Silvana del Valle de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres y COVID-19: “Todas vamos a vivir violencia, no sólo aquellas que puedan ser agredidas físicamente”

Silvana del Valle de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres y COVID-19: “Todas vamos a vivir violencia, no sólo aquellas que puedan ser agredidas físicamente”

Por Valentina Silva

El COVID-19 ha afectado a buena parte del mundo y las medidas de confinamiento por la cuarentena se transformaron en una de las mayores amenazas para las mujeres que conviven con sus agresores. Así lo advierte ONU Mujeres, que asegura la violencia de género dentro del hogar podría aumentar producto de la obligatoriedad del aislamiento físico y el estrés. Un llamado similar hace el Comité de Expertas del Mecanismo de Seguimiento de la Convención de Belém do Pará (MESECVI), indicando que las cuarentenas obligan a las mujeres y niñas a convivir por largos periodos con sus victimarios.

A tres semanas de conocerse el primer diagnóstico en Chile, el saldo no está siendo alentador: se superó el umbral de las dos mil personas confirmadas con COVID-19 y ya son ocho las personas fallecidas a causa de la enfermedad. La cuarentena total en Chillán, Osorno, Temuco y Padre las Casas, se suma a las siete comunas de la Región Metropolitana. Con ello, se prenden las alarmas de las organizaciones feministas: el encierro voluntario u obligatorio es  una agravante para mujeres y niñas que estarán las 24 horas con el  agresor.

En su informe Covid-19 en América Latina y el Caribe: cómo incorporar a las mujeres y la igualdad de género en la gestión de la respuesta a la crisis, ONU Mujeres advirtió que aumentarían las situaciones de violencia doméstica, de pareja e intrafamiliar producto del aislamiento. Un problema con impacto global. El sitio de noticias chinas Sixth Tone dio cuenta de esta alza en la nota titulada “Los casos de violencia doméstica aumentan durante la epidemia de COVID-19”, donde describió la situación de Wang, una mujer de nacionalidad china golpeada y expulsada de su casa junto a sus dos hijos por su pareja durante la cuarentena.

Esto será parte de las consecuencias que podría dejar esta pandemia mundial: El aumento de agresiones físicas, psicológicas y sexuales a mujeres y niñas en todo el mundo.

COVID-19, más que una crisis sanitaria

Teniendo como antesala la crisis social del 18 de octubre del año pasado, la respuesta del Estado a la pandemia genera en parte de la población incertidumbre, particularmente por la baja credibilidad de las instituciones. De acuerdo al recuento de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, a la fecha se registran 12 femicidios. En este escenario, el Ministerio de la Mujer pide a las mujeres que están viviendo violencia, contactarse al 1455 para que puedan ser orientadas y recibir ayuda. La atención telefónica será reforzada incluyendo la de los Centros de la Mujer y casas de acogida, que estarían cien por ciento operativas. También se intensificará la coordinación con Carabineros y la Policía de Investigaciones.

Pero para la abogada de la Red, Silvana del Valle, estas medidas con insuficientes puesto que “el Ministerio de la Mujer ha reaccionado y no accionado, incrementando la tensión en el número 1455, sin  considerar las advertencias y reclamos que vienen desde mucho antes. Hemos sido las organizaciones feministas las que han salido nuevamente a la palestra, dando otras estrategias y sugerencias para las mujeres y las niñas que estén sufriendo este tipo de agresiones tanto físicas como psicológicas”.

Silvana agrega que la crisis actual “no solamente es una crisis de índole sanitaria si no que es la crisis del modelo capitalista y patriarcal al que estamos sometidas; en el sentido que las potenciales acciones de violencia que las mujeres suframos estos días en confinamiento, son el corolario de una violencia que es mucho más amplia y estructural en nuestras  vidas”.

Misma precaución que hace ahora el (MESECVI), llamando a los estados y gobiernos a incorporar la perspectiva de género en las medidas que se tomen para la mitigación del COVID-19 y el reforzamiento de acciones para la prevención y atención de la violencia de género.  “No es extraño que hoy ante una crisis como esta, no exista ninguna visión por parte del gobierno que involucre dentro de sus  preocupaciones  la vida y la dignidad de las mujeres y las niñas”, remata del Valle.

Para la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, el principal problema es la institucionalidad pública que no se ha hecho cargo, y “el hecho de que aumente la violencia doméstica, que ha servido para que el gobierno siga insistiendo en que la violencia contra las mujeres es un asunto de familia, privado; todas las medidas económicas que se han propuesto estos últimos días, han sido catalogadas como medidas para ayudar a las familias en circunstancias que, por un lado no las ayudan a ellas, y por otro, son medidas que descansan en el sistema neoliberal”.

Doble y triple jornada en un mismo espacio

Desde la llegada de la pandemia al país, las organizaciones feministas han tenido que replantearse la forma en que se comunican. Virtualmente, de Arica a Punta Arenas, están conociendo los problemas que están teniendo las mujeres en sus territorios. De esas conversaciones y los días de aislamiento, la precarización de la vida de las mujeres queda aún más en evidencia; precariedad en sus lugares de trabajo y en sus casas donde asumen los cuidados familiares, las tareas domésticas, haciendo esfuerzos por conciliar todo.

De acuerdo a la Encuesta Nacional Sobre Uso de Tiempo (ENUT) 2015 del Instituto Nacional de Estadística, las mujeres ocupadas trabajan en promedio, 41 horas a la semana en tareas de trabajo no remunerado. Es decir, en tareas domésticas o de cuidado. En contraparte, los hombres ocupan sólo  19 horas a la semana en similares quehaceres.

