles la fiesta cuando quieren pasar piola con su vida nefasta de hombres progre en lo público y machos dominadores en espacios privados. No creo que a nadie le pertenezcan los espacios porque son lugares llenos de parásitos, pero la idea es incomodar”.

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