La actualidad del feminismo

LUNAFDesde el sufragismo hasta el feminismo radical, apelan por la igualdad de las mujeres, denunciando su exclusión explícita.

 

 

Luna Follegati, Historiadora de la Universidad de Chile

Una de las demandas más explícitas e históricas de los movimientos feministas tiene que ver con el acceso al espacio público y político. Desde el sufragismo hasta el feminismo radical, apelan por la igualdad de las mujeres, denunciando su exclusión explícita. El feminismo se ha articulado entonces, en relación a una serie de problemáticas que buscan revertir la condición de opresión y subordinación de las mujeres, fomentando la conciencia pública y social en torno a situaciones como la violencia de género, el aborto, la feminización de la pobreza, las brechas políticas, la inequidad laboral, etc.

Hoy en día las mujeres en el mundo occidental gozan de una presencia real en el espacio público. En este sentido, preguntarse por la igualdad de las mujeres y su posición subordinada en el actual escenario, parecería una disyuntiva retórica, un alegato casi inconsistente. Sin embargo, las cifras de feminicidios, índices de pobreza, cesantía y precarización laboral [1], dan la respuesta señalando la inequidad en relación a los hombres. Como quizás dirán muchos compañeros politizados, militantes y activistas de distintos movimientos, el feminismo actualmente se subsume dentro de una problemática mayor. Y es cierto, anclar la lucha feminista en un escenario económico es real en la medida que apelamos de igual manera a relaciones sociales basadas en la reciprocidad, solidaridad e igualdad, desvinculadas del ámbito económico que hoy impregna en las sociedades neoliberales.

Entonces, ¿cuál es la vigencia del feminismo? Desde una perspectiva de izquierda, el feminismo no sólo debe ser parte de las retóricas académicas, institucionalizadas, sino también de la lucha diaria, militante y organizada. Los movimientos sociales que en el Chile democrático se inauguraron a partir del 2011, nos llaman a reivindicar esas otras formas de lucha. Me refiero a otras formas apelando al feminismo no como un espacio sectario, excluyente de participación, sino más bien a una forma de construcción social cuya mirada se basa en la denuncia y resistencia a las instancias de poder discriminatorias que se sustentan en la diferencias: sexual, social y étnica, entre otras.

La vigencia del feminismo en la actualidad apunta a la democratización de los espacios políticos, sociales e institucionales. Denunciando el contexto cultural actual donde se naturaliza la diferencia sexual, como también al sistema patriarcal en tanto eje estructurante de las divisiones sexuales y sociales. Para las izquierdas, prolongar una lectura que minimice, excluya, infantilice o estereotipe al feminismo es continuar con un análisis que perpetúa las inequidades en todas sus esferas. Esto lo podemos reconocer en una serie de aspectos, que es necesario profundizar y levantar desde el feminismo:

• Por una parte, el binarismo con que la izquierda históricamente ha leído el problema del género y la clase, habla también del machismo implícito en las organizaciones de izquierda: muchas veces se circunscribe el feminismo como una lucha secundaria, apostando a la ‘pelea mayor’. Reformular esta lectura mediante la autoformación, organización y activismo desde el feminismo no es sólo una tarea, sino que una urgencia para los movimientos sociales.

• Por otra parte, la masculinización de la política implica que se establezcan ciertos códigos, formas y vicios de hacer la política. Transformar dichos vicios implica reformular los espacios desde donde se toman las decisiones, apuntando a las camarillas políticas, egocentrismo y autoritarismo que domina en todo espacio organizativo que carezca de un proceso horizontal en la toma de decisiones. La lucha contra la masculinización de la política no significa necesariamente que las mujeres tomen la voz, sino también que su voz represente la exclusión, en la medida que ellas puedan, -en la práctica- resistir y subvertir las inequidades y exclusiones que se reproducen en los sistemas organizados.

• Por último, el feminismo debe dejar de ser un movimiento sólo de mujeres. Si bien somos nosotras quiénes podemos vivenciar la condición subalterna en la que nos encontramos, el sistema patriarcal y el sistema sexo-género, enclaustran y restringen las posibilidades de los grupos de GLTTB , y los hombres. Estos últimos, -sobre todo en los ambientes de izquierda- continúan con el ‘deber ser’ que cimenta la masculinidad hegemónica. Este concepto, desarrollado por los estudios de género, apunta a un modelo de identidad que poseen los hombres en las sociedades occidentales. Su caracterización en varones heterosexuales, sexualmente activos, desvinculados de las tareas del hogar y poco conectados con sus emociones, son rasgos que llevan no sólo a una clausura de su masculinidad, sino que también a la resaltar situaciones como la homofobia y la huída de todo rasgo reconocido como femenino.

Es por ello que el feminismo en la actualidad debe contextualizar sus demandas y reivindicaciones en relación al neoliberlismo, a la vinculación con los hombres y su masculinidad, a las problemáticas de la homofobia, violencia de género, sexismo, etc. El feminismo, debe volver a construirse desde y para lo social, apuntando a una construcción cultural, cotidiana y popular que apele no sólo a la transformación de los espacios machistas que nos circundan, sino que de las estructuras desiguales e inequitativas que nos caracterizan como sociedad.


 

[1] Ver Encuesta Casen 2009, donde se despliegan una serie de cifras al respecto.

 

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