María Emilia Tijoux: “El problema es el racismo, no las inmigrantes”

María Emilia Tijoux: “El problema es el racismo, no las inmigrantes”

Por Josefina Espinoza Escárate

La migración está dando de qué hablar hace varios años en todas partes del mundo. En el caso de Chile, el panorama se ha contaminado de mitos y desinformación que presentan la migración de manera negativa, y que se acentúa más aún, si se entrelaza con ser mujer y de piel oscura. Para María Emilia Tijoux estos mitos y falsedades comienzan desde mucho antes en la historia de nuestro país, con un racismo que se ha instalado en las profundidades de nuestra cultura. Tijoux es profesora  de la Escuela de Sociología de la Universidad de Chile, cuenta con una larga trayectoria en iniciativas de derechos humanos. Actualmente dirige diversos proyectos sobre la temática de las migraciones y también de sus consecuencias como el racismo.

Mujer, inmigración y racismo

“El significado de ser mujer es gigante” explica Tijoux, y agrega que es una categoría que está colocada en un lugar subordinado. Este lugar subordinado lo ocupan otras categorías también y se van entrelazando entre ellas. Ser migrante, tener piel oscura, ser pobre. De esa forma, si se piensa de manera más interseccional, la mezcla de estas distintas categorías son parte de la construcción de la diferencia que opera en distintos ámbitos, interrelacionadamente, y en ese sentido “el racismo viene a ser una cuestión más transversal que permite que se pueda gobernar de mejor manera -como decía Foucault- al organizar las diferencias, y generalmente las diferencias las organiza el Estado y sus gobiernos por abajo”. Esto convierte al racismo en un sistema, en una ideología y también en una doctrina “uno podría colocar todo eso en el racismo, que implica pensar que hay una ‘raza’, lo digo entre comillas porque no existe, porque todos tenemos los mismos genes. Pero que sin embargo, la fuerza de la raza es tan potente, que permite que el racismo se construya y se creen procesos de racialización que hoy día atacan a las y los inmigrantes y en particular a las inmigrantes”.

Este proceso de racialización en donde opera el racismo, explica Tijoux, es muy difícil de desarmar “porque funcionan en base a puras falsedades entendidas como verdades”, y lo más grave de este proceso sería la deshumanización de las y los migrantes, “entonces que se muera una haitiana, un haitiano, que se desaparezca, es algo así como ‘a quién le importa’, eso es lo terrible. Y sobre eso tenemos que preocuparnos. Deberíamos ser mucho más preocupados del tema, lamentablemente no es así”.

El problema no es la migración es el racismo

En el caso de Chile, María Emilia Tijoux sostiene que el racismo no se inicia con la llegada de personas migrantes, sino que parte en el momento que se constituye el Estado Nación chileno, que postula un desarrollo de manera europea, “un desarrollo blanco que se supone que es la civilización versus la barbarie, la inteligencia versus la ignorancia, y eso implica tener que aplastar a los pueblos y, fundamentalmente, al pueblo Mapuche”. Desde ese momento se puede hablar de “raza” y por tanto de racismo, desde que se invita a los inmigrantes europeos, en el siglo XIX, a vivir a Chile para “mejorar la raza”.  “Entonces en ese objetivo de mejoramiento de la raza, yo creo que es más o menos general en todo América Latina, en donde la raza  aparece como un ideal político vinculado a Europa o a Estados Unidos”. Eso ha sido perpetuado, según Tijoux, por el trabajo que hicieron los gobiernos a través del Estado chileno, y se refleja en que  “ser negro en Chile o ser indígena son dos categorías que son muy incómodaspara chileno, en general cuando se les pregunta cómo son, o cómo se sienten, la gente dice ‘soy blanco’, es muy raro que alguien diga soy mestizo”.

En esta misma lógica es como operan los y las chilenas para hacer diferenciaciones en los distintos tipos de inmigrantes, en cambiar los conceptos, “Tú le preguntas a cualquier persona quienes son inmigrantes y te van a nombrar siempre a los mismos países, te van  a nombrar a 7 países. No van a nombrar ni argentinos, ni brasileros, hablando desde América Latina, ni van a nombrar europeos o norteamericanos. Aunque la condición migratoria sea la misma, se establece ya con el concepto inmigración e inmigrante una diferencia racializada, porque a los otros se les dirá extranjero”.

