La Iglesia en la mira feminista

La Iglesia en la mira feminista

Este año 2018 la Iglesia Católica ha debido enfrentar las consecuencias de no haber tomado en consideración las denuncias sobre manipulación de conciencia, abusos de poder y abusos sexuales, tanto de parte de feligreses, como de religiosas y seminaristas víctimas. Estas se han multiplicado gracias a las dolorosas y humillantes denuncias de tres de las víctimas del poderoso cura Karadima. El Papa Francisco, en una tardía reacción, ha tomado medidas frente a la jerarquía chilena, con la renuncia de todos los obispos y el nombramiento de administradores apostólicos en las diócesis que presentan las situaciones más graves.

Escasamente han hablado algunas mujeres víctimas de abusos y acoso al interior de la Iglesia y otras que han abierto el tema de la discriminación y el silencio en torno a la situación de feligresas y monjas. La cultura popular, desde tiempos inmemoriales, habla de “la familia del párroco”, de “los hijos del curita”, de “la señora” o “la amante del padre”. Siempre son mujeres relacionadas con un sacerdote y, sin duda, son miles a lo largo de los años.

Ante una institución tan jerárquica y patriarcal como esta, que ha excluido por siglos a las mujeres, siempre bajo sospecha por el relato bíblico que las declara responsables del “pecado original” y la expulsión del paraíso, surgen numerosas preguntas, también frente a las medidas propuestas por la jerarquía chilena para responder a las demandas del Papa.

¿Dónde están las mujeres que han sido víctimas de manipulación de conciencia, abuso de poder, acoso o abuso sexual? ¿Por qué no denuncian? ¿Dónde están las mujeres madres de hijos de sacerdotes? ¿Los protocolos entregados por la Comisión creada por la jerarquía para recibir denuncias de abusos sexuales, tienen una perspectiva de género, es decir, asumen las condiciones de subordinación de las mujeres al interior de la iglesia? ¿Qué sucede con los hijos e hijas de sacerdotes que quedan abandonados?

Como Observatorio de Género y Equidad consideramos urgente acercarnos a mujeres de iglesia conscientes de esta situación para consultarlas al respecto y sobre la pertinencia de generar espacios para que las víctimas de estos abusos puedan recibir reconocimiento y reparación al daño ocasionado en la propia institución. Este Boletín reúne sus reflexiones, sus preocupaciones y visiones para un cambio efectivo para las mujeres en la iglesia.

 

Judith Schönsteiner: Una Comisión de Verdad y Reparación, el camino para las mujeres que han sufrido violencia al interior de la Iglesia Católica

La académica e investigadora, Judith Schönsteiner, entrega detalles del contexto en el que ocurren los abusos, el estado actual de los canales de denuncia y las señales que requiere la comunidad laical frente a la preponderante figura del sacerdote. ¿Qué necesitan las mujeres para que den cuenta de las situaciones de abuso que viven dentro de la Iglesia Católica?,la columnista y miembro de Mujeres Iglesia responde que “hay ciertamente mucho que ordenar y que reestructurar, la Iglesia Católica realmente tiene que someterse al poder civil pues no puede tener, a veces, un espacio de impunidad en el que ocurran delitos que en otras partes no pueden ocurrir”.

Violencia contra las mujeres en la iglesia: “la mujer provoca”

La estructura de poder esencialmente patriarcal al interior de la iglesia encoleriza la normalización de la violencia contra la mujer en la sociedad chilena. Se trata de una cuestión social que, sumada a la utilización de estereotipos de género, les restan credibilidad a las mujeres víctimas. Schönsteiner detalla dos grandes impedimentos centrales que explicarían este paradigma: primero, que en lo colectivo existe un prejuicio que dice que ‘la mujer es quien provoca’ y que está presente en la relación “mujer y sacerdote” cuando se afirma que ‘es la mujer quien seduce al sacerdote, no el sacerdote el que abusa’.

