Paradojas del liderazgo femenino

Es lamentable que este tipo de liderazgo tenga una buena percepción y sea considerado efectivo para la política exterior, pero no así para la política nacional.

 


Por Tatiana Hernández Comandini
Co-directora Escuela Bicentenario
Fundación Chile 21

Columna  publicada 15/10/2008

 

Todo Política

 

Columna  publicada 02/10/2008

 

Diario La Nación

Al analizarlo lo ocurrido en la Cumbre Unasur este 15 de septiembre, el consenso de los análisis políticos es que Chile ha sido innovador, activo y comprometido en la política multilateral que busca la resolución pacífica de los conflictos internos de los países. Innovador, porque nunca en la historia democrática de la región los países que la conforman habían intentado resolver los problemas de un país en específico de forma conjunta, tal como lo indicara el Presidente Evo Morales.

 

 

¿Tiene el éxito de esta cumbre algo que ver con el vapuleado liderazgo femenino de la Presidenta Bachelet ? A decir de estudios internacionales en el área económica -porque la experiencia política como evidencia empírica es reciente- habría una relación positiva entre la existencia de mujeres en los equipos directivos y los resultados de los objetivos planteados por las organizaciones. El estilo de liderazgo femenino sería el elemento detonante en la gestión eficaz de estas organizaciones. Es decir, es este tipo de liderazgo el que les permite gestionar de modo eficiente las relaciones interpersonales dentro de su organización, ser más respetuosas, democráticas, cooperativas y colaborativas en comparación con los hombres; por otro lado, este estilo les permitiría también que la voz de quienes conforman estas organizaciones sea escuchada.

 

 

En este sentido, se reconoce que las habilidades asociadas a la construcción social y cultural del género femenino son relevantes para una gestión más participativa, respetuosa de la diversidad de perspectivas, de las experiencias de vida como fuente importante para la toma de decisiones, todos elementos que facilitarían la resolución de conflictos. Podríamos inferir que para el fortalecimiento de las democracias en nuestros países latinoamericanos el conducirse mediante acciones asociadas al género femenino es fundamental. En esto no hay juicio ético, sino uno analítico y si se quiere instrumental respecto del liderazgo político femenino.

 

 

Es lamentable que este tipo de liderazgo tenga una buena percepción y sea considerado efectivo para la política exterior, pero no así para la política nacional. Podríamos inferir que el problema no es intrínseco al liderazgo femenino, sino a la política nacional, basada en consensos que sólo aplastan cualquier posibilidad de disidencia. El conflicto es fundamental en la política democrática. Un liderazgo democrático que busca fortalecer la democracia debe apuntar a dar espacios como la Cumbre de la cual muchos-as fuimos observadores, que permita que el conflicto se exprese y las problemáticas se resuelvan en el respeto de las diversas ideas en disputa. El Gobierno ciudadano que nos propuso la Presidenta Bachelet en su programa era un mecanismo que hacía posible los espacios para la expresión de los conflictos. Lástima que los actores políticos nacionales nunca reconocieron las bondades de este tipo de liderazgo, pero bien por los países sudamericanos que vieron en él un elemento fundamental para el fortalecimiento de nuestras democracias.

 

 

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