El ocio; el tiempo del no tiempo

Se trata de un momento especial de unión conmigo y el mundo; no importa dónde esté o lo que esté haciendo; el tiempo del ocio está fuera del calendario y el reloj y sucede mientras camino por las calles de la ciudad, rumbeando, o cuando bailo o cuando me toco o cuando mi mente vaga.


Por Silvana Pezoa

Siempre imagino cómo serían los días antes del tiempo, pienso en cielos calipsos y un horizonte en el que se percibe el destello gris de las hogueras de  la comunidad, el aire fluye cargado de los olores de la pradera, la montaña y el mar.

 

El sol se dirige al ocaso, mientras las estrellas aparecen, la primera en iluminarse es el lucero, luego se desata un carnaval de luces, Orión y su cinturón, las pléyades, Porción, Aldebarán, Rigel, Betelgeuse, hasta que se enciende toda la vía láctea, en un cielo índigo, sin luces de ciudad que contaminen el brillo de la noche.

 

Mientras veo las constelaciones estelares pasar, escucho el arrullo del agua que corre cerca, los suspiros de grillos y cigarras y el encenderse de las luciérnagas y candelas. La claridad del amanecer me despierta y aprecio con detalle el inicio de un nuevo día; el sol derrite poco a poco el frío de la noche, evaporando el rocío matutino.

 

Esta es la vida del ocio, un día tras otro con el único deber de vivir y disfrutar lo que la existencia nos ofrece. Esta es una época anterior al calendario en la cual imaginar era una tarea fundamental, de esta manera, la estrella de la mañana, la más bella, la que aparece sola y se distingue de todas las demás por su cercanía a la tierra, recibe el nombre de Ishtar y se convierte en una de las primeras deidades de la antigua Babilonia.

 

Y así pasó con todo lo demás, la luna y el sol, los animales, las plantas y todo lo que vive sobre esta tierra. La curiosidad humana, infatigable, después de inventar lenguajes para cantar y contar, se dedica a investigar, a descubrir los misterios de este mundo, y con su capacidad de crear, soñando y  construyendo, arma una sociedad tras otra hasta la actualidad.

 

Esto es lo que el ocio representa para mí, un tiempo atávico al cual me conecto cada vez que hago algo que me gusta: escribir, pintar, leer, fabular, cantar, hacer música, hacer el amor, besar, contemplar, respirar y tantas cosas más. Se trata de un momento especial de unión conmigo y el mundo; no importa dónde esté o lo que esté haciendo; el tiempo del ocio está fuera del calendario y el reloj y sucede mientras camino por las calles de la ciudad, rumbeando, o cuando bailo o cuando me toco o cuando mi mente vaga, errante como loba desafiante.

 

Y después del “hágase la luz”, inventamos el tiempo y el edén nunca volvió a ser lo mismo; ya en el Paleolítico se marcan ciertos huesos de reno y marfiles de mamut con anotaciones de las secuencias de la luna. Más adelante, cuando se inventa la agricultora, se sustituye el calendario lunar por otro basado en el paso del sol a través del cielo; así el tiempo del no tiempo termina.

 

La palabra latina “otium”, origen de “ocio”, nace en el tiempo del imperio, ya el hombre ha esclavizado a otra gente, ya no vive en el tiempo de la diversión, del gusto y el descanso. La palabra “trabajo” viene del latín vulgar “tripalium” un elemento de tortura de tres palos. La polarización de la actividad humana en el tiempo del imperio es evidente.

 

Las personas que viven en esclavitud ya no disfrutan de su libertad, trabajan, dejando a sus patrones desocupados de tareas arduas o mecánicas o reiterativas; los dueños se liberan de los deberes y quedan con todas sus horas disponibles para el ocio y el negocio, palabra que pertenece a la misma familia.

 

Afortunadamente, soy una mujer libre y habito en un tiempo mítico donde no es necesaria una palabra para el ocio, porque vivo para el disfrute… mi deber es divertirme; y lo cumplo, imaginando, creando, contemplando y descansando. Parece difícil, pero no imposible, sólo tienes que detenerte un momento, respira profundo y verás todo con mayor claridad.

 

La acepción de “ocio” como “inactividad” es biológicamente imposible, lo vivo nunca está inactivo, a veces se encuentra en un estado latente, pero nunca inactivo. Como esta, son muchas las concepciones erradas del ocio, aunque más que equivocadas, son tendenciosas formas del discurso del poder.

 

El/la esclavo/a ocioso/a no produce y se convierte en un peligro, apenas tenga un tiempo para pensar, querrá liberarse y lo logrará. Es como con la doctrina de shock, no se te permite pensar, ni descansar, estresándote cada vez más.

 

Por eso superemos el tortuoso shock del trabajo con una ociosa terapia para vivir felices con nuestra creatividad. Recuerda, los sueños se hacen realidad y otro mundo es posible.


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