Segundo – continúa-, si las comisiones de verdad, ya sean del Estado o de la iglesia, son las que reciben las denuncias y no saben escuchar desde una perspectiva de género, no van a permitir que las mujeres finalmente denuncien. “Eso tiene que ver con la credibilidad en el sentido que a las mujeres no se les cree, pero también porque operan ciertos patrones de conducta que no perciben el abuso de poder, abuso de conciencia o (abusos) graves”, asegura Schönsteiner.

Una manifestación de todo aquello son los testimonios de las religiosas en los reportajes que se han emitido por televisión y que relatan cómo entienden lo que han vivido: “Son tocaciones indebidas y que cuando lo cuentan no les creen porque la figura del sacerdote es frecuentemente enaltecida, pero también porque en el imaginario social se entiende que el rol de la mujer es distinto”.

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Carol Crisosto vocera de laicas y laicos de Concepción: “Ellos se han desviado del camino, no quieren escucharnos”

Católica, laica, feminista y consejera. Una mujer que escucha a víctimas y personas testigos de abusos sexuales, de poder y manipulación de conciencia. Crítica con la iglesia actual; esa que define como vertical y machista. Carol Crisosto busca que la mujer se visibilice, que se haga justicia y se sepa la verdad de lo que pasa al interior de la Iglesia Católica.

Hace aproximadamente 20 años que es parte activa de la Iglesia Católica de Concepción. Tras su separación matrimonial, se acerca a la iglesia por medio del colegio de sus hijos, los Sagrados Corazones, es ahí donde en 1998 hace su Primera comunión y luego complementa su bautismo con otro sacramento, la Confirmación. Es feminista, vocera de los Laicos y Laicas de Concepción y lucha activamente para que se denuncien los abusos de poder ocurridos en la iglesia. A la fecha, ha escuchado decenas de casos de personas víctimas y testigosde abuso sexual, de poder y de manipulación de conciencia. Espera que la iglesia se reconstruya con una estructura horizontal donde nadie sienta miedo de hablar.

Su blog ha sido el pilar para transformarse en una líder de los laicos y laicas de Chile. Durante mediados de julio realizaron un encuentro al que pensaron, solo asistirían personas de su comunidad. Sin embargo, fue un encuentro nacional donde participó gente de Chillán, Temuco, Santiago y Osorno para hablar sobre la crisis que vive actualmente la Iglesia Católica. Central en el encuentro fueron las preguntas sobre el por qué no han salido a la luz todos los casos de abuso de poder y sexual. Algo que llamó su atención y la de otros asistentes, fue la participación de religiosas sin hábito, que fueron porque temían que en dicha reunión se conversaran cosas en contra la Iglesia Católica. 

Teología Feminista

La teología feminista la define como la labor de mujeres por posicionarse al interior de la Iglesia, pues desde siempre ha predominado una estructura con visión patriarcal. Crisosto cree incluso que las personas se quedaron con la visión de que la mujer salió de la costilla de Adán, pero es el Génesis el que indica que el hombre y la mujer nacieron al mismo tiempo.  Ella junto con otras mujeres de iglesia forman parte de un grupo de católicas que a través de la teología feminista han visibilizado los problemas que han tenido durante siglos. “Por qué tanto resentimiento con la mujer, por qué tanto descrédito de los mismos relatos. Hay que entender que esto -la iglesia- fue construida desde la experiencia del patriarcado”.

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Doris Muñoz, teóloga del CEDM: “Las mujeres han sido disuadidas para que no denuncien”

Doris Muñoz integra el Programa de Género y Teología del Centro Ecuménico Diego de Medellín (CEDM) y hace clases en la Universidad Católica Silva Henríquez (UCSH). Es además coordinadora de la línea de justicia de género en CEDM. “Trabajo siempre la teología feminista, que es un estudio ecuménico”. Muñoz tiene un análisis bien categórico sobre la concepción religiosa de las mujeres que proviene de la biblia; palabras que significan un “componente fundamental para la exclusión y el abuso de las mujeres”. En esta entrevista, la teóloga Doris Muñoz comenta, desde su disciplina, la actual crisis de la Iglesia Católica desatada por las denuncias contra sacerdotes por abusos sexuales y de poder, la situación que viven las mujeres en su interior, cómo operan los códigos de censura y el encubrimiento, y las consecuencias de todo tipo de violencia, especialmente la simbólica.