Esto genera diferencia en el trato y en los últimos años el racismo se advierte mucho más contra las personas de piel oscura “pero que vienen de estos tres países, Colombia, República Dominicana y Haití, porque obviamente si viene un ciudadano norteamericano ‘negro’, y las personas saben de qué nacionalidad es, nuevamente se establece una diferencia, aunque aceptar a una persona de piel oscura sigue siendo en Chile algo muy difícil”, advierte Tijoux.

Además, la socióloga está convencida que es mucho más grave si se es mujer. Como ejemplo pone la reciente y fatal historia de Rebeka Pierre, la ciudadana haitiana que murió por negligencia médica de una trombosis pulmonar, “fíjate que allí hay algo interesante, porque en esa muerte terrible de abandono del Estado, dejarla irse de un hospital público, darla de alta cuando está a punto de morir, se cruzan varias cosas más, porque ella era médica. Una podría decir que se haría una consideración más, pero no. Ahí juega el color de piel y juega la nacionalidad”.  Rebeka hablaba perfectamente español, trabajaba como voluntaria en la Cruz Roja chilena “Es decir, era pura contribución a Chile, sin embargo, en los chilenos y en las chilenas muchas veces es mucho más fuerte un sentimiento xenófobo, de temor, por una parte, y una práctica racista de separación o de abandono que daña”.

Violencia simbólica y sexualización de la mujer migrante y afrodescendiente

De la misma manera, el racismo opera a la hora de sexualizar a las mujeres afrodescendientes. “Es lo que le juega del peor modo a las mujeres, sobre todo las mujeres caribeñas, sufren este doble modo de ser tratada, tanto por parte de hombres como de mujeres. Por un lado las consideran atractivas, exuberantes, bellas, calientes, -nos han dicho todo eso- y por lo tanto, unos cuerpos deseables. Está esa suerte de atracción, terrible, para los hombre, y por otro lado el rechazo completo de sus existencias en el país”.

Esta racialización le entrega a la mujer determinadas características sociales, culturales y sicológicas que están vinculadas a su nacionalidad. “Es decir, esa es la fuerza del racismo que vincula un fenotipo, un color de piel, una nacionalidad, un origen o una condición económica, de género o de sexo, con un modo de ser”. Para entender esto, Tijoux aclara que la violencia simbólica ocurre cuando la otra persona no está consciente de ella “no se ve, no se siente, no se sabe. Está incrustada en un modo de ser, de quien le hace algo a otro” por lo que cuando se sexualiza a las inmigrantes “es porque ya ha habido todo un proceso anterior que permite que se de esa sexualización. Es un proceso de sexualización racializada o de desprecio, quien dice eso lo hace ‘sin darse cuenta’, porque se acostumbró a decirlo, porque hace parte de lo que le han dicho en la niñez”.

Cierra manifestando que le gustaría “ubicar el problema en el racismo, porque el racismo sí es un problema, no la migración, la migración no es el problema. Porque si volvemos a Rebeka Pierre, a Joane Florvil y tanta otras, si pensamos en mujer, inmigrante, negra, pobre, madre, tenemos que buscar las interrelaciones que ahí se dan para comprender de una manera súper seria cómo se produce eso tan profundo que es el racismo simbólico, que basta con una mirada de desprecio”.

Instituciones insuficientes y ausencia de ley migratoria

Esta cultura basada en el racismo y el patriarcado, permea también las diferentes instituciones que componen a Chile, claros ejemplos son el caso de Rebeka Pierre y Joane Florvil, en donde evidentemente la responsabilidad del Estado de dar protección no se cumple. Emilia Tijoux considera que para mejorar las condiciones de las y los migrantes en Chile “en primer lugar es necesaria una ley, pero una basada en los derechos humanos y la dignidad y el respeto de los derechos humanos de las personas, que no es el caso”.

Compara el decreto en el que se rige actualmente, firmado por los cuatro integrantes de la junta militar en dictadura, en 1975 y que sin embargo “tiene más beneficios para los migrantes que la ley actual de Piñera (que aún no se aprueba), que es una ley que está basada fundamentalmente en la defensa de los intereses chilenos, es decir en la securitización chilena, o en la identidad chilena,que se podría ver amenazada por la gente que llega, por lo tanto, es una ley que se sigue basando en la seguridad nacionalde la nación chilena”, esto quiere decir que se enfoca en el cierre de frontera, y “discrecionalidad de quien entra y de quien no entra”.