Para Silvana del Valle la carga de responsabilidades en situación de crisis, es aún más grave “la doble o triple jornada que habitualmente vivimos las mujeres, ahora tendremos que vivirlas todas en un mismo espacio. Dado el modelo (económico, social) en que nos encontramos, todas vamos a vivir violencia, no sólo aquellas mujeres que pueden ser agredidas física, emocional o psicológicamente por hombres agresores. La explotación laboral en la que van a vivir, esa unión entre la forma de explotación laboral remunerada precaria y las formas de explotación no pagada que implican los cuidados. En definitiva no son algunas mujeres y algunas niñas que las que van a sufrir violencia sino que todas, dado el modelo en el que nos encontramos.”

De acuerdo al informe “El progreso de las mujeres en el mundo 2019-2020: Familias en un mundo cambiante” de ONU Mujeres, las mujeres y niñas se encuentran más propensas a recibir y experimentar algún tipo de violencia al interior de sus propios hogares. La casa es un lugar inseguro para ellas. El “Estudio mundial sobre homicidios” de Naciones Unidas lo da cuenta: en 2017 hubo 50 mil homicidios de mujeres por razones de género. Todos los días, 137 mujeres en todo el mundo son asesinadas por su pareja, ex pareja o un miembro de su familia. En Chile, los datos van en la misma línea: el 50% de los femicidios consumados y el 46,3% de los frustrados ocurrieron en el domicilio común, según el Circuito Intersectorial de Femicidios de 2018.

La violencia contra las mujeres y su  inminente aumento durante la cuarentena, ha llevado a la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres a tomar medidas. Silvana es firme al respecto “la institucionalidad estatal no se ha hecho cargo de manera comprensiva del tema. Es muy compleja la situación dado que es muy conocido que el Ministerio y las casas de acogida no daban abasto antes de la crisis del 18 de octubre, y mucho menos ahora, el aumento de horarios de atención del 1455 como única medida ante la crisis se ve demasiado escaso”.

Para Silvana, sigue siendo más complejo aún, dado que no solo las instituciones de gobierno no han enfrentado la crisis con una perspectiva de género. Las instituciones autónomas y de la sociedad civil, que deben colaborar en la protección de los derechos de mujeres y niñas, tampoco lo estarían haciendo en este contexto de violencia. “El Estado de Chile, las instituciones estatales, incluyendo las instituciones autónomas como lo sería el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), en términos generales, no están cumpliendo con lo que se dispone en los tratados internacionales en relación a la violencia contra las mujeres. Las organizaciones de mujeres feministas hemos estado desde siempre, por lo menos la Red desde 1990, enfatizando que se debe exigir por parte del Estado esta actividad protectora de prevención y también a la sociedad, que debe erradicar la violencia contra las mujeres y la niñas, particularmente en el caso de una crisis”.

Por eso, el llamado es a que las mujeres que estén viviendo violencia machista al interior de sus casas y familia, tengan una red de vecinas, amigas o familiares para alertar; graben los números de emergencias de la Policía de Investigaciones (PDI) y Carabineros, incluyendo el teléfono del Plan Cuadrante y otros números para orientación y denuncia como el 1455 del Ministerio de la Mujer o el 600 4000 101 de fiscalía.

Una red sorora

Maribel Mallea, de 26 años, fue asesinada por su expareja, que también mató a su hijo de siete años y prendió fuego a la casa en que vivían. Maribel murió en su casa, donde se suponía estaría segura.

¿Por qué la red de apoyo se hace tan fundamental en esta situación de crisis? Las organizaciones feministas parecen tener la repuesta en una red de apoyo activa. “Es la red de apoyo, a través de la generación de conciencia, la que permite que mujeres y niñas se den cuenta de las cosas que sí pueden hacer en esta situaciones extremas, ver qué cosas podrían implementar para protegerse y para defenderse, que puede ser desde llamar a una persona, enfrentarse a los agresores, expulsarlos del hogar hasta llamar a la policía o hacer que otras personas acudan a proteger y ayudar en la defensa”, detalla Silvana del Valle.

La sororidad debe ser un concepto que todas las mujeres deberían integrar para estar atentas a la posibilidad que una mujer cercana a nuestro círculo social pueda necesitarnos. La antropóloga mexicana Marcela Lagarde, definió la sororidad como “una forma cómplice de actuar entre mujeres”, la considera “una propuesta política” para que las mujeres se alíen, trabajen juntas y encabecen los movimientos.

“Vamos a seguir apelando a la sororidad femenina. Si bien es cierto que las mujeres a veces podrían encontrarse ante situaciones en las que creen que carecen de toda herramienta, la verdad es que cuando hay esta sororidad de parte de quienes rodean a las mujeres, existe también una toma de conciencia acerca de las herramientas que sí tienen. Finalmente, son las mismas mujeres y niñas las que logran detectar de manera autónoma el poder que tienen frente a aquel poder que no tienen. Es así como vecinas, amigas, familiares; las redes que están alrededor de las mujeres y las niñas, les permite darse cuenta de las cosas que sí pueden hacer”, explica del Valle.

Esta red sorora en tiempos de pandemia es imprescindible. Dice del Valle que puede ser complementada con las acciones de contingencia del Ministerio de la Mujer, para que la acción conjunta pueda ir en ayuda de mujeres y niñas. “Nosotras vamos a seguir trabajando independiente del Estado. Si en algún momento al Estado se le ocurre asumir su rol, o a lo menos a instituciones autónomas como el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), se le dará el apoyo que sea necesario, siempre que se tomen las medidas que sean realmente acordes al trabajo y la experiencia que las organizaciones feministas tenemos”, concluye.

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