“La comunidad no está pensando en ellas como mujeres”

La exposición mediática de algunos casos de abuso y violencia sexual al interior de las iglesias ha dado cuenta en parte de la situación en que viven las mujeres en las comunidades católicas. Ya sean mujeres laicas o religiosas, todas están sumidas en una estructura patriarcal rígidamente jerárquica en la que no hay redes de apoyo internas para protegerlas contra la violencia. “Lo que demuestran los hechos es que cuando las mujeres han querido denunciar abusos, las han disuadido para que no lo hagan porque (supuestamente) van a conseguir nada”, advierte Doris Muñoz.

Asegura que la institucionalidad eclesiástica no existen equipos especializados para atender a las personas que han sido abusadas. Tampoco los hay para que las mujeres (que denuncien) permanezcan en las iglesias y sigan ahí por razones religiosas como son las actividades que cobran sentido cuando ayudan al prójimo en la comunidad, “aun cuando esa comunidad no está pensando en ellas como mujeres”, afirma la teóloga.
En la Iglesia Católica “las mujeres son mayoría y no están en los espacios en los que se toman las decisiones, por el contrario, las mujeres generalmente realizan labores de servicio”, explica. Un servicio social que “es un mandato que se les da como una tarea que viene desde el evangelio. Y no está mal. El problema es que es asistencialismo, no (tareas) apuntan a las causas estructurales”.
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María Eugenia Valdés, religiosa RSCJ: “Todas nos estamos preguntando si vivimos situaciones abusivas como mujer, consagradas y laicas”

María Eugenia Valdés hace 27 años que es religiosa de la Congregación Sagrado Corazón de Jesús, hace cuatro que vive en una población de Reñaca Alto (“que no tiene nada que ver con Reñaca Bajo”, advierte) y recién este año reconoce que comenzaron a “hablar” en comunidad de la crisis de la Iglesia Católica detonada por la seguidilla de denuncias contra sacerdotes por abusos sexuales y de poder. 

Dedicada también a la Pastoral de la Diversidad Sexual, recuerda que hace algunas semanas participó de una Asamblea Diocesana que reunió al obispado de Valparaíso y que el sentir unánime fue de “vergüenza y desilusión” aunque “algunos también hablaron de esperanza”, se detiene. “Hay mujeres que están comenzando a enfrentarse a la figura del sacerdote, a cuestionarle lo que está pasando. El encuentro diocesano fue sobre el abuso y por primera vez la gente se atrevió a hablar delante del administrador apostólico Pedro Ossandón”, quien reemplazó al obispo Gonzalo Duarte mencionado en una de las querellas por abusos sexuales, encubrimiento y asociación ilícita presentadas por un ex seminarista tras su paso por el Seminario Pontificio Menor de San Rafael. La denuncia presentada en 2012 está sobreseída.

Dice que no es capaz de leer aún las denuncias contra Cristian Precht en el libro “Precht, la culpas del vicario” de la periodista Andrea Lagos; que lo dejará para el verano cuando espera que las dificultades por las que atraviesa la iglesia amainen. Sin embargo, cuenta que la cercanía con los relatos narrados en “El huerto de los corderos” de Alejandro Sandrock, la hacen igualmente conectarse con las víctimas, con ese dolor y lo demoledor que resulta el abuso, en todas sus manifestaciones.