Esto se observa con la salida de Chile del pacto mundial de migraciones, a pesar de que históricamente ha firmado convenio y convenciones sobre migración, “no hay un interés por el ser humano, porque a mí me parece que lo que ha estado pasando, un poco siguiendo el modelo de Trump, es la deshumanización de las personas, y las y los inmigrantes aparecen solamente como mano de obra, sirven para el trabajo”, lamenta Tijoux.

Y para conseguir que exista efectivamente una ley que entregue protección y tenga enfoque de derechos humanos se debe considerar a la sociedad civil. “Había un organismo en el gobierno anterior, un organismo consultivo de migraciones, donde existía una voz de la sociedad civil. Hoy día no hay ninguna voz de la sociedad civil, no está la voz ni de los especialistas ni de la organizaciones migrantes, ni de los intelectuales, de los que han estado en estos años como para poder pensar en un modo de acogida menos violento”.

Tijoux es muy crítica a la hora de hablar del rol que cumple el gobierno de Sebastián Piñera respecto a la vulneración de los derechos de los y las migrantes “es una cuestión cotidiana, y por otra parte, también ha sido tan hábil lo que han hecho, ha producido discursos tan duros, ha mentido tanto, vinculando migración a delincuencia, vinculando migración a infección, a contaminación, que obviamente el común y corriente de los chilenos ve a un inmigrante negativamente”.

El fracaso del sueño americano a la chilena

La llegada de los migrantes en Chile se explica, en parte, por esta imagen de país resuelto que se intenta proyectar. Para María Emilia Tijoux, esta imagen ya se propagó a nivel mundial.“Porque eso no es solamente para los migrantes, o sea, si tú sales de Chile, a cualquier parte, Argentina o Europa, la gente va a decir ‘que está bien Chile’, eso es lo que nos dicen a todos y si eso me lo dicen a mí, una puede sonreir y decir ‘churra pero estamos super endeudadas, la diferencia de salario es brutal, no hay ninguna seguridad laboral’ pero la gente vuelve a repetir «oye pero Chile está muy bien».

Sin embargo, el “regreso humanitario” hacia Haití evidencia que no somos el país desarrollado que decimos ser. “Nosotros hemos sido muy críticos al respecto. Se llama retorno voluntario humanitario, el humanitarismo no es lo mismo el humanismo. Es muy cruel lo que están planteando, porque efectivamente después que Chile abrió o llamó a los haitianos a venir, después del terremoto (2010) con los soldados chilenos allá, en un momento en que, cuando había un haitiano aquí, prácticamente era un momento de júbilo… Pero comenzaron a llegar en mayor cantidad y comenzó el ataque contra los ciudadanos haitianos”.

Esta propuesta del gobierno de retorno a Haití, según la socióloga, tiene varias fallas, como la vulneración de los derechos humanos de esos ciudadanos, por las condiciones de vida que persisten en Haití; por no tener ningún incentivo para la inserción de esas personas que vuelven sin nada y además que los haitianos no pueden regresar a Chile en un plazo de nueve años, por lo que se pregunta “¿no son expulsiones esas? es de una hipocresía política pero brutal” y agrega que es una suerte de ‘ordenar la casa’ y “eso implica selección de personas, y el concepto de selección es un concepto bastante duro porque es lo que escuchábamos durante la segunda guerra mundial, se seleccionaba a los seres humanos”.

Educación y nuevas generaciones

Estamos a 2019 y las cosas han cambiado en varios aspectos. Los movimientos sociales van tomando fuerza, mujeres y migrantes están marcando la tendencia en medios y consignas políticas. Es un trabajo de años, pero que parece acelerarse en las nuevas generaciones. Emilia Tijoux está convencida que el intercambio cultural en la escolarización aporta considerablemente a mejorar el panorama. “Hubo una encuesta reciente, donde cerca de un 68% de niños, niñas o de jóvenes hablaban muy positivamente de la inmigración, porque ya en sus colegios están compartiendo con niños y niñas de otras partes, porque además los chicos de ahora tienen también otro modo de ver la vida, son más abiertos”.  Esto, a pesar que el contexto educativo aún no se pueda cambiar, a lo que María Emilia define como “una de las luchas más grandes”. Sin embargo, sostiene que cifras como las anterior demuestran que hay cosas que se pueden hacer sin necesidad de ponerlo en decreto y que eso, ya se está evidenciando día a día en la educación.

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