En medio de ese desplome, dice tener más de una convicción intacta: “Falta la voz de las mujeres en esta crisis que está viviendo la iglesia, faltan sus denuncias por discriminación y violencia, que se escuchen y se hagan caso a las situaciones que ellas han vivido. Todas nos estamos preguntando si vivimos situaciones abusivas como mujer, consagradas y laicas. Una agradece no haber vivido abuso sexual, pero quizás sí vivimos otras prácticas abusivas que aparecen como más pequeñas, más naturalizadas y que son igualmente violentas.”

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Juan Fuenzalida, sacerdote jesuita: “El tema del abuso de las mujeres se invisibiliza, no solamente en la iglesia, pero particularmente en la iglesia”

Juan Fuenzalida es uno de los sacerdotes jesuitas que vive en la comunidad Anillén, junto a la familia Huenuman, cerca de Tirúa. Llegó en el año 2012 y parte de sus funciones es acompañar a una de las principales organizaciones de mujeres de la comuna en el fortalecimiento de las condiciones para el empoderamiento económico y social de ellas y de sus comunidades. Cuando le pedimos que participara en este boletín, lo hicimos convencidas de que era importante escuchar la voz de un cura comprometido con una iglesia en el pueblo, situado en una realidad concreta, y que era importante contar con una voz de los hombres de la iglesia católica, aquella configuración en la que se encarna el abuso sexual contra niños, niñas y mujeres. Idealmente queríamos contar con una columna de opinión, pero él prefirió conversar con nosotras “hace rato que no escribo, desde que llegué a Tirúa mi forma de poner en común mis ideas es distinta (…) mis temas también son otros, pero entiendo la idea de preguntarme sobre este problema, es un tema que nos convoca a todos y todas”.

Juan es un hombre que en general sonríe mucho y tira la talla mientras conversa, sin embargo, el tono grave y pausado en sus respuestas nos hacen sentir que el tema no es fácil y la pregunta con la que comenzamos tampoco.

Juan, la magnitud de la fractura en las personas víctimas de abuso sexual y en las comunidades es tan profunda, ¿Crees que será posible reparar esta fractura?

Creo fervientemente que sí, que es posible reparar. Desde la visión cristiana la reparación, la reconciliación en palabras cristianas, es posible. Es parte del mensaje de Jesús. Ahora bien, creo que eso demora y es necesario que demore. Yo creo que una de las grandes tentaciones para la iglesia puede ser tratar de pasar por esto rápidamente, disponer de algunas situaciones y algunas medidas que no terminen de acoger en verdad y en profundidad lo que se ha vivido, los abusos que se han cometido, las víctimas, las personas y las situaciones que lo producen.  Y para eso hay que detenerse, hay que mirar, hay que recibir de alguna forma el mensaje que nos están dando desde afuera o desde adentro también.

La iglesia puede favorecer o combatir la impunidad de los crímenes cometidos sobre niños/as, jóvenes y mujeres ¿Cómo crees que debería ser esta acción, para garantizar la no repetición de estos actos y abordar la demanda ética de justicia de las víctimas?

El no repetir pasa por procesos a todo nivel en las comunidades de la iglesia. Parte importante del proceso pasa porque las comunidades estén empoderadas en su deber de la prevención, que pasa también por crear relaciones sanas de la gente con los sacerdotes y de los sacerdotes con la gente, con el clero en general. De que somos hermanos, de que somos seres humanos, muchas veces a la gente les cuesta eso, les cuesta y terminan ayudándonos a que nos creamos que no lo somos. A veces hay que preguntarse si la palabra “padre” ayuda o no ayuda, el tipo de relaciones que establecemos, donde hoy es el poder lo que las define. También pasa por otro nivel, por la formación de los futuros sacerdotes, por los seminarios, por los filtros que tiene que haber, por ayudarnos a ver nuestros puntos ciegos, que nos iluminen respecto de eso. Y pasa también por las autoridades de la iglesia que tienen que ser formada y reconocer cuales son los mecanismos de justicia necesarios,los procesos de denuncia sanos y adecuados para la comunidad y las propias responsabilidades que hay frente a las situaciones de abuso